Sueño inalcanzable (relato de ciencia ficción) VI

in #spanish7 years ago (edited)

Continúo publicando Sueño inalcanzable. Como siempre, dejo el índice de los anteriores relatos, por la relación que guardan con este, el cual será el último del conjunto, ahora en su sexta parte. Pretende ser una historia de ciencia ficción sobre un mundo en decadencia donde lo impensable puede pasar. Nuestro protagonista, poseedor del don de la telequinesis, desea escapar de ese mundo junto con su familia, y para ello lleva a cabo un plan muy arriesgado.

Índice de anteriores relatos

La coraza indestructible:

Parte I, parte II.

Laia y el lago de la vida:

Parte I, parte II.

Hacia el horizonte:

Parte I, parte II, parte III, parte IV, parte V, parte VI, parte VII.

Partes anteriores de este relato

Sueño inalcanzable I - Sueño inalcanzable II - Sueño inalcanzabe III

Sueño inalcanzable IV - Sueño inalcanzable V

()

()

()

()

Parte VI


Fuente

Recordé los últimos momentos de mamá, la muerte inevitable que aún se mantenía fresca en mi memoria. Dicha remembranza me causó tanto pesar que decidí irme más hacia el pasado. Me ubiqué en el recuerdo de la primera vez que vi a Amelio. Era un chico muy extraño, de los muchos que existían desde aquel ataque psicológico virtual que afectó a la mayoría de las mentes jóvenes. Pero no lo era tanto como los otros, que desarrollaban un desorden de personalidad que los convirtió en animales cuando la pobreza alcanzó a todos. Amelio parecía estar en equilibrio con cada una de sus facetas; podía sobrevivir a las adversidades solo. Mi padre decidió adoptarlo por su capacidad de adaptarse a las circunstancias.

Fernán lo encontró vagando por un barrio abandonado cuando buscábamos un nuevo hogar. Se alimentaba de ratas que cocinaba y portaba una lanza para defenderse. Estaba mugriento, con el cabello largo hasta la mitad de la espalda. Cualquiera hubiera pensado que era una bestia salvaje, pero al verificarlo descubrimos que sabía hablar muy bien. Papá logró razonar con él; lo invitó a que nos acompañara. Con el tiempo, nos acostumbramos a su presencia, entonces lo convertimos en parte de la familia. Le cortamos el cabello. Tratamos de asearlo. Se convirtió en nuestro tesoro invaluable, un alma rescatada del infierno.


Fuente

La entrada al botadero era un arco de metal con un letrero oxidado en su parte superior. Si bien no era necesaria una puerta, pues no existía pared o cerca que rodeara la zona, aquello servía como símbolo, ya que el epígrafe que coronaba el arco era el siguiente: «AQUÍ YACEN LOS RESTOS DE UN MUNDO CORRUPTO». Nos detuvimos un instante para contemplar la frase antes de continuar. Aproximadamente cien yardas nos separaba de los primeros desperdicios, pertenecientes a la falda de la montaña.

Autobuses, coches, camiones, vagones de trenes, restos de aviones, maquinaria pesada, vigas de edificios que nunca fueron terminados, trozos de puentes derribados, remolques, drones gigantescos, naves espaciales, satélites. Las máquinas estaban recolectando todo el metal posible por alguna razón; quizá era para el reciclaje, pero yo no confiaba en la veracidad de ello, porque no era fácil saber lo que se pudiesen traer entre manos esos seres. Nos detuvimos cerca de una avioneta oxidada, luego nos apeamos para observar lo que pasaba. A lo lejos se oían estruendos de choques metálicos, producto de la caída de cada cosa que traían las naves con sus imanes. Elton, que se había quedado sentado en la moto, dijo mientras yo daba unos pasos hacia donde estaba un tranvía, aplastado por un avión grande:


Fuente

—Vince, deberías tratar de atraer algo con tu mente. No tenemos mucho tiempo.

—Obviamente eso es lo que haré —dije sin voltear, alzando la voz para que me oyera aun estando de espaldas. A pesar de la confianza que demostré, para mis adentros empezaba a darme cuente de hasta qué punto nuestro plan dependía de mis habilidades.

Allá cerca de la cima se veían bastantes naves, pero por acá las cosas no estaban muy favorables; las pocas máquinas que podía distinguir estaban a una distancia incalculable para mi vista. Aún no sabía si iba a lograr influir en un objeto que estuviese tan lejos, pero debía intentarlo. Entorné los ojos en una especie de gesto de concentración. La nave quedó en esa pequeña rendija de luz entre mis párpados; mi mente pudo desprenderse del resto de cosas que me rodeaban. Extendí mis brazos hacia donde estaba aquella cosa, traté de alcanzarla, traté de sujetarla con unos brazos invisibles gigantes. Resultaba un poco raro porque no sentía nada cuando hacía telequinesis, no era como intentar mover mi propio dedo, el cual poseía nervios.

Un momento luego de empezar a intentarlo, mis hermanos se pararon a mis lados, Fernán a mi izquierda y Amelio a mi derecha. No les presté mucha atención, no me enteré de si estaban impacientes o trataban de darme ánimos; nuestro transporte potencial se me resistía. No obstante, aún sonaban en mi cabeza los ruidos que se produjeron cuando el remolque se elevó, así que no me iba a rendir tan fácilmente. Después de unos cuantos minutos, al fin vi cómo la diminuta nave parecía haber quedado atrapada en una telaraña invisible; se había detenido de repente. En seguida eché mis brazos hacia atrás, doblando los codos, y luego volví a abrir mis ojos. Dejé caer mis brazos, miré a Fernán.

—Será mejor que abran espacio —dije antes de darme la vuelta y correr lejos de la falda de la montaña.

Oí los pasos de los dos tras de mí, tratando de alcanzarme. No lo lograron hasta que me hube detenido, a una distancia que me pareció la más adecuada para realizar el próximo movimiento. Me di la vuelta y busqué con la mirada aquello que se acercaba a gran velocidad. Un objeto grande, amarillo, que giraba de forma descontrolada. Algo había salido mal en mi intervención, por lo que ahora debía hacer un gran esfuerzo. Volví a extender los brazos hacia el frente, pero esta vez como si quisiera parar un muro invisible, y volví a concentrarme. Esta actividad no requería de esfuerzos musculares ni tensiones, sólo aquella pura concentración que, aunque sí causaba algo parecido, ocurría allí dentro, en lo más profundo de mi cabeza. Sin más efectos que una brisa que sacudió mis ropas, la nave amarilla aterrizó con suavidad frente a nosotros.

No pude moverme de mi posición, puesto que los motores de la máquina aún estaban encendidos. Su cuerpo era enorme, poco aerodinámico. A sus lados estaban los cuatro motores, parecidos a unas turbinas que apuntan su propulsión hacia abajo; al menos eso decían las apariencias. El método de impulso podía ser otro, puesto que no se producía ruido alguno, además que había una luz verdosa saliendo del escape de cada motor.

—¡Ese no es tripulado! ¡Ni siquiera tiene ventanas! ¡Déjalo ir! —dijo Elton.

No pensaba dejarlo así, que se fuera volando como si nada. Era un riesgo. En cambio, moví mis manos a mi derecha en un desplazamiento oblicuo hacia arriba, como si lanzara algo y, efectivamente, eso fue lo que ocurrió, la nave fue inducida en un viaje veloz con un inminente destino mortal, girando como un juguete. Era poco probable que se controlara antes de romperse. Y se demostró luego, cuando se escuchó el estruendo de su caída, seguida por la explosión. Había sido una pérdida de tiempo; ahora debía ubicar alguna nave que fuera útil. No había pensado en ello, tal vez no la encontrase.


Fuente

—¡Allá! —exclamó Amelio, señalando hacia un lugar un poco a la izquierda de la cima de la montaña.

—¿Eh? ¿De qué hablas? —pregunté.

—Es una nave plateada; las he visto antes, son tripuladas. —El rostro alegre del chico manifestaba que estaba seguro de lo que decía.

Entorné los ojos de nuevo. De seguro Amelio tenía una capacidad mayor a la mía, pues de no ser por uno que otro destello por parte de los focos de luz, no habría encontrado la máquina, pues precisamente detrás de ella había una gran nube blanca que casi no contrastaba. En fin, una vez localizada, sin perderla de vista, procedí a realizar el proceso de captura. Esta vez me pareció más fácil, aunque cuando la vi venir, noté que era más grande que la anterior; por lo tanto, requirió más esfuerzo el detenerla. Su llegada levantó una enorme nube de polvo que por poco se me mete en los ojos.

El trabajo que vino luego fue un poco complicado. Efectivamente, la nave era tripulada, y su conductor trataba de escapar de forma desesperada a mi agarre. Los motores emitían ruido esta vez, más unos chorros de luz verdosa hacia abajo; no eran como el fuego, no llegaba a nosotros ningún calor. Me vi obligado a hacer una hazaña mayor: saqué las armas del bolso que traía Elton y, sin perder la fuerza ejercida sobre la máquina, amenacé al conductor desde afuera. Al ver que no desistía, disparé sobre el techo de la nave; entonces la persona apagó los motores. Dejó que la gran nave cayera al suelo.

—Chicos, vamos a acercarnos a ella; veré si puedo entrar —les dije a mis hermanos.

No disminuí la imposición de mi fuerza. Caminando despacio, logré mantener también las armas donde estaban. La nave tenía un diseño más aerodinámico, su parte delantera era de perfil afilado, recordaba un poco a aquellos automóviles deportivos de lujo que antes existieron. Pero lo que nos interesaba era su lado trasero, donde estaba la portezuela de entrada. Para mí fue un proceso delicado, un reto de concentración, uno que nunca llegué a tener en mis sesiones de entrenamiento. En cambio, Fernán y Amelio se encontraban ajenos a lo que pasaba. Me miraron con curiosidad, tal vez incluso con impaciencia.

Una vez ubicado en mi destino, me preparé para algo más difícil. Allí, frente a mí, se distaba lo que parecía una compuerta trasera de diseño similar al de los aviones de carga. Sin dejar de sostener la nave y las armas, debía descifrar los mecanismos para abrirla, de manera que no se dañara. Siendo franco, no tenía ni la menor idea de lo que debía hacer; no era que tuviera un tercer ojo o cualquier otra habilidad mística para adivinar hacia qué dirección debía mover qué pieza, la cual no veía. Lo más probable era que tuviera que tirar y romper; a diferencia de mi hazaña con la cerradura, la cual constaba entre los muchos tipos que había estudiado, aquí era como estar ciego, perdido en el desierto. Mientras me devanaba los sesos, para mi suerte, la puerta emitió un chasquido, empezando a abrirse parsimoniosa, descendiendo hasta ponerse en contacto con el suelo, convirtiéndose en una rampa.

Continuará...

Sort:  

De nada con gusto =)

Es un placer leer contenidos como este en steemit.

Gracias por comentar. Me alegra que te guste :-)

Coin Marketplace

STEEM 0.30
TRX 0.12
JST 0.032
BTC 57791.14
ETH 2962.27
USDT 1.00
SBD 3.67