Brianna

 
Desde las montañas verdes que separaban a la arruinada Calirio y sus alrededores, se deslizaba una superviviente de aquella perversión que arruinó por completo la ciudad. Una emisaria de la luz, con la armadura incompleta, deambulaba por los caminos cipreses cubiertos por los vestigios de la devastación.

Su rostro endurecido por el pasmo, después de haber visto incontables horrores producidos por la guerra y la decepción, se fijaba en el horizonte más allá del portal celeste, donde el sol dormía plácidamente para otorgar su reino a la serena noche, aquello le provocaba a la guerrera un sosiego bañado de melancolía.

Sus ojos quedaron tan secos como las tumbas de las personas que enterró; personas que murieron por la espada de un hermano que los traicionó a causa de la locura que con poder se expandió en los reinos de Elaica.

Brianna caminaba sola con su espada en aquellos lugares desolados, buscando lo necesario para sobrevivir y mantener sus fuerzas hasta llegar a su destino. Acampaba en las ruinas de aldeas arrasadas por los ejércitos negros del enloquecido rey Sadgón, y observaba a las estrellas pidiendo con plegarias que todo aquel tormento acabase.

Antes del amanecer continuaba su viaje, veía cada vez más y más asentamientos destruidos y pensaba, que cuantos más habrán caído a causa de esa enajenación. Su cabello rojizo y corto perdió su brillo y sentía que ya la luz la abandonaba. Ya no se sentía como una guerrera luminaria, tan viva y poderosa, como la primera vez que sostuvo su espada ante el gran templo de Ariuxa en Calirio y parafraseó su juramento formalizándose finalmente como paladina de Elaica.

Aun en ese momento actual que vivía todavía sostenía su espada, pero ya no se sentía de la misma forma. Perdía la esperanza lentamente y eso la perturbaba, y era por eso que pensaba, que la luz la abandonaba. Sin embargo, se consideraba una aventurera fuerte, capaz de enfrentar cualquier adversidad con las fuerzas que le quedaban, solo en ese momento.

La vida de Brianna fue así desde entonces, desde que la ciudad de Calirio fue abatida y la sangre de sus inocentes habitantes fuese esparcida hasta en los templos sagrados de los Antiguos de los vientos. Se había convertido en una montaraz viajera, con el corazón convertido en piedra y la cabeza llena de pensamientos de venganza.

Pensaba en sí misma como otra persona, ya incapaz de sentir perdón y de que había cambiado por completo. Continuaba caminando con aquellos pensamientos perturbadores en su cabeza, sola, ya no sabía ni cuál era su destino.

Solo le quedaba una opción y era poder llegar a la ciudad de Cenontes, la única que opone resistencia en contra de Sadgón y su ejército, comandada por el valiente capitán Tristán. Brianna se encomendó a la tarea de poder cumplir lo que le quedaba, sabía que no le duraría mucho tiempo y como paladina, aún tenía una meta por cumplir. Si sucumbía embelesada en los brazos de la muerte, sabía que no sería en vano, y estaba en sus manos que se cumpliese la sentencia de su final.

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