Lucien se encontraba quitando los yerbajos del jardín frontal de su casa. La nieve ya se había derretido y él quería salir rápido de esta tarea antes de que todo lo relacionado con la siembra y demás tareas de preparación del terreno comenzaran y tener tiempo de descansar y de estar con Kevin.

El joven prófugo seguía dormido en la cama que compartieron a lo largo de toda la temporada invernal. La noche anterior estuvieron hablando acerca del momento en el que Kevin deba volver al faro y retomar la vigilancia de la costa. Mientras se organizaban para el retorno, Kevin se puso cariñoso y empezaron a tener relaciones, dejando de lado la plática y dedicando todo el resto de la velada en darse cariño.

Lucien sacudió la cabeza para enfocarse en la tarea del momento.

Sin que él se diera cuenta, una carreta había llegado y estacionado frente a su casa. Una mujer se apeó de la misma e hizo ruido para captar su atención.

—¡Hey, renacuajo!— gritó ella a todo pulmón.

Lucien volteó inmediatamente. Ese sobrenombre.

—¡Lucien!— chilló la mujer.

Sin creer lo que veía. Él se acercó a ella hasta estar cara a cara con la visitante que no era sino su prima Morgane. Los dos se criaron juntos durante los veranos que duró su infancia y parte de su adolescencia. Ella tenía la fantasía de estar juntos siempre y hacerse compañía hasta que la muerte los separase.

Cuando los padres de ella decidieron hacer sus maletas e ir a probar suerte a un pueblo más grande él agradeció no tener que soportarla cuando le dijese que no quería formar parte de sus planes de futuro.

—Hola —saludó ella con jovialidad—. ¿Cómo has estado?

—Bien... —contestó él sin ganas.

La mujer continuó con el monólogo. Sí, era eso. Morgane hablaba hasta por los codos mientras que el hombre de su misma edad le escuchaba sin ganas y con una preocupación bien disimulada. Sus ojos estaban posados en su prima, pero su atención estaba en el cuarto donde Kevin aún dormía y que, posiblemente se levante y lo busque, exponiéndose a la vista de Morgane.

—...Y quisiera quedarme unos días antes de continuar con mi viaje hacia el oeste...— dijo ella. Esto fue lo único que Lucien escuchó de toda la perorata de su prima.

—¿Qué? —chilló Lucien.

—Lo que te dije...

—No.

—¿No? —dijo Morgane, sorprendida.

—No puedo. Estoy ocupado.

—Sólo serán unos días. Ni me sentirás.

La discusión duró más tiempo de lo que Lucien podía calcular. El cansancio y el fastidio hicieron mella en él y acabó aceptando. Morgane celebró y tomó sus cosas, entre ellas, una criatura de cuatro años de edad, y las metió en la casa. Lucien corrió al cuarto y puso el seguro.

—¡Kevin, ponte de pie! —gritó él, sacudiendo las sábanas—. ¡Vamos!

—¿Qué pasó? —preguntó Kevin, soñoliento y risueño.

—Hay visitas.

—Ay, Dios.

Kevin se vistió tan rápido como pudo y salió de la casa por una ventana del pasillo y corrió hacia el muelle. Una vez que Lucien ayudó a su prima y a su bebé a instalarse, bajó a la playa a ayudar a Kevin a llegar a la isla del faro. Mientras remaba, su novio desayunaba antes de perder la consciencia por falta de alimento.

Lucien ató las amarras del bote al muelle del islote y acompañó a su amante al interior de la estructura. Los dos hablaron para ponerse de acuerdo con cómo harían las cosas para evitar que Morgane se entere de lo suyo.

Kevin lo besó apasionadamente a modo de despedida temporal y se acostó a dormitar para recuperarse del susto. A lo lejos, Lucien mascullaba frases de fastidio contra su prima.

Si quieren conocer toda la historia desde el principio aquí están los enlaces:

Huida

Huida: académico solitario

Huida: literatura

Huida: luto

Huida: pistas

Huida: búsqueda

Huida: Monsoon

Huida: cartas

Huida: el faro

Huida: pensamiento

Huida: interrupción

Huida: amenaza

Huida: mudanza