Lady Murchinson se sentó a beber el té de las cinco. Pensó en ir al salón con sus amigas y pasar el rato con ellas como solía hacer con frecuencia. Pero no se sentía segura de si, en caso de que el grupo de mujeres hablaran de las noticias, el nombre de su hijo y los amigos suyos, saldría a la luz y que la harían sentir incómoda.

La imagen mental que se generaba en su cerebro ante este escenario era la de un grupo de cuervos peleándose por un pedazo de carne podrida.

Crane le armó el servicio de té y una vez cumplida esta tarea, se retiró para continuar con las demás labores.

Días antes, Lady Murchinson envió a uno de sus criados a Sheffield a buscar las pertenencias de su hijo. Una vez que estuvo de vuelta, la señora de la casa le ordenó al hombre que ya tenía veintidós años a su servicio que llevara las cosas al cuarto del joven. Cuando el hombre fue despachado, Lady Murchinson se sentó en la cama y empezó a leer los libros no académicos de Kevin.

Al abrir las páginas sintió un golpe de pudor y vergüenza lo cual le hizo alejar instintivamente el libro ilustrado. Parpadeó un par de veces y reinició la revisión.

La imágenes de desnudos no le causaron rechazo. Ella era una mujer que había mantenido relaciones con su marido hasta que este se reunió con el Creador. Las escenas sexuales homoeróticas explícitas estaban bellamente dibujadas, manteniendo las proporciones de los cuerpos y los ambientes donde la relación se desarrolla eran atractivos a la vista.

Mientras ojeaba, su mente era asaltada por la idea de su hijo replicando lo que había en las páginas. Luchaba por resistirlas.

Las historias relatadas en los textos empezaban como una novela cualquiera hasta que los dos miembros de la pareja se conocían y entonces en ese punto, el romance se desarrollaba.

Cuando Lady Murchinson levantó la vista, recordó que frente a ella había una tetera llena de té tibio mientras que el que se había servido en la taza ya estaba desagradablemente frío. Las tortas entre la taza y el resto de los libros también llegaron a un grado de temperatura poco placentera y que ya no le apetecían.

Lady Murchinson dejó el tomo de lado y antes de continuar con otro, mezcló un poco del té de la tetera y el de la taza para hacer su ingesta soportable. Comió un par de tortas y siguió leyendo.

Entre un párrafo y otro, pensaba en cómo mejorar la vida de Kevin sin que el pasado lo alcance.