Huida: pensamientos
Hola a todos.
Esta es la novena parte de Huida.
Kevin se convirtió en guarda faro y trata de socializar con los nativos sin llegar a ser muy cercano a ninguno.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.--.--.-
Huida: pensamientos
Lucien procuraba enfocarse en las tareas diarias. Su mente le llevaba a otra parte lejos del lugar donde se encontraba laborando diariamente.
Una tarde, Lucien se preparaba para llevar las cosas al faro. Un grupo de nubes gris oscuro se asomaba por el este y amenazaba con dejar caer su contenido en el momento más inoportuno. Lucien no se dejó intimidar. Zarpó y llegó a la isla. Amarró el bote y subió con las cosas a lo largo de la escalera tallada en la roca.
Fuente
Lucien llamó a la puerta y al no recibir respuesta entró y buscó a Kevin. Lo encontró sentado en la cocina leyendo un libro escrito en su lengua materna. Lucien golpeó la puerta de madera con el puño e hizo que Kevin saltara un poco en su asiento.
—Hola —saludó el visitante— no quería asustarte.
—No, no... Es que no recordaba que vendrías —dijo tratando de sonar normal. Kevin tomó el almanaque y revisó la hilera que se correspondía al día de esa semana—¡ Vaya, era hoy!
—¿Dónde te dejo esto? —preguntó Lucien entrando.
—Ahí, sobre la encimera.
Kevin no pudo dar más indicaciones ya que un relámpago iluminó la estancia y fue seguido de un trueno que los ensordeció. El silencio que surgió tras el estruendo fue seguido de el golpeteo de las gotas de lluvia contra los cristales de las ventanas.
—Ay, no... —susurró Lucien.
—No tienes más remedio que quedarte —comentó Kevin, a la vez que dejando salir el aire como si hubiese estado conteniendo la respiración.— ¿Quieres té?
—Sí, claro. Gracias.
Mientras el anfitrión preparaba la bebida caliente, Lucien dejaba la caja con las cosas donde le indicaron y se sentó en el lado diametralmente opuesto de la mesa de la cocina de forma que cuando los dos estuvieron sentados, bebiendo y conversando, quedaron cara a cara.
Fuente
La lluvia continuó cayendo y se hizo la hora de cenar. Comieron juntos y se contaron cosas de sus vidas. Kevin procuró no irse de la lengua y decirle de forma accidental la razón por la que se había ido de su país.
Lucien se quedó a dormir esa noche. A la mañana siguiente agradeció a Kevin por la cena y se despidió de él.
La semana siguiente, el día que debía ir a llevarle las cosas, compró un regalo para Kevin. Una mujer amiga de su padre, lo vio comprando las galletas de sabores varios y unos frutos secos.
—Qué raro que tomes eso. —comentó ella— Tú no sueles comprar esa clase de cosas.
—Los gustos cambian, Sylvie —le contestó molesto.
Lucien remó hasta el faro y llamó a la puerta.
—Pasa —gritó Kevin.
Lucien no había llevado medicinas y comestibles únicamente. También llevó ropas suyas y el regalo que había elegido esa misma tarde.
Para mantener las apariencias y no llamar tanto la atención, Lucien y Kevin acodaron verse únicamente el día en que el primero debía ir a llevar las provisiones. Tan pronto amanecía y el hombre que servía de intermediario entre la tierra y la isla del faro partía hacia el pueblo, la semana se reiniciaba. Kevin cumplía con su deber de salvaguardar las embarcaciones que surcaban esa zona y mantenerlas lejos de las rocas del fondo de la bahía y los acantilados.
Al llegar el día fijado, Kevin despertaba con ansiedad. Limpiaba y ordenaba todo, para que esa jornada estuviese destinada únicamente a estar juntos.
El cuerpo de agua, el elemento de las emociones, les daba la privacidad que querían.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Your post has been supported by THE QUEST TEAM. We support quality posts, good comments anywhere, and any tags
Hola, muchas gracias por el apoyo y el voto. Muchas gracias.