Los niños de Lilith (Parte VIII)

in #spanish6 years ago (edited)



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«No hay más infierno para el hombre que la estupidez y la maldad de sus semejantes.»

— Marqués de Sade

 


Tontos y presas

 

El frío era más intenso cada vez. La Hermana Agatha trató de correr tan rápido como sus pies le permitían. Jonathan miraba hacia atrás a cada rato para asegurarse de que nadie los estuviese siguiendo. Era una huida de vida o muerte.

La Hermana Agatha en una de sus malas pisadas en el bosque se torció el tobillo, Jonathan la ayudó a apoyarse y ambos siguieron corriendo. Los árboles parecían estar repletos de ojos que se sentían intensamente durante todo el trayecto de salida.

Llegaron finalmente al pueblo, pero algo perverso se sentía en el ambiente, algo que no se podía digerir con facilidad y colocaba los cuerpos de los desdichados protagonistas en estado trémulo. La maldad se respiraba en el aire y presentían en ese momento que iba por ellos.

Jonathan colocó a la monja en una baranda de madera cerca de una casa y decidió echar un vistazo con su arma.

—Aguarde aquí, voy a investigar los alrededores —le dijo Jonathan a la Hermana Agatha quien no podía acompañarlo por el inconveniente de su tobillo.

—¡Espere, no puede ir solo! El pueblo se siente muy intranquilo, lo sé, por eso es peligroso no sabe usted lo que puede encontrarse por ahí.

—No se preocupe no me alejaré mucho, trataré de vislumbrar esta calle desde la distancia para ver si logro ver algo, sino encuentro nada volveré inmediatamente, lo prometo.

—Está bien, pero no tarde mucho —dijo la hermana Agatha antes de soltar una ráfaga de aire de miedo de su boca.

—Lo que me recuerda, va a usted a necesitar esto —Jonathan saca de su chaqueta una navaja bastante grande como de cazador, y se lo da a la monja en su mano.

—¡Pero como me va a dar una cosa así! Me pondré nerviosa, tal vez me lastime yo misma.

—Mientras no esté cerca usted tiene que defenderse, debe pensar rápido contra lo que sea que venga por usted, y si es necesario utilizar esta arma, no le dé la oportunidad a aquello a aprovecharse de usted.

La Hermana Agatha, asustada, no tenía idea de que pensar, pero con detenimiento analizó las palabras del agente. Era su vida y la de él las que estaban en riesgo, después de lo que pasó en las catacumbas, titubear ante lo que venía es una cosa de tontos y presas. Se armó de valor y con decisión firme asintió afirmativamente ante las palabras de Jonathan.

Jonathan preparado quitó el seguro de su arma y se enfrascó hacia la desconocida neblina que invadió Caricao esa tenebrosa noche.

Se alejó bastantes pasos de la ubicación de la Hermana Agatha, quien estaba al borde de un colapso nervioso. El silencio, el frio y la soledad comenzaron a acariciar su ímpetu. Las garras gélidas de la noche pasaban sus escabrosas uñas sobre todo su cuerpo, y una presencia, que traía el horror, comenzó a empequeñecer su valor.

Jonathan caminaba a ciegas hasta que decidió detenerse. Sabía que si avanzaba más la Hermana Agatha quedaría más tiempo sola y no podía dejar que eso pasara sabiendo cómo estaba. Decidió retornar, pero algo paralizó su rumbo.

Comenzó a avistar con asombro una figura informe fluorescente de color rojo, que se movía entre la niebla como un ente perdido. La figura deambulaba y luego se detenía, moviendo su cabeza de un lado a otro, y luego avanzaba. Jonathan contemplaba con los ojos abiertos hasta el límite aquella silueta sobrenatural.

Apuntó con su arma decidido a disparar y vociferó un grito. La forma inhumana que parecía medir unos tres metros de largo se detuvo por completo, movió su cabeza de un lado a otro hasta que se puso firme y derecha. Parecía que observara a Jonathan, si esta tuviera rostro, se pudiera demostrar fácilmente.

Jonathan no sabía si disparar. El pánico se apoderaba de sus manos. Sentía una intensa sensación de peligro. Estaba desorientado, con miedo y con ganas de salir corriendo. Pero de repente, un grito desde la lejanía se escuchó, y Jonathan soltó un disparo de su arma impulsivamente hacia aquella figura brillante y roja.

Había cerrado los ojos al disparar, después, al abrirlos, notó que la silueta ya no estaba, había solo neblina a su alrededor. Estaba confundido sin saber que pensar, luego recordó el grito y supo que se trataba de la Hermana Agatha.

Corrió tan rápido como pudo a socorrerla pero al llegar, la monja ya no estaba. En su lugar, habían quedado unos trapos tirados, la navaja que le había prestado y un símbolo, el símbolo que había encontrado en el cuerpo de aquél sexagenario asesinado, el símbolo del culto de Lilith.

 

Continuará...

 


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Gracias equipo @templo un abrazo enorme a todos.

Siempre dejando al final una intriga, amigo.
Genial, te felicito.

Gracias amiga por el seguimiento.
Un fuerte abrazo Graciela ;)

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Saludos @quevedo tiempo sin verte :D ¡un abrazo!

Apuntó con su arma decidido a disparar y vociferó un grito. La forma inhumana que parecía medir unos tres metros de largo se detuvo por completo

Chanfle! huyamos!... <3

Si no sirven las armas hay que correr ja ja ja.

¡Un abrazo!

si no puedes contra el enemigo.... únetele....

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