En medio de la tempestad, José Sebastián oraba y pedía al creador que le permitiera volver a casa. Había salido a probar la embarcación que serviría a su regreso para proveer al caserío de pescado fresco. Un fuerte vendaval se desató de pronto y veía crecer las olas por encima del pequeño bote.

Pensó en su amada que lo esperaba en casa y en el bebé que pronto nacería.

Observó una ola que se había formado tras él y se deslizaba como si quisiera alcanzarlo.
Se colocó en la popa de la embarcación y gritó con todas sus fuerzas.

Eres la ola perfecta
la que me impulsará
la que me permitirá navegar
por corrientes tranquilas.

Eres la ola que besará la piel de mi nave
la que protegerá la ruta
y me encomiendo a ti.
Navégame ola amiga.
Que tu espuma sea el reflejo que me guíe
de regreso a mi hogar.

Tres pescadores lo encontraron exhausto en el bote varado en la orilla.
Reconocieron a José Sebastián y lo ayudaron a llegar a casa donde lo esperaba Mar su pequeña hija que acaba de nacer.