Una verdad incómoda: Prisioneros

in #spanish7 years ago

Desperté en una pequeña celda delante de mi barrotes de hierro oxidado, un piso de cemento frío y mugriento cubierto de sangre, probablemente la mía, a mi espalda una pequeña ventana, en lo más alto de la celda, si me sostenía sobre la punta de mis pies, alcanzaba ver una montaña, una selva.


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Aturdido por los golpes, no sabía muy bien que había pasado, la brisa recorría mis huesos, la heridas en carne viva y los golpes, exacerbando la experiencia dolorosa, al frente de mí se encuentra un hueco, el olor que expide ese agujero en el cemento, es horroroso y completamente repulsivo.

Un saco verde decora la esquina de la pared, me acerco a el lentamente desatando el pobre nudo que lo cierra celosamente, al abrirlo el cuerpo de un hombre, un hombre que pensé haber visto alguna vez, probablemente en la incursión, en la selva, nos habremos encontrado.

Me aleje dando pasos hacia atrás de aquel saco, que servía de ataúd para el cuerpo de aquel, que alguna vez fue infante de marina. Escucho pasos al final del pasillo, en la oscuridad, se acercan dos hombres arrastrando el cuerpo desnudo de Rafael, El cazador Gonzalez.

Abrieron la puerta de hierro, y arrojaron su cuerpo en la celda, me acercaron un balde agua "limpialo" si se muere, venimos por ti".

-Y este hombre! en el saco? lo dejaran aquí?! llevenlo a un entierro digno de un infante.

-Aquel hombre del saco, ya perdió todo el honor. Traicionar al líder es traicionar a la patria, quítale la ropa y úsala como tuya, vendremos a buscarlo despues, manten a esta lacra con vida, o saldras mas rapido de lo que crees.

Me vestí con las ropas y de aquel cadáver, y con la escasa agua, le di de beber a Rafael, limpie su cuerpo y con el saco improvise una almohada. Esperaba que pronto despertase y que pudiera decirme que carajos haciamos aquí.

EL aguerrido cazador, estaba reducido a un saco de carne golpeado, cubierto de su propia sangre y heces, tras 10 horas de largo y profundo sueño, Rafael despertó.

-Ni una sola palabra! ni una sola palabra...esos malditos son unos amateurs a la hora de torturar, podría morir aquí, pero ni una sola palabra.

-De qué demonios hablas Rafael? ¿porque estamos aqui?, donde esta Gilberto?

-Acaso eres idiota, nos delataron! eso paso, yo tengo asuntos diferentes que tratar, tu pequeña escaramuza en busca de la verdad no justifica mi estadia aqui. Nos chocaron, nos golpearon y nos trajeron hasta aquí...La cárcel militar de Ciudad Bolívar, de aquí no sales hijo de puta, aquí te mueres.

Me aleje rápidamente de Rafael, mientras sus risas inundaban todo el recinto, una risa que despertaba locura, este hombre hace mucho que había perdido el espíritu, el alma o la mente.

En la noche, un pequeño silbido me despertó, realmente no logro dormir, a veces rafael despierta delirando en fiebre, hablando de la tierra, la llave y su salvación, delirios de un pobre hombre que teme a la muerte.

El silbido provenía de la celda de enfrente, era el Sargento Martin Martin, un hombre de poca educación formal, pero con una extraordinaria dialéctica y un perfecto uso del castellano, en los días de la selva, lo llamábamos el trovador.

-Ernesto ! no te reconocí, que carajos haces aquí!

-Martin? sargento Martín? eres tu?

-Carajo Ernesto, claro que soy yo, El trovador te acuerdas de mi?

-Qué circunstancia para un reencuentro, hay alguien más de la tropa aquí ?

-Antes eramos mas, pero han sido despachados...pronto será mi turno, ya no les soy de utilidad...Pero carajo Mendoza, que haces tu aqui.

-Despachado? que coño ha pasado Martin.

-Desertamos del ejercido Ernesto, varios sargentos y oficiales después de ese día desertamos, nos escondimos en la selva, y golpeamos duro a los milicos, pero caímos Ernesto, no lo logramos. Varios Sargentos, antes de que nosotros llegaramos a la selva, habían hecho lo mismo...No matamos Guerrilleros Ernesto, matamos soldados.

-Carajo Martin, no me diga esa vaina!

  • Si, Ernesto, Algunos de los que matamos siendo soldados, eran verdaderos asesinos, como los de aquel día Ernesto, Pero eran mercenarios, no guerrilleros, mercenarios de algún tipo gordo del Estado.

-No deberías bajar la voz? por qué me cuentas todo esto?

-Se por que estas aqui Ernesto, venias con Gilberto? él nos ayudaba, él era nuestro puente comunicacional con el extranjero, vamos a derrocar al líder, pero necesitamos la verdad Ernesto, y quien mejor que tu para contarla. Yo ya no soy útil Ernesto, Fui débil...Perdón

-Tu sabias del libro, de la verdad?

-Si Ernesto, yo solo sabia, me amenazaron Ernesto, iban a matar a mi familia, y conté todo, me trajeron recortes de periódicos, llevas una semana aqui Ernesto, oficialmente estas muerto. Ya no soy útil...te pido perdon, Y espero que sepas perdonar a un hombre que está cerca de pagar por sus pecados.

Unos pasos se escucharon al fondo del pasillo, algo metálico, chocaba con los barrotes de hierro y retumbaba con fuerza aquel oscuro pasillo. El Capitán Chacón, vestido con su traje de campaña, y un machete afilado hizo su aparición frente a la celda del Sargento Martín.

-Firme tropa

-...

El Capitán abrió la celda lentamente, Martin llorando en el suelo, seco las lágrimas de su rostro, solo para levantar la mirada y encontrarse con el filo del Sable de Chacón. El despiadado Capitán Chacón.

Los Horrores de la guerra

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Una verdad incómoda

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@pedrovillegas96, estás construyendo una historia muy verosímil. Suerte.

Muchas Gracias !!

Me encanta ❤️

que buena historia, a mi me cuesta sobre pasar las 100 palabras

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