El que busca encuentra

Aquel Viernes no pude dormir, pensaba que si dormia su perfume se iria, incluso si fuera a su encuentro mañana, los pensamientos estaban arremolinados en mi cabeza como un telaraña sin forma que busca conectar toda la información.

¿Qué había pasado en la incursión Amazónica? Aquella pregunta no tenía respuesta, y pareciera que alguien no está diciendo la verdad. Por un lado tengo la historia de mi abuelo, y un asesinato en masa de indígenas, mientras la prensa oficial habla de una victoria perfecta contra la guerrilla desestabilizadora.

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En una nube de pensamientos, con el olor de su perfume y sus ojos en mi mente, me quede dormido.

Al día siguiente, levantándome con el taladrante sonido de mi despertador y con el sol haciendo su espectacular aparición desperté, comí, me vestí, y salí en mi bicicleta rumbo a buscar a Brenda y llevarla a conocer a mi abuelo.

A pocas cuadras de la casa de Brenda, pare mi bicicleta, saque un pañuelo que guardaba en el bolsillo y limpie el sudor de mi frente, verifique mi aliento, tome un caramelo de limón y rápidamente lo comí, por si acaso. No sabía muy bien por que realizaba este ritual. Seguí caminando con la bicicleta a un lado por aquella calle, hasta llegar a pocos metros, alce la mirada y en una ventana grande, con flores estaba ella observando.

No me dio tiempo de tocar a la puerta, ella ya estaba abriendo la puerta y dijo

-Buenos días! te estaba esperando. ¿Listo? ¿nos vamos?

-si, todo listo, vamonos, no es lejos, mi abuelo vive bastante cerca.

-Estoy ansiosa por conocer a tu abuelo, tengo muchas preguntas!

El que busca encuentra

A pocos metros de la casa de mi abuelo, vi un auto negro estacionado bastante cerca, conozco bastante bien el vecindario y quienes viven, podría jurar que nunca he visto aquel auto en mi vida.

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Con espejos negros no se podía ver quien se ocultaba en su interior. De la casa de mi abuelo sale un hombre con sombrero negro y una gabardina beige, su sombrero estaba dispuesto de manera que no se logra ver su rostro.

Nos miró por un momento, pare la marcha de la bicicleta en seco, y aquel hombre siguió su camino, se llevó la mano al bolsillo y sacó un paquete de cigarrillos, con un cigarrillo en la boca nos pasó un por lado.

Seguimos a pie los pocos metros restantes y toque la puerta de la casa, pese a que aquel personaje algo funesto acababa de salir, mi abuelo tomó un tiempo para abrir la puerta.

Al abrir la puerta mi abuelo quedó un momento mirando a Brenda, de pie a cabeza, como si hubiese visto un fantasma

-¿Belleza eres tu?

Ambos quedamos en silencio, viendo nuestros rostros sin saber qué pasaba exactamente, mi abuelo agito la cabeza y siguio.

-Dios pero que modales, pasen pasen, disculpen tuve un "Momentus olvidadisus" de esos que dan con la edad.

Entramos y le presentó mi abuelo a Brenda , mientras este me da codazos en la costilla y mueve sus cejas de arriba abajo. Nos sentamos en la sala, aquella sala que parece haberse encogido con los años. Mi abuelo hizó su aparición estelar, con chocolate caliente y golfeados, de esos que nunca faltan en su casa.

-Disculpa aquella primera impresión, te he confundido con mi belleza, la abuela de ese caballerito que te acompaña. Ella dejó este plano hace algunos años y Dios sabe que la veo en todas partes.

Brenda toma un mordisco de aquel golfeado mientras lo escucha

-Son muy buenos! ¿los has hecho usted?

-Si, se podría decir que si, aunque la receta y el secreto de esos golfeados son de mi belleza, todos los sábados le pedía cual niño que por favor me los preparara, aunque me hacían subir un poco de peso. El secreto no está en el azúcar, es el perfecto balance entre el papelón y el queso.... Tengo que preguntar, a qué se debe esta visita, no es que me moleste claro, pero si me da curiosidad que mi nieto haya traído a una hermosa señorita a conocer lo que queda de este viejo.

-Espero que no le moleste, mi abuelo luchó en la incursión, y nunca lo conoci, despues de escuchar el ensayo de su nieto, me ha dado curiosidad saber de él, mi abuela nunca me habla de él, solo me dice que se perdió en la guerra.

Mi abuelo volteo su mirada hacia donde yo estaba, como si quisiera regañarme por alguna travesura, tomó asiento, se puso sus lentes y respondió.

-¿Cómo se llama tu abuelo?

-Ernesto, Ernesto Mendoza.

-Si se quien es... fue un gran hombre.

-¿Fue?

-Si, fue... Ese es un cajón que no quieres abrir.

-Con todo respeto, pero he llegado hasta aquí buscando respuestas y nadie me las da, no me voy a parar de este asiento hasta saber que *"FUE" de mi abuelo, o por lo menos escuchar lo que usted tenga que decir.

Presenciando toda aquella escena, y tapandome el rostro mientras me encogía en el sillón, pensando que mi abuelo nos echara a patadas de su casa, vi como mi abuelo se reclinó en su sillón y se formo una sonrisa en su rostro y lo escuche murmurar "¿Eres tu belleza?"

-Te contaré, pero antes, voy a traer más golfeados, para ustedes chocolate caliente y para mi un trago.... Acompáñame nieto.

Al llegar a la cocina mi abuelo me miró y me dijo

-Te contaré la verdad...Juro por tu abuela que se las contaré, pero no digan nada, aquello pasó hace mucho tiempo y es mejor dejarlo enterrado, aquello solo ha causado sufrimiento.

-¿Pero de que me estas hablando? ¿Qué verdad?

-Aquella jovencita me recuerda a tu abuela, no la dejes ir, vale oro nieto. No tiene miedo de buscar lo que quiere, ven tomate un trago lo que les voy a contar les puede causar indigestión.