Imagen burlada

jadrp (34)in #cervantes • 6 years ago (edited)

(Pieza del hiperrelato ImagenDrp)

Después de lo que le parecieron semanas de aislamiento, lo único que quería era recuperar su vida: esas costumbres que había terminado asumiendo, quería volver a sentir la seguridad que le trasmitían las rutinas diarias, tanto propias como ajenas.

Había tenido tiempo de sobra para reflexionar (y alarmarse) sobre la consistencia de las tradiciones de su pueblo, sobre todo con las relacionadas a las imágenes personales. De repente le parecía obvio que abundaban personas con cierta errática actitud y que si no lo había notado antes había sido por pura ceguera mental combinada, tal vez, con algo de azar: Eventualmente me habría dado cuenta de alguna forma, se decía como excusándose por no haberlo notado antes.

Además empezó a relacionar sucesos baladíes que en su momento le parecieron inconexos: comentarios tontos, actitudes hostiles, miradas incomodas, susurros presurosos. Los estuvo relacionando entre sí durante largas horas de insomnio, convirtiéndose pronto en un asunto inquietante.
La paranoia terminó invadiendo por completo su ser, reflejándose en su imagen personal, cualquiera podía notar su angustia, sus dudas, sus temores; aún sin conocerle.

Decidió aclarar aquel asunto, decidió empezar a estudiar a esas personas de errática actitud, aunque guardando distancias. Pero un día, al tropezar con una de ellas, no pudo contener el impulso de interrogarla (aunque no creía en ello, no era parte de la convención social, y no sabía cómo proceder), lo hizo con insistencia pero lo único que obtuvo fueron respuestas vagas entorno a la falsedad de las tradiciones, en especial a las referentes a la imagen personal.

Igual contestación encontró en cada nuevo intento. Incluso después de refinar sus preguntas, de diagramar bien distintas estratagemas, las respuestas no variaban en su contenido aunque sí que lo hacían en su determinación, en la seguridad que transmitían por momentos quienes las emitían, en esos momentos en que dejaban de parecer sin interés por vivir. Lo que más le impactó no fue la similitud entre las respuestas sino descubrir que eran personas tristes, con la mirada apagada y a veces esquivas, erráticas.

Se obsesionó. Su imagen empezó a verse desordenada. Mantenía el asunto inquietante en mente, entre ceja y ceja casi con desespero, en la punta de la lengua (por sobre todo): En cada conversación que surgía, con quien fuera, donde fuera, salía a relucir dicho asunto. No necesitaba planearlo ni siquiera se esforzaba: las conversaciones fluían con naturalidad hacia tal asunto, llegando sin prisa pero sin demora.

Habló con todo tipo de personas, obteniendo todo tipo de respuestas: Algunas le dijeron que esa tradición, la de las imágenes, era retrograda, que había que eliminarla, que cada quien debía esforzarse en dejarla. Otras personas le enumeraron pros y contras posibles en torno a esa tradición, lo hacían con sumo detalle, como quien ha estudiado el tema a profundidad. A otras más le parecía normal que las cosas hubiesen llegado al estado en que estaban, lo consideraban parte natural del desarrollo del pueblo, de la evolución de las sociedades. El resto no daba argumentos, vivían de fantasías, se refugiaban en sus dogmas: Las cosas son como son, por algo será, decían. También se tropezó con muchas personas con dudas parecidas o más profundas que las suyas, a esas prefirió evitarlas.

Le parecían curiosas las imágenes de cada tipo de personas, cuando lograba verlas, cuando eran mostraban a plenitud: Podía apreciar el proceso de creación de las mismas, el desarrollo de cada una, lo podía apreciar capa por capa; y aunque se le estaba haciendo difícil interpretarlo a profundidad, lo que más le impresionaba era la locuacidad con que sus contrapartes se expresaban, lo cual no era usual en su sociedad. Quedó con algo más que desazón: no entendía que pasaba, no quería entender.

Una noche, con calma, al ver su propia imagen, descubrió que su desesperación se notaba a leguas, que cualquiera podía advertirlo aún sin verle la cara. Entrevió (o dedujo, según su entender) que todos le habían estado tomando el pelo, cada quien a su modo; que se habían estado burlando en su cara una y otra vez. Nadie le había tomado en serio y su ceguera había sido tal que ni siquiera había tenido un atisbo de sospecha.
Le costó conciliar el sueño, quedó con una intensa inquietud. A la mañana siguiente no pudo evitar hacer un largo y ancho trazo blanco diluido, casi transparente, en la parte inferior de esa imagen que miraba cada día, dejando borrosa su base.

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vacía
inconexa