El Maestro del Juego de la Oca (Novela) VIII

in #spanish6 years ago

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Ni del César y posiblemente tampoco de Dios, podía decirse, después de un primer vistazo, que fueran las curiosas esculturas que decoraban los capiteles sobre los que se asentaban las nervaduras de la bóveda de la torre; unas nervaduras que, semejando largas extremidades de araña, convergían en un cuerpo principal o punto de clave, cuyo centro contenía, sin lugar a dudas, la más extraña de todas ellas: una formidable estrella de cinco puntas. Inusual y bellamente decorada, el diseño de sus brazos, además de recordarme algunas viejas cruces que había visto en algunas iglesias bizantinas de alrededor, me recordaba también un enigmático símbolo que vi grabado en uno de los sillares de la iglesia de Garray, nombre de un pueblo situado a seis kilómetros de Soria capital, cuya etimología, así como la de la extensa finca de la poderosa familia Marichalar, denominada Garretxo, posiblemente derivara de aquellos repobladores de origen vasco que se establecieron en la, hasta entonces, infranqueable frontera del Duero, cuando los ejércitos cristianos reconquistaron la zona, expulsando, una tras otra, a las numerosas guarniciones musulmanas aquí establecidas, de cuyo recuerdo todavía quedan numerosas atalayas o torres de vigilancia que establecían un férreo control y de las que se podría pensar como las primeras postas, con un sistema de comunicación primitivo pero eficaz, a base de señales, generalmente realizadas con espejos.
Recuerdo que tenía yo, aproximadamente, siete años cuando mi padre –como hizo previamente mi abuelo con él y su padre con aquél, siguiendo la tradición familiar- me llevó a ver las ruinas de Numancia, que permanecen semienterradas en lo alto de una solitaria colina, a la que bate el viento por los cuatro costados, desde la que se domina una espléndida panorámica del pueblo. Allí me contó, mientras paseábamos, sorteando los muñones de unas ruinas, no sólo cargadas de historia y de leyenda, sino además de soledad, de tristeza y de melancolía, que uno de nuestros antepasados –al que todo el mundo le apodaba el Tío Frascuelo- fue guerrillero durante la Guerra de la Independencia, siendo finalmente capturado y fusilado por los franceses, precisamente en el muro de la pequeña iglesia románica hacia la que nos dirigíamos –originalmente consagrada a San Miguel y con posterioridad bajo la advocación de los Santos Mártires- situada a escasos metros por debajo, como venía a ser costumbre y a modo de exorcismo, en las proximidades de los lugares donde habían existido anteriormente otros cultos y culturas. Ahora bien, no recuerdo exactamente, si el acelerar nuestra visita a las ruinas, la motivó el intenso cierzo que se manifestó repentinamente, procedente, estoy seguro, de las nevadas, gélidas cumbres del inmutable Moncayo, que se distinguía en lontananza como un espejismo sobresaliendo del tortuoso lecho de la tierra, semejando un gigante dormido, de cintura para arriba, por encima de montes, llanos y depresiones o si el motivo, mucho peor aún, lo provocó la visión de unos nubarrones tan negros, que provocaron en mi padre aquélla frase que le oyera tantas veces a lo largo de su vida y que de alguna manera inconsciente heredé yo también: ‘hoy el cielo pinta colores del Greco’.
Resguardados, pues, en el pórtico principal de la iglesia, orientado, todo sea dicho, hacia las desdichadas ruinas y sus históricos silencios, apenas retomada la historia del Tío Frascuelo, los primeros truenos, acompañados de un intenso olor a ozono, que precedía la llegada de esa fiel infantería que son las gotas de lluvia, comenzaron a caer débilmente al principio, para ir in crescendo hasta adquirir la fuerza suficiente como para constituir una tupida cortina, que no tardó en anegar una tierra cuya sangrienta historia necesitaba imperiosamente esa bendita agua pascual, que la liberara para siempre de los pecados veniales sobre ella cometidos.
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Primera Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-i
Segunda Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-ii
Tercera Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-iii
Cuarta Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-iv
Quinta Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-v
Sexta Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-vi
Séptima Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-vii

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Aparte de disfrutar de tu prosa, como de costumbre, y de aprender algo más, me he quedao muerta cuando he leído ‘hoy el cielo pinta colores del Greco’. Gordon Wasson, un banquero norteamericano muy aficionado a los hongos psicodélicos, visitó en México a la chamana María Sabina para conocer a sus niños santos, como ella llamaba a los honguitos que le abrían la visión. Ya en Nueva York, Wasson, en medio de una sesión con aquellos psilocibes mexicanos, se asomó a la ventana y dijo que los cielos de Nueva York tenían los colores del Greco. A pesar de trabajar para la Banca Morgan, era un hombre de ciencia en sus ratos libres y librepensador, seguro que como tu padre, si quitamos lo de la banca.

Realmente, quien me sorprendes eres tú. Pensaba que esa frase era mía. De hecho, puedo dar pelos y señales de la fecha en la que se me ocurrió: sábado, 11 de marzo de 2017, como así apunté en mi libreta de notas. Después de comer, me fui a la catedral de la Almudena a sacar unas fotografías. Y de regreso, como San Jerónimo el Real estaba cerrado (aunque fotos y hablaré del tema, me interesan especialmente ciertas pinturas que hay en el interior), me senté en la terraza del bar Murillo, en la misma calle un poco más abajo y detrás del Museo del Prado y en contra mi habitual copilla de crema de orujo, me pedí un gin-tonic. Mientras anotaba algunas cosas de mi visita a la catedral, el tiempo cambió: empezó a levantarse un aire de mil demonios y los nubarrones me recordaron precisamente eso, como así lo anoté: 'El cielo pinta colores del Greco'. Y añadiré más: me interesa mucho Wasson, pero todavía no he leído a Wasson. En primer lugar, porque sus libros no son fáciles de conseguir, aunque no hace mucho me descargué uno de ellos (perdóname, pero ahora no recuerdo el título) por internet. Y no hace mucho, conseguí un curioso librillo en el que vienen artículos de tres figuras: Aldoux Huxlery, Wasson y Robert Graves, que todavía no he leído. Se títula La experiencia del éxtasis (1955-1963), es de la editorial La liebre de marzo, y una primera edición de junio de 2003. Los dos artículos de Wasson, que como digo, todavía no he leído, se titulan En busca del hongo mágico y Los hongos alucinógenos de México: una investigación sobre los orígenes del concepto religioso entre los pueblos primitivos.
Por otra parte, esto es una novela que se va escribiendo sola y que me lleva, aunque no os lo creáis, por los derroteros que ella quiere. Aunque hay cosas muy reales, no estoy hablando de mí; al menos, no como mi experiencia con Asturias. El padre del protagonista, es un ser necesario, pero ficticio. Y tienes razón, mi padre no fue ni banquero ni bancario; el pobre hombre se pasó toda su vida como conductor de la EMT de Madrid, y si en algo coincido con él, aparte del físico, es que ambos somos autodidactas.
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En ningún momento pensé que no era una frase tuya. Bueno, sí, en realidad pensé que era de tu padre, porque del mío, que también fue autodidacta, conservo frases y acciones, sobre todo acciones, propias del que conoce, aunque fuese tornero. Lo que quería hacerte notar es la conexión entre sensibilidades parecidas, sin tener en cuenta ni tiempo ni espacio, y ahora que sé que es de tu cosecha, creo que los buscadores veis las cosas desde un prisma parecido. En este caso, El Greco es vuestra visión poética, o maravillosa, de un momento particular.

Lo sé, y no se trata de protagonismo, sino que me sorprendió muchísimo tu comentario, porque que un 'grande' tuviera semejantes impresiones, me confirma, después de todo, que voy por el buen camino. Que mis impresiones no son tan estúpidas como a veces he llegado a pensar y que quizás, tantos años de rutas y caminos estén desarrollando esa cualidad (no sé cómo definirla, ¿potética?), que te hace ver las cosas de otra manera. Lo que digo: todos aprendemos de todos.

El tal Wasson era un guasón. Qué bien se le montaba.
Pues puede que El Greco también tomara algo para entrar en trance pictórico, de ahí sus cielos y sus proporciones.

Se ha llegado a decir que padecía astigmatismo, aunque se ha demostrado que no es verdad. Bah, esos cuadriculados...

Pues no sé (perdona, pero no había visto esta respuesta), pero con algunos artistas últimamente tengo la sospecha de que posiblemente padecieran la enfermedad de los 'místicos'.

Yo siempre he visto algo especial en el Greco, como así he manifestado en algunas de mis entradas, en relación a su pintura: me parecen auténticos viajes al inconsciente colectivo. Esos colores, esos desgarrones de donde comienzan a surgir las figuras primordiales del mito, me parecen, en definitiva, 'experiencias de descensus ad inferos'. Y no hay que olvidar el simbolismo tan sorprendente que hay en muchos de sus cuadros y que casi ni se aprecian. No sé si se ayudaba de algún tipo de alucinógeno, pero tampoco lo descartaría. Eso mismo se piensa del Bosco, aunque al mayor experto, Friedlander, se le lleven los demonios cada vez que lo oye.

Buenos días @juancar347
Con su permiso me apunto la bonita frase de su padre:
Hoy el cielo pinta colores del Greco.
Saludos.

Me parece muy bien. Y como siempre, agradecido por la atención. Saludos cordiales

I resteem

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excelente post, y una memoria envidiable señor Juan,saludos

Gracias, Mavel. Como ves, a la memoria la ayudan los cuadernos de campo, que son también una parte importante de mi vida.

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