El Maestro del Juego de la Oca (Novela) II

in #spanish6 years ago

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No es frecuente, pero a veces ocurre: en el pueblo aparece un extraño y la vida de los vecinos da un vuelco. Recuerdo que, por alguna curiosa circunstancia, las visitas inesperadas solían producirse en época de verano. Parecía como si la canícula, más que la casualidad o el destino, abriera una puerta en el tiempo, o tal vez en el espacio, o pudiera ser que en el espacio y en el tiempo a la vez, y el pueblo apareciera en el horizonte de los extraños, como si de un oasis en mitad del desierto se tratara. Lo comento porque aquí, en Señuela, no estábamos acostumbrados a las visitas. No es que estuviéramos aislados del mundo, porque a fin de cuentas –como dijo en cierta ocasión algún conocido escritor, cuyo nombre ahora mismo no puedo recordar- nadie es una isla, ni siquiera un pueblo; pero al ser tan pequeño y con tan escasas o nulas oportunidades de distracción, Señuela parecía no existir ni siquiera en los mapas, y los viajeros generalmente pasaban de largo, prefiriendo detenerse en ciudades y pueblos más grandes, como Almazán, Morón de Almazán o la misma capital de la provincia, donde había numerosos lugares para pernoctar y donde no faltaban tampoco las bodegas y tabernas donde calentar el paladar con el grato regusto de nuestros caldos, que por algo también llevamos con orgullo la denominación de origen Ribera del Duero y nuestros vinos circulan por el mundo, con la garantía implícita de su excelencia y calidad.
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Por otra parte, tampoco se puede decir que fuéramos un pueblo poco o nada hospitalario. De hecho, y aprovechando las subvenciones estatales con las que habíamos recuperado parte de nuestros edificios tradicionales, como el horno y la fragua, se había convenido, de común acuerdo entre todos los vecinos, en dar un repaso también al pequeño refugio, al que denominábamos la Pobrera. La Pobrera, como su nombre indica, era el lugar donde en el pueblo se acogía a todos aquellos desconocidos, vagabundos, generalmente, que un día pasaban por aquí. Como no era una cuestión de lujo, sino de prestar un servicio social y humanitario, la Pobrera no disponía de grandes comodidades, pero sí de un camastro, con el jergón relleno de paja seca; algunas gruesas mantas de lana, como las que utilizan los curtidos pastores de las Tierras Altas; una pequeña cocina, con chimenea, y una generosa provisión de leña seca para que el huésped pudiera calentarse en los fríos días de invierno, e incluso cocinarse su propia comida, caso de venir con ella, detalle, por otra parte, que era bastante infrecuente.
Respecto a esto, bueno es señalar que, dado el carácter extremadamente humilde e itinerante de los ocasionales huéspedes, generalmente solían ser los propios vecinos quienes les procuraban el sustento, siempre, claro está, dentro de la medida de sus posibilidades. No es que éste fuera, como digo, particularmente sustancioso; pero al menos, resultaba más que suficiente como para que las tripas del afortunado huésped se mantuvieran tranquilas durante un tiempo y de paso, recobrara las energías necesarias para poder continuar su camino, tomara éste el rumbo que fuera. Generalmente, esto sucedía al día siguiente, apenas los gallineros comenzaban a alborotarse con el canto intempestivo de sus respectivos gallos. Algunos, dependiendo de su estado físico, permanecían varios días en el pueblo. Pero para que no hubiera dudas ni malos entendidos, a su llegada se les leían las ordenanzas municipales –por aquél entonces, existía una ley de vagos y maleantes que se cumplía a rajatabla-, entre cuyas normas, quedaba, claramente establecido, que el periodo máximo de admisión en el pueblo no podía superar nunca –salvo en casos de fuerza mayor, evidentemente- los tres días.

Primera Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-i

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mañana te leeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeoooooooooooooooooooooooooo
feliz fin de viernes

Ja, ja...cuando quieras. Y aprovecha el finde para descansar un poco, terremoto.

Qué bien me habría venido en alguna ocasión una pobrera, en vez de pernoctar al raso, sobre todo en invierno, por esos pueblos fríos.

Aun en esos tiempos de miseria y represión, de leyes indignas y silencios amortiguados por el miedo, había ciertas prácticas piadosas. A mí me lo descubrieron hace unos años, cuando descubrí Señuela, si mal no recuerdo, viniendo de Morón de Almazán, de dar un paseo por allí y sacar algunas fotografías de la singular casa del marqués de Camarasa. Cuando una persona del pueblo contactó conmigo (había leído un artículo en mi blog Soria se hace camino al andar) y quedamos para que me abriera la iglesia y me mostrara los antiguos edificios recuperados: la pobrera, la fragua, el horno de pan, etc. Me quedé alucinado, porque nunca había oído nada y mucho menos visto referencia alguna en vivo. Pero ahí está: Señuela y su Pobrera.

Sigo la historia me gusto mucho! un placer si quieren pasan por mi blog tengo contenido intersante poco pero interesante! @adandev93

Claro amigo, con gusto echaremos un vistazo. No siempre la cantidad es sinónimo de calidad, seguro que hay cosas interesantes en tu blog. Saludos

Por lo general, la hospitalidad es una característica de pueblos pequeños. Disfruté la lectura Juancar!

Gracias. Los pueblos pequeños siempre tienen un encanto especial y entrañable, difícil de olvidar.

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