El Maestro del Juego de la Oca (Novela) IV

in #spanish6 years ago (edited)

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Continuando con el tema de los sueños, y perteneciente a uno bien lejano, metafóricamente hablando, quisiera comentar sobre uno de los edificios del que más orgullosos nos sentíamos en el pueblo. Se trataba, de hecho, de aquél que más llamaba la atención y que, por añadidura, se veía a kilómetros de distancia: la torre de nuestra iglesia que, dicho sea de paso, estaba bajo la advocación de Santo Domingo de Silos. Como todas las torres, supongo que pensarán. Pero también es cierto, que a diferencia de la gran mayoría, el atractivo de nuestra torre residía, fuera de toda duda, en su inequívoca y original forma almenada. Una forma que, vista en la distancia, hacía que mucha gente pensara en ella como en el torreón de un antiguo castillo; e incluso, llegado el caso, que algunos se acercaran motivados por una romántica, cuando no emotiva curiosidad, tal vez pensando en encontrar fantasmas, donde sólo existía silencio, excepto los domingos y otras fiestas de guardar, cuando las campanas llamaban a misa. De ahí, evidentemente, que muchas veces no nos sorprendiera el gesto de desilusión que se dibujaba en el rostro de algún visitante, cuando comprendía que aquello que había tomado por un castillo, o en su defecto, por las sugestivas ruinas de una fortaleza medieval, no era, si no, la parte más vistosa de una vieja iglesia de pueblo, que pedía a gritos, como casi todas en la provincia, una urgente, cuando no imperiosa restauración.
Creo que sería oportuno añadir, llegados a este punto, que si bien nuestra iglesia se remontaba, cuando menos, a esos oscuros tiempos en los que, según los entendidos, el románico era el Arte espiritual por excelencia de la Cristiandad -una vez superado el descalabro visigodo, que supuso la vergonzosa derrota en el río Guadalete-, de tan carismático origen, apenas sobrevivía nada. Ni siquiera un capitel, un canecillo o una simple metopa que nos sirviera como referencia para decir, basándonos en la advocación y en que era un tema que también corría de boca en boca entre expertos y aficionados –como tuve ocasión de comprobar con el correr del tiempo, cuando la gente comenzó a acudir a los pueblos, molestando a los vecinos para que les abrieran las puertas de sus iglesias-, que después de todo, los restos ornamentales de nuestra iglesia respondían al más puro estilo silense. Y ahora que lo pienso, nadie entre los vecinos del pueblo, incluidos los más longevos, supo nunca decirme qué fue de esa parte artística, si es que alguna vez la tuvo; porque, simplemente echando mano del recurso de la especulación, es de suponer, que debió tenerla, a juzgar por algunas estelas funerarias de época bajomedieval, encontradas en su antiguo cementerio.
Tampoco nadie parecía saber a ciencia cierta –y esto, seguramente resultara más molesto aún, si cabe- cuáles fueron los orígenes del pueblo, aunque al menos, todos coincidían en afirmar que hubo un asentamiento humano en las proximidades, probablemente de origen celtíbero -a juzgar por algunos utensilios encontrados, en nada comparables, por ejemplo, al tesoro visigodo de Guarrazar-, que posteriormente fue reaprovechado en época medieval. Y dado que éstos, los celtíberos –según decían los expertos- solían levantar sus poblados o castros en las cimas de los montes, como medida para asegurar su defensa –sobre todo, en aquéllos que tenían una inconfundible forma cónica-, daban como referencia un prominente peñasco rocoso, situado en las inmediaciones, al que llamaban Limillán.
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Primera Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-i
Segunda Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-ii
Tercera Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-iii

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