El Maestro del Juego de la Oca (Novela) V

in #spanish6 years ago

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Situado, como he dicho, en las afueras del pueblo, unos doscientos metros más allá de una charca natural -que aparecía y desaparecía en función de las lluvias, como esas curiosas islas evanescentes de los cuentos de hadas irlandeses- y de la fuente vieja, que todavía conserva en su armazón de cal y cemento el año en el que se inauguró –1875- Limillán es un lugar solitario y extraño. Una colina rematada por un curioso peñasco, con forma de molar o de premolar, a la que bate el viento sin compasión por sus cuatro costados y donde la ausencia de hierba, curiosamente, induce la incierta sensación de que ésta se hubiera marchado hacía siglos, atrapada fatalmente en las herraduras de los cascos del caballo de batalla de Bertrand Du Guesclin, que fuera amo y señor de éstas tierras, durante la guerra entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara, acontecimiento en el que se le atribuye la famosa frase de: ‘ni quito ni pongo rey, tan sólo sirvo a mí señor’.
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En ocasiones, nos aventurábamos hasta allí, aburridos de ese juego de niñas que era el corro de la patata y jugábamos a la guerra; aunque también es cierto, que las mayores peleas, eran aquéllas encaminadas a interpretar el papel de defensores, puesto que el papel de atacante requería el sobrehumano esfuerzo de tener que subir la cuesta una y otra vez, y resultaba ciertamente agotador.
Bien es verdad, además, que nunca nos referíamos a ese lugar como Limillán, sino que lo llamábamos el Castillo, como curiosamente, muchos años después, supe que se llamaba en la provincia a algunos otros promontorios de supuesto origen celtíbero, como aquél que se encuentra en Miño de Medinaceli, en el que dicen que incluso el propio caudillo Viriato combatió bravamente contra los invasores romanos. Pero, para ser sincero, he de añadir –y todavía me estremezco, no sé si por la emoción del recuerdo- que no nos gustaba demasiado pasar mucho tiempo en aquél lugar, porque mientras estábamos allí, teníamos extrañas sensaciones e inesperados escalofríos, que nunca hemos sabido explicar. La única ventaja y motivo de distracción de aquél lugar, después de todo, era que desde su cima se tenía una magnífica panorámica de la carretera que, cortando en dos las grandes extensiones de parameras y campos de labranza, unía Soria con Medinaceli y con Madrid. Obviamente, a diferencia de hoy en día, el tráfico por aquél entonces era poco menos que inexistente, y cuando veíamos algún coche, algún autobús o algún camión avanzando penosamente, en uno u otro sentido, lo despedíamos agitando los brazos, con la incierta sensación, también, de que no lo volveríamos a ver nunca más, como aquéllas oscuras golondrinas que nunca volvieron a Sevilla, como glosara su cronista, el poeta Gustavo Adolfo Bécquer.
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Sea como sea, y dejando atrás el tema de Limillán y lo que quiera que pudiera haber sido en siglos pretéritos, lo cierto es que en nuestra iglesia –independientemente de esa parte románica que atrae tanto la atención de historiadores y curiosos hoy en día, como ya he dicho, y que en nuestro caso, parecía que se había volatilizado definitivamente- había los suficientes enigmas, como para escribir un libro. Lo sé perfectamente, porque durante mi juventud pasé muchas horas en su interior, observando todo aquello cuanto me llamaba la atención, y escuchando siempre con mucha expectación las historias de los viejos.

Primera Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-i
Segunda Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-ii
Tercera Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-iii
Cuarta Parte: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-maestro-del-juego-de-la-oca-novela-iv

Sort:  

Me hace gracia imaginar a los niños que jugaban a ser atacantes, como unos pequeños Sísifos, venga para arriba, venga para abajo. El conjunto de rocas solitarias es impresionante, la de cosas que contarían, si pudieran.

Hasta los niños reconocen que el papel de Sísifo no es para ellos, pero muy buena comparación. Ese lugar es extraño. Está situado como a un kilómetro de Señuela y parece el resto de un mundo que perdió el sitio y lugar hace miles de años. Seguramente, la mayoría de sus secretos hace siglos que salieron a la luz, cuando bien de casualidad o por asociación (lugares así, siempre tenían fama de embrujados y de ocultar tesoros) muchas cosas se escabulleron en bolsillos particulares. Pero, imitando a Louí, en Casablanca: siempre nos quedará una buena especulación.

wonderful post

Interesante relato, ne sirvió como nutrición de conocimientos. Un saludo.

Muchas gracias. Siempre resulta útil saber que lo que se escribe pueda interesar. Aunque como siempre digo, todos aprendemos de todos. Un saludo cordial

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