Arthur C. Clarke, aclamado escritor británico de ciencia ficción escribió una vez: «Existen dos posibilidades: que estemos solos en el Universo, o que estemos acompañados. Ambas son igualmente aterradoras». O hay vida allá fuera, potencialmente peligrosa y con la capacidad de eliminarlos con la facilidad con la que destruimos un nido de hormigas, o estamos totalmente solos en un universo infinito, y de quedar extintos por algún evento cataclísmico, el universo se quedaría sin vida inteligente hasta que alguna otra especie evolucione y ocupe nuestro lugar. Probablemente los mosquitos, siempre que logras matar uno aparecen dos más para seguir fastidiando.

Pero hay algunos que creen que ya hemos tenido contacto con estos seres extraterrestres, incluso que viven ocultos en nuestra sociedad, o que han interactuado con nosotros de forma significativa en el pasado. Personalmente respeto estas creencias (hasta cierto punto; es poco probable que las élites mundiales sean secretamente alienígenas reptilianos. Es bastante obvio que son hombres topo del centro de la tierra en disfraz humano, vamos), porque, ¿Quién sabe? Puede que al final resulten tener la razón (desafortunadamente, en caso de tenerla, estaremos muy ocupados sacrificando vírgenes y dándole ofrendas a nuestros maestros del espacio como para darles el reconocimiento que merecen). Una de las teorías más comunes, junto con que abducen vacas y que por alguna razón disfrutan dejar dibujos en campos de cultivo, es que ya han logrado aparearse con humanos, creando híbridos con ADN humano y alienígena y una anatomía que es una combinación de las dos razas. Uno de estos supuestos híbridos es el sujeto del artículo de hoy (sé que te estabas preguntando el porqué de esta charla sobre aliens en un blog de medicina), el llamado «Niño de las Estrellas»:

Misterios Médicos: El Cráneo del Niño de las Estrellas

Nuestra historia comienza hace unos 80 años, cuando una joven estadounidense viviendo en México decidió explorar una mina de carbón abandonada cerca de su pueblo, porque las películas de terror no eran populares en esa época y ella no sabía que en un futuro, la mayoría comenzarían de esa forma. Adentro encontró el tipo de cosas que uno esperaría encontrar en un lugar así: dos esqueletos completos, el de una mujer adulta, y el de un niño pequeño. En lugar de salir corriendo y gritando como una persona normal, decidió llevarlos a su hogar, porque el sentido común y la decencia no fueron inventados hasta la década de los ’80. Los dejó fuera de su casa, y el día siguiente descubrió que una tormenta se había llevado los restos, dejando solamente los cráneos detrás. Los conservó durante el resto de su vida (ahorrándose una buena cantidad de dinero en adornos de Halloween), y luego de su muerte pasaron a la posesión de un hombre estadounidense, quién teniendo gustos más normales, se los regaló a una pareja; Ray y Melanie Young.


Los Young inmediatamente notaron que si bien el cráneo de la adulta era completamente normal, el del niño era grotescamente deforme: la parte superior era exageradamente grande, 400cm³ más grande de lo que debería ser, la cara era proporcionalmente muy pequeña, las órbitas de los ojos eran muy ovaladas, no habían senos nasales frontales, y la parte trasera era aplanada. Lo llevaron a ser evaluado por varios profesionales, entre ellos Lloyd Pye y Mark Bean, quienes al verlo afirmaron que no se podía tratar de un cráneo humano, al menos, no del todo.


Lloyd y su equipo de investigadores propusieron la teoría de que se trataba de un híbrido alien-humano, producto de la unión de una madre humana (el esqueleto femenino encontrado junto a él), y un padre extraterrestre. Esto es respaldado por algunas leyendas de los indígenas que habitan la zona, que cuentan que hace varios siglos, seres provenientes de las estrellas bajaron a la tierra y embarazaron a mujeres de las tribus de la región. Estos niños, denominados «niños de las estrellas», eran criados por sus madres, hasta que luego de unos años sus padres bajaban para llevárselos a su morada en el cielo. De acuerdo a Pye, los esqueletos eran de uno de estos niños híbridos, y de su madre, que al no querer que se llevaran a su hijo se fue con él a una cueva, donde se escondieron hasta que murieron por causas desconocidas.





Es un misterio lo que las mujeres veían en ellos, su labia debió ser algo fuera de este mundo
Se le realizó una prueba de carbono 14 que determinó que ambos restos tenían unos 900 años de antigüedad, y al faltar el resto de las osamentas, no se había forma de saber si el esqueleto del niño presentaba también anomalías. Lloyd Pye sigue defendiendo su hipótesis aún hoy en día, pero, ¿de verdad es posible que se trate de un cráneo al menos parcialmente alienígena? ¿Podemos estar en frente de la prueba de que no sólo hemos sido visitados por seres de otro planeta, sino que han logrado aparearse con nuestra especie? Pues, luego de varias investigaciones, la respuesta a estas preguntas, lamentablemente para aquellos con curiosidad de cómo sería el sexo espacial, es no.

Verán, no sólo se le realizaron estudios de carbono para determinar la edad de los cráneos, también se les practicaron pruebas de ADN, que determinaron que en primer lugar, ambos restos no tenían relación genética, es decir, no se trataba de una madre y su hijo, y en segundo lugar, el niño era decididamente humano del todo, sólo que con una cabeza extraña. Sin embargo, si nos remontamos a la medicina, podemos encontrar la razón de su deformidad; luego de ser analizado por un neurólogo de la universidad de Yale, se determinó que la causa era una enfermedad llamada hidrocefalia, adquirida de forma congénita.

La hidrocefalia es una acumulación anormal de líquido cefalorraquídeo, que normalmente se encarga de mantener el cerebro flotando y pasarle nutrientes, y se encuentra en concentraciones de 100 a 150 ml. Cuando se excede esta cantidad, se producen síntomas como agrandamiento del cráneo, cefalea (dolor de cabeza), náuseas, vómitos, diplopía (visión doble), irritabilidad, somnolencia, y un llanto agudo en los niños en edad lactante. En su forma crónica puede llevar a trastornos del aprendizaje, pérdida de la visión, dificultades motoras, y una pubertad precoz en las niñas. Su causa normalmente es congénita, es decir, de nacimiento, aunque también puede darse por tumores cerebrales que obstruyen el flujo del LCR, alteraciones en su absorción, abscesos o hematomas intracraneales, traumatismos, o infecciones como la meningitis.

Generalmente es bastante fácil de diagnosticar; es algo difícil no notar la cabeza grotescamente hinchada, pero además de basarse en la sintomatología, se puede confirmar que se trata de una hidrocefalia mediante una tomografía axial computarizada, o una resonancia magnética, con la finalidad de observar el incremento en la cantidad de LCR intracraneal. En caso de que sea congénita, se puede detectar durante el embarazo con una ecografía prenatal. Por último, su tratamiento depende del tipo de hidrocefalia que se trate, y de su gravedad. Se comienza eliminando las obstrucciones, en caso de ser esa la causa, para posteriormente eliminar el líquido mediante una sonda que se inserta quirúrgicamente en los ventrículos cerebrales y va hasta la cavidad peritoneal, en el abdomen, donde es absorbido de forma natural. Si se trata de una hidrocefalia del tipo comunicante, en la que el LCR puede fluir libremente entre ambos ventrículos, y no es de mucha gravedad, se puede realizar una punción ventricular o lumbar, y extraer el líquido directamente con una jeringa.





Típico cráneo de un paciente con hidrocefalia, extraño, pero totalmente terrestre.
La hidrocefalia es una enfermedad relativamente seria, pero común, y explica a la perfección las anormalidades en el cráneo del Niño de las Estrellas. Este caso nos demuestra que si bien hay muchas teorías que buscan explicar eventos y situaciones para las cuales no tenemos respuesta, la mayoría se caen cuando son analizadas con el debido método científico; siempre habrá preguntas, pero el hecho de no poder responderlas ahora no quiere decir que en un futuro no se les encontrará una solución basada en la ciencia. ¿Y en cuanto a la existencia de seres extraterrestres? Pues, este caso resultó no tener relación alguna con el tema, pero me gustaría terminar con otra cita de Arthur C. Clarke (soy un fan, lo admito): «Estoy seguro de que el universo está lleno de vida inteligente. Simplemente ha sido demasiado inteligente como para venir aquí»

Referencias:

• El Proyecto del Niño de las Estrellas
• Feder, Kenneth L., «Enciclopedia de Arqueología Dudosa: de Atlantis al Walam Olum», 2010.
• Alteraciones del líquido cefalorraquídeo – Enfermedades e Hidrocefalia
• Hidrocefalia
• Beers, Mark H., et al. Manual Merck de Diagnóstico y Tratamiento, 11va ed., 2007.

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