El Zángano VII


Ilustración




El zángano es una serie de relatos basados en la mítica leyenda urbana del Estado de Mérida, Venezuela, sobre un brujo que absorbe la vitalidad de sus víctimas hasta arrastrarlas al umbral de la muerte.

Relatos anteriores:

I. Judith
II. Judith (continuación)
III. María
IV. Alicia
V. Alicia (continuación)
VI. Matilda

Obras originales realizadas por mí.



MATILDA (continuación)

 
Han sido tan acaloradas estas noches. Desde mi ventana solo entra un aire que me estrangula convirtiéndome en una pila de carne sudada. Mis párpados están hinchados a causa de mis interrumpidas noches de turbantes gritos que congelan el corazón. Mis letargos se han convertido en profundas caídas sin fondo, donde siempre me encuentro en calamitosos episodios de horror, predestinados a querer despojarme de este mundo.

Los empleados de la casa aseguran que cada noche evoco el nombre de mi prima Matilda, como si le guardara un pavor incontenible. Y es así, después de vivir los últimos eventos recientes he llegado a la conclusión que todo ha sido por causa de ella, puesto que la he espiado innumerables veces, y sé que ella, invoca en su recámara conocimientos cabalísticos sigilosos a mi exigua compresión.

De los eventos que he mencionado, solo les contaré tres a continuación, puesto que han sido los peores. Los más impactantes y duros de digerir. Varios empleados han abandonado la casa ya que esto no solo me ha afectado a mí, sino a ellos también.

El primer suceso ocurrió en la cocina de la casa. Sara, la sirvienta que me ayuda todas las mañanas a levantarme de mi cama para colocarme en mi silla de ruedas, me llevó al comedor para que pudiera digerir mi desayuno. Se quedó hablando conmigo unos minutos antes de que Jessica, la empleada que se encarga de preparar la comida en la casa, le diera la señal de servirme el desayuno.

Los minutos se fueron acumulando hasta convertirse en media hora, lo cual era extraño, puesto que el desayuno siempre estaba listo temprano. Sara impaciente decidió ver qué pasaba, y al entrar a la cocina soltó un grito más agudo que un alarido. Yo moví mis manos rápidamente y fui hacia a la cocina con toda la velocidad de mis ruedas, y al entrar, observé a Sara de rodillas en el suelo, con la boca cubierta con sus manos, los ojos envueltos en lágrimas y abiertos hasta el límite, fijados en Jessica, que con agudo impacto observé de que ésta flotaba en el aire. Mis ojos sucumbieron como si se hubieran drenado en blanco y sentía que mi cuerpo se desvanecía.

No sé cuánto tiempo pasó mientras la observábamos suspendida en el aire, pero debió ser mucho tiempo, ya que en realidad, mirábamos despavoridos a una especie de vapor negro que envolvía todo su cuerpo. Vi una máscara blanca, con una nariz muy puntiaguda y larga, posada sobre su cuello, observándonos detenidamente mientras sorbía la vida de su víctima. De repente, alejó su rostro del cuello de Jessica y comenzó a abandonar su cuerpo, deslizándose con sigilo por una grieta en el techo. En ese momento, Jessica dejó de estar suspendida y cayó al suelo al instante desde dos metros en el aire.

En ese momento, Sara y yo despertamos de nuestro shock, y fuimos raudos a socorrer a Jessica. La observamos por un momento, consternados ante su apariencia, la cual, nos causó un horror mezclado con pena. La superficie de su piel presentaba una apariencia seca y escasa de vida, con una palidez alarmante. Sus ojos hundidos estaban remarcados y prominentes, presentando una apariencia cadavérica. Su boca estaba entumida, curiosamente hacia dentro, como si su dentadura estuviese reducida, despojada de sus dientes o algo por el estilo. Intenté digerir su extrema delgadez y el desaparecido castaño color de su cabello, el cual, había cambiado a un rubio opaco y seco parecido al heno.

Todo apuntaba en mi paranoica imaginación deductiva de que aquello fue obra de Matilda. Nuestra casa de crianza se había convertido en un sortilegio, hogar de una criatura parásita que nos acechaba hasta en nuestros pacíficos quehaceres cotidianos. Pensar en subir a mi habitación y estar solo, era para mí algo inconcebible. El miedo se apoderaba de mi cuerpo cada día que pasaba hasta convertirse en la única emoción que emanaba.

Varios días después del horrido suceso, ocurrió el siguiente hecho, el segundo más terrible de toda esta serie de situaciones cabalísticas que estoy relatándoles. Como era lo normal, evitaba a toda costa acercarme a la habitación de Matilda, cuando anteriormente era un ansioso por ver lo que hacía a través de su puerta entre abierta, buscar información sobre los libros que leía y plasmar en arte la posición que tomaba en su silla al leer aquellos libros con intensa concentración.

Trasladé mis cosas a una habitación más pequeña pero más alejada de la de ella, en el primer piso de la casa. El baño solo me quedaba a media vuelta del pasillo y como ya estaba más versado en realizar mis necesidades solo, no necesitaba la ayuda de Sara. Una noche después de despertar de mis sueños habituales y extraños, fui al baño para lavarme la cara y el cuello del sudor. Al entrar, lo primero que encontré fue en extremo insólito. Encontré a una persona inclinada con la cabeza casi adentro en el inodoro. Era Guillermo, uno de los empleados nuevos de la casa. El muchacho parecía desmayado por alguna borrachera nocturna, eso fue lo que pensé al principio. Intenté levantarlo pero era un hombre grande y pesado, y para un inválido de mediana estatura como yo era una hazaña casi imposible de realizar.

Comencé entonces a emplear inútiles esfuerzos por reanimar al desfallecido hombre, dándole palmadas fuertes en la mejilla, y en ese instante, mis manos se detuvieron al percibir un escalofrío que radicaba en la puerta del baño que estaba detrás de mí. Comencé a erguirme lentamente, hasta que me detuve en un punto en que ya no podía más. Sentía una energía que con ignominia recorría el aire del lugar, burlándose de mi estado pasmado por el miedo. Sabía de lo que se trataba, y parafraseé en mi mente una oración sagrada que apuesto que para aquella fuerte entidad era algo tan trivial. Decidí juntar todas las fuerzas de mi valentía, y con un giro de rapidez de mi cabeza, miré hacia atrás para ver con mis propios ojos aquella malignidad.

Lo primero que vislumbré fue una mano larga y nudosa sostenida en el borde de la puerta, que se movía haciendo sonidos retorcidos y perturbadores. Luego comenzó a asomarse poco a poco un cuerpo, cubierto por una vestimenta extensa de plumajes largos y negros, opacados por la suciedad de un aura impía. Y al final, se reveló su siniestro rostro de vástago de la muerte, igual al cráneo de un ave de rapiña. Su terrorífica apariencia era digna tanto de temer, como de analizar. Una criatura antropozoomórfica sobrenatural que recorre las paredes de mi hogar, ¿Qué es lo que buscaba tan temible e imponente ser? Era lo que me pregunté en ese momento y no me faltaban ganas de soltarle la pregunta, pero el terror se apoderó de mi lengua y me enmudeció por completo, y solo me quedé allí, observando.

Al cabo de un rato, la criatura dejó la puerta y se dirigió al otro extremo del baño, donde desapareció por completo atravesando la pared. En ese momento el ambiente turbio comenzó a hacerse más liviano y más agradable al respirar, y el pobre Guillermo, quien estaba aún desmayado, comenzó a despertar. Le ayudé a levantarse y lo acompañé a su habitación. Ese fue el primer encuentro cercano donde pude atisbar a aquella criatura incólume a la perfección. Después de ello me quedé pensando, y a mi cabeza llegaban sin querer imágenes de Matilda posada sobre la ventana. Acariciando las puntas de su cabello negro con picardía. Sonriéndome, como esperando el momento de nuestro enfrentamiento.

Sentía que era ella misma quien me enviaba esas imágenes y las introducía hasta en mis sueños para torturarme, convirtiéndome así, en un esclavo de su enajenación. Y fue entonces, que aquello que se profesaba se cumplió, aquello que siempre había evitado mientras estrujaba mi pecho. El tercer suceso de mi relato, el que “culminó” supuestamente esta pesadilla, se manifestó póstumamente.

Mi mente estaba segada por la demencia, las imágenes cabalísticas se hacían cada vez más hirientes, provocándome repentinos desplomes a mi salud. Un día, en un arranque de rabia, decidí por mí mismo acabar con aquella maldad influenciada por la malicia de mi prima. Tomé uno de los cuchillos de la cocina, el más grande que había, y me dirigí a toda velocidad por la rampa hacia la habitación de Matilda.

Era un día lluvioso y frío de estación invernal, cayendo furioso sobre la ciudad de San Jaén. Al entrar al espacio de aquella bruja maldita, vi sin mucho asombro de que ya estaba esperándome. Sentada en su habitual silla para la lectura, frente a su enorme ventana, observando la tempestad y los hilos de agua que se deslizaban por el cristal. Empuñé el cuchillo con fuerza, listo para insertarlo sin misericordia en su pecho de veinticinco años. Pero algo me detuvo. Un recuerdo de un antaño feliz comenzó a manifestarse como una película en mi mente. Un pasado donde Matilda fue mi hermana y donde compartimos los mejores momentos juntos, después de que nos quedamos huérfanos.

¿Por qué ella era tan cruel? Me preguntaba con lágrimas en mis ojos. ¿Qué es lo que yo había hecho para que ella me despreciara de esta manera? Después de torturarme mucho tiempo con tan horribles imágenes en mi cabeza, ahora utilizaba aquellos puros y bellos recuerdos como arma para prolongar mi extenuación. Jamás la pude perdonar por eso, y más odio sentí por ella, y ella, parecía que no le importaba. Inmutada seguía con la mirada fija en el ventana, observando la impetuosa lluvia y embelesada por su estrepitoso sonido. Yo no hacía nada más que observarla puesto que las palabras no salían de mi boca, una vez más, quedé sin aliento.

De repente, la tranquilidad que parecía perenne en ese momento se quebrantó. Avisté por la ventana desde mi posición que algo negro y gigantesco se acercaba a toda velocidad. Era como un pájaro de alas enormes y extensas, que atravesó la ventana rompiéndola en pedazos, esparciendo los cristales y la tormenta por toda la habitación. Me cubrí con mis brazos ante tal impacto, y me di cuenta, que aquel intruso se trataba de aquella pérfida criatura demoníaca que habitaba la casa. Tomó a Matilda con sus enormes manos parecidas a dos garras grises de zamuro gigante. Matilda solo se dejó llevar, con una sonrisa pronunciada en sus labios, y luego se fue con él, perdiéndose en la bruma de la tempestad. Esa fue la última vez que vi a mi trastornada prima.

Han pasado días desde ese suceso y Matilda aún sigue siendo buscada por las autoridades. Mi testimonio fue el de un simple secuestro, omitiendo obviamente los sobrenaturales detalles, que parecieran sacados de un demente o de un cuentista de ficción. No he sabido más de Matilda, y nombrarla para mí, es el equivalente a exhalar repulsión. Una noche desperté después de tener una serie de pesadillas, y al mirar al pie de mi cama, encontré una pluma larga de zamuro manchada de una inusitada suciedad.





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Desde mi ventana solo entra un aire que me estrangula convirtiéndome en una pila de carne sudada

Esto me dio gracia...imagine cuanto... literal, esta haciendo tanto calor como ahora y siento que se me esta derritiendo el cul.

Matilda, Matilda! qué mala eres!

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Me encantan estos relatos, hacen que la imaginación vuele a 1000 mientras se lee.
Genial post. Saludos

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Muchas gracias, saludos.

Excelente narración, con personajes muy interesantes, aunque sólo uno está realmente en acción , los otros, los referidos dependen de su visión de los acontecimientos.
Me gustó mucho.

Muchas gracias, por leer y su comentario, siempre me ha gustado narrar desde el sentido del "yo". Saludos.

Un cuento muy bien escrito y estructurado, @universoperdido, con una atmósfera de suspenso y terror, sostenida, sobre todo, en una descripción eficaz. Saludos.

PD: Un detalle: ¿por qué en este caso hablas de imágenes cabalísticas?

Gracias amigo @josemalavem es un placer contar con sus comentarios analíticos.

En cuanto a tu duda, yo utilizo el termino "cábala" porque es así como se emplea en el imaginario de nuestra sociedad actual. Sabemos que tiene un concepto distinto en el esoterismo y ocultismo, pero la gente lo relaciona con todo aquello que tiene que ver con brujerías y sortilegios, y el personaje narrador, no es la excepción. Saludos.

El ambiente, los personajes, su historia familiar, el elemento sobrenatural y un buen final; tienes todos los elementos propios del género para un relato excelente. Y éste lo es. Sin embargo, tengo una observación y una propuesta. La primera es cuida la sintaxis. Unir proposiciones, emplear "en" donde no hace falta, o algunos sustantivos redundantes, pueden quebrar la atmósfera del relato. Son detalles pequeños, pero indispensables para conseguir un impacto total. La trama no lo es todo.
Lo que no es indispensable es la propuesta que haré, aunque podría resultar interesante que la consideraras. El terror es un género que se presta para adjetivar, a veces excesivamente, acabando en barroquismo. En esos casos, el miedo, la tensión buscan imponerse al lector, generando un rechazo casi espontáneo; pero si se disminuye esa saturación de adjetivos al mínimo y se emplean otros recursos, se puede lograr que la atmósfera de miedo nazca en el lector, quien al sentirla como suya (pues, ha manado de él como "propia") se entrega totalmente al relato. ¿Un ejemplo? la imagen con la que cierras el relato muestra una verdad que no es enunciada de forma expresa en lo verbal. Trata de explotar eso.
Tienes talento para estas historias, felicidades. Saludos y gracias por compartir.

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