Quinientos gramos
Él era su tercer hijo, el más pequeño, el que casi no sobrevive, el que estuvo más de diez minutos entre la vida y la muerte, más de dos meses en una incubadora sorbiendo hálitos de vida y ganarle, día a día, unos gramos a la vida.
Al entregarle el paquete, lo miraba, le temblaba la mano al dárselo, se quedaba en silencio mientras él abandonaba la panadería y sonreía cuando volvía antes de cerrar.
Ella sabía que un día no regresaría y sabría que se lo habían matado, como a un perro, en cualquier esquina del barrio, para robarle los quinientos gramos de farlopa que había en el paquete.
«Así era el negocio y las cuentas hay que pagarlas. De hacer pan no se vive, querida.»
Le dijo su segundo marido cuando perdió a su primer hijo. Aún le quedaban dos de sus hijos en la lista.
Fuente de la imagen: Pixabay
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Muy actual este tema cuando la cocaína, que supongo en canario es farlopa, ha penetrado los valores de las familias y han creado al estilo de la mafia siciliana, una descendencia antisocial.
Sí, la cocaína está muy presente en las sociedades occidentales y está haciendo mucho daño.