El fin del Mundo.

Cada vez que prendía su computadora se encontraba sumamente ansioso pues desaba encontrarse con aquel correo electrónico que le confirmara lo que él había llegado a considerar su única salvación. Hacía tres respiraciones antes de dar el ‘click’ que le llevaba a su bandeja de entrada. En ese par de segundos revisaba mentalmente que ya todo estuviera dispuesto, visualizaba su ‘survivor pack’ mientras sus dedos realizaban con pequeñísimos impulsos las acciones necesarias para manipular todas aquellas herramientas, casi siempre terminaba apuntando súbitamente una supuesta pistola a algún enemigo imaginario. Si el correo no aparecía simplemente soltaba el aire con pesadumbre pensando que estaba condenado; lo único que lo consolaba era que lo estaría acompañando en aquella condena prácticamente toda la humanidad. Simplemente cerraba su correo y se dirigía al ‘videotube’ para seguirse informando en los canales en que estaba suscrito para enterarse sobre las últimas noticias del “Fin del Mundo”.

La desconfianza producida por los frecuentes “colapsos financieros” y las próximas “guerras nucleares” le había llevado a comprar varios lingotes de oro que tenía bien escondidos en un hoyo bajo su cama, aún no sabía exactamente lo que haría con ellos después del cataclismo pero estaba seguro de que aumentarían su valor extremadamente. Pensaba desde hace días cómo cortar ese oro en pequeños pedazos mientras abría el compartimento secreto en el que tenía todo su equipo post-catástrofe. Siempre que veía su reflejo amarillento en aquellos lingotes se decía a sí mismo, —sobrevivirás. Había pensado también en la posibilidad de un ‘bunker’, así fuera uno colectivo, y para ello había estado comentando en varios foros y canales del ‘videotube’ pero o bien no contaba con el recurso suficiente para algunos que estaban a la venta o simplemente no le pasaban información verificable sobre otras posibilidades. Hasta que un día en una de sus tantos comentarios alguien con el usuario _paraiso respondió, “Coméntenos su caso aquí mismo en palabras breves y sinceras, nosotros podríamos ofrecerle un espacio después de evaluar su situación, déjenos un correo para contactarlo”.

Aquella mañana todo fue distinto al ver el asunto de un nuevo email, “Paraíso”; con el contenido, “Hemos confirmado su solicitud, su sitio está reservado. Tiene usted 48 horas para presentarse o de lo contrario olvidarse definitivamente de este lugar. Este mensaje se destruirá en una hora. Asegúrese de copiar la siguiente ubicación y llegar a tiempo. Esperamos verlo pronto. Saludos cordiales”. Leyó aquel correo por lo menos veinte veces, durante largo tiempo sólo posó sus ojos encima de esas letras con la mente en blanco, hasta que del fondo surgió la voz que lo despertó del letargo diciéndole, —haz un ´screenshot’. Y así lo hizo. Fue a buscar aquella ubicación en otra página, averiguó cómo llegar, tendría que tomar un avión y hacerlo pronto, pensó, pero ya tenía todo listo. Cuando regresó al email, este ya había desaparecido. Suspiró y se fue a buscar algunas páginas de aerolíneas. Después de haber comprado su boleto, que salía en seis horas, pensó si no sería todo una broma; sería una muy cara por todos los permisos que acababa de pagar para poder viajar con sus armas. Lo meditó un poco y luego regresó al ‘videotube’ sólo para decir en vibrante voz alta, —¡lo he conseguido! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

Viajó hasta aquel otro país, tenía suerte de que hablaran la misma lengua, así que pudo entenderse bien con taxistas, camioneros y por fin el carretonero que lo dejó en el lugar exacto. Había venido sorprendiéndose de aquel paisaje tan lleno de olores y sonidos que de tan naturales le resultaban distantes y sobre todo aquel sol, se abrazaba apretado a su ‘survivor pack’ mientras imaginaba como iría a cambiar aquel paisaje tras el apocalipsis; y a aquel viejo carretonero, ¿qué le iría a pasar?, ¿por qué no estaría en el ‘bunker’?, pensaba. Faltaba tan sólo un par de horas para que se cumpliera el plazo cuando llegaron, inmediatamente vio llegar por una vereda a un muchacho sonriente se despedía del carretonero mientras este seguía su camino.

—Qué bueno que ha llegado _prepared-survivor9/11, lo estábamos esperando. Bienvenido a “Paraíso”. Sígame, tendremos que caminar un rato hasta casa de mi tía. Veo que no trae gorra, tome, le presto la mía.

Aparte de la pregunta y correspondiente negativa sobre si había internet, no dijeron palabra mientras caminaban, venía pensando si todo esto no sería peligroso, aunque se consolaba diciendo que venía preparado a cualquier cosa, ya había logrado dejarlo todo atrás, esposa, trabajo, vivienda. Sus técnicas de combate corporal y con objetos punzo-cortantes le pondrían a salvo de tan flacuchos secuestradores. El muchacho sólo lo miraba sonriente como comprendiendo plenamente el lío en aquella cabeza.

La Tía era una mujer de unos setenta años, morena y fortachona, uno diría que fue guapa. Simplemente le dio instrucciones sobre su habitación, sobre asuntos de limpieza y quehaceres en la casa, en la granja y en el huerto que le habrían de tocar, horarios de alimentos, de irse a dormir y de despertar. Advirtió que tendría que entregar pistolas u otras armas, pero eso sería cuando estuviera listo y nadie lo iba a presionar pero eso sí, que no se olvidara porque se lo iba a recordar. Tienes un día para acoplarte, comenzarás a trabajar al otro día —le seguía diciendo— En su momento conocerás al “Tío”, ese loco no sabemos cuándo se aparecerá.

Pasó el primer mes y mientras cooperaba con la tía y el muchacho se la pasaba preguntando por el ‘bunker’ y las técnicas de supervivencia nuclear con las que contaban, cuántos serían los “residentes”, si se estaba almacenando suficiente alimento y cuáles eran las técnicas de conserva, si contaban con medicamentos, si habían visto los últimos informes en el ‘videotube’ pues las últimas fechas que supo sobre el final siniestro estaban cerca. La Tía solamente sonreía mientras le decía que todo eso estaba bajo control y cuando simplemente ya no quería seguir con el juego decía, —Tú síguele explicando, muchacho. Y el muchacho sí que se divertía enredándose bien con teorías conspirativas cada vez más inverosímiles y absurdas que siempre terminaban en la misma sentencia: “Lo que sí puedo decirte, es que creo que quieren acabar con la salud del planeta”.

Así pasaron los meses y ya no preguntaba nada a no ser sobre cosas de la siembra y la cosecha; ya que había sobrevivido hasta el momento suponía que la Tía y el muchacho estaban mejor informados. Se había vuelto un experto con las plantas y lo que les pasaba en cada estación así como a los animales. Pasaba bastante tiempo con el muchacho ya prácticamente sin hablar de conspiraciones y había decidido ser el preferido de las vacas, chivas y borregas en competencia con él a la hora de la ordeña y el pastoreo pero en cuanto a algunas chicas del pueblo cercano ya comenzaba a darle consejos. Un día en su recamara, vio sus pistolas guardadas en aquella ‘survivor pack’ de la que ya no se acordaba y se dijo a sí mismo, —mañana se las doy a la Tía.

Ya habían pasado cerca de dos años y sin darse cuenta había aprendido a pasar solo largas temporadas perdido en el monte, sin ninguna mochila, con la única compañía de sus propias manos. Pensaba en quedarse ahí para siempre sin recordar más a donde iba y lo que al mundo iba a pasarle. Un día regresó de una de esas salidas y se encontró a otro hombre en casa de la Tía, todo regresó a su mente de manera súbita y el motivo de su viaje. Tranquilo hijo —dijo la Tía sonriendo—, te dije que algún día conocerías al “Tío”, sólo que eso sí te digo, este no es mi esposo, pero lo que es su historia él mismo te la va a contar. Y saliendo con el muchacho los dejaron solos. Ellos se miraron largo rato.

—Así que tú eres _prepared-survivor9/11, te imaginaba más joven. Supongo que te imaginarás quien soy yo.

—Tú eres _paraiso.

—Así es, pero ahora puedo volver a ser Miguel y quedarme por acá o por allá yo que sé. ¿Sabes que yo era igual que tú?

—Sí. Y también sé que ahora yo seré igual que tú.

—Y sobre el ‘bunker’…

—No es necesario mencionarlo.

—Eres muy bueno. A mí me tomó más tiempo entender esta conversación y todo lo que estuvimos engañados. Por eso me esmeré en elegir a la persona correcta, me alegro de que hayas sido tú. Ahora tienes que volver al mundo y buscar a ese alguien que esté al borde de aquella locura. Allá tendrás que ser un tiempo el “paraíso” y aquí el “Tío”. Te tengo que dar la contraseña.

Se dieron un fuerte abrazo, fue después a despedirse de la Tía y el muchacho, agradeciéndoles y jurándoles un próximo encuentro.

¿Qué hago con tu mochila? —Dijo la tía, sonriente como siempre— Disponga de ella como quiera, use lo que tiene adentro, o entiérrelo, yo ya no quiero saber nada de ella. —Dijo el sobreviviente mientras emprendía el rumbo por la vereda.

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@LeVeuf

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