Fiorella y Adam — Capítulo 6.
Saludos Steemians. Hoy les traigo el capítulo 6 de esta historia que he decidido titular "Fiorella y Adam", sobre el amor de dos jovenes enamorados. En el capítulo anterior Fiorella y Adam logran escapar del castillo. Les recomiendo leer los capítulos anteriores para que puedan ponerse al día con esta fantástica y envolvente historia.
Fiorella y Adam — Capítulo 1
Fiorella y Adam — Capítulo 2
Fiorella y Adam — Capítulo 3 | La carta de Adam
Fiorella y Adam — Capítulo 4
Fiorella y Adam — Capítulo 5
Los jóvenes enamorados huyeron durante semanas, y lograron escapar de los jardines luego de cuatro días. Comieron uvas y cerezas que podían arrancar de los arbustos. Adam había planeado huir al sur y construir una choza cerca del mar, vivir de la pescadería y poder ser feliz toda la vida junto con Fiorella. No se detuvieron más de medio día en ningún lugar. El tiempo apremiaba y sabían que Rea los estaría buscando. En cuanto comían algo y descansaban emprendían de nuevo su huida.
Una vez abandonaron los jardines de Florelia y se adentraron en La Tierra de Nadie, Fiorella cayó enferma. Al principio era una debilidad generalizada que se fue agudizando a medida que se alejaban del castillo. Adam trataba su malestar lo mejor que podía, pero su estado empeoraba con el pasar de los días. Adam no entendía que pasaba y no dejaba de preocuparse por ella. En las noches no dormía cuidando del sueño de Fiorella. La debilidad fue acompañada por fiebre, y luego de la fiebre vinieron las alucinaciones, luego de las alucinaciones el vómito, vomito que incluía sangre en ocasiones. Por todo el cuerpo de Fiorella salían llagas supurantes que Adam no sabía cómo tratar. Cada día avanzaban menos y de seguro Rea estaría cerca de ellos. El asunto era más peligroso si traían consigo a Blaine, el perro de Dax que era un rastreador experto, el mejor de Florelia, tal como Rose había sido el más astuto.
Fiorella estaba muy agotada y ultimada, Adam no tuvo más remedio que salir del camino planeado y dirigirse a un lugar donde resguardarse hasta que el estado de Fiorella mejorase. Se desviaron y fueron cerca de un risco, allí estarían el tiempo que necesitase su amada para recuperarse. Bajo el risco se extendía el inmenso mar. Muchas rocas como espadas sobresalían en la superficie del agua. Una suave brisa llegaba desde el norte. Adam se arrodilló al borde del precipicio y empezó a rezar por la salud de Fiorella.
Sin advertirlo, un cuerpo se acercó a su espalda. Pensó que Fiorella había mejorado y venía a rezar con él.
–Parece que la amas mucho, hijo mío –la voz monótona de Rea le llegó como una espina de limonero en los tímpanos.
Se levantó encontrando el hermoso rostro de la bruja parada frente a él. Vestía de negro cubierta por la clásica una túnica marrón que llevaba como demonio del averno. Miró a Adam. Los rayos del sol resaltaron el amarillo de su espesa cabellera. Detrás de ella encontrase un preocupado Dax, con sus habituales pantalones caqui, y una chaqueta roja de tirantes desde sus hombros hasta la cintura. Entre sus brazos traía un cuerpo gigante envuelto en mantas.
– ¿¡Por qué madre, por qué no nos dejas en paz!? –Gritó Adam –Fiorella está muy enferma ¿Por qué no me ayudas? –su voz se quebró y una lágrima corrió por su mejilla.
Rea puso una mano sobre el hombro de Adam. Volteó a ver a Fiorella que se encontraba acostada sobre el suelo a unos metros de allí, su vestido rojo estaba sucio, y su hermoso cabello negro tenia pintas verdes de la hierba. Adam le había hecho una choza con ramas y grandes hojas de palma que había encontrado en el camino.
–Si quieres salvarla, llévala al castillo –dijo Rea sin expresión en el rostro.
– ¡Eso no! –respondió Adam. Fiorella se retorcía.
Enfrentó la mirada de Rea buscando alguna posible cura en ella, pero no encontró nada. Solo maldad.
–Ha muerto –La voz de Dax se entrecortó y empezó a llorar como un chiquillo apretando el bulto que traía entre sus brazos.
–A nadie le interesa tu perro, Dax –dijo Rea. – Échalo al mar para que no estorbe. Fiorella va morir si no regresa –continuó –Ella pertenece a los jardines de Florelia y los jardines ahora le pertenecen.
Dax se apartó y jadeó incontrolablemente mientras apretaba contra su pecho el cadáver de Blaine.
–Ella ha enfermado y eso es todo. Yo la amo y ella me ama, y seremos felices –espetó Adam – ¿Por qué no puedes entender eso? ¿Por qué la reina ni pudo entender eso?
–La reina ha muerto por estar a favor de su amor. –suspiró Rea.
Adam no respondió. Su cara de desconcierto invitó a la bruja a continuar. Rea se acercó a Fiorella que se estremecía sin control en el suelo. Vomitó de nuevo, esta vez con más sangre. Adam se estremeció y siguió de cerca a Rea, pendiente de su próxima acción, cual guardián que había jurado ser.
–Los jardines de Florelia han empezado a morir desde que se ha ido. –dijo Rea mientras le acariciaba la espesa cabellera negra. –Sin las flores principales, el jardín muere.
– ¿¡Y por qué ella también está muriendo!? –gritó Adam con voz quebrada por el dolor.
Dax se sentó a llorar al borde del risco. Seguía abrazando a Blaine, llorando con inaguantable dolor. A la distancia, parecía solo un bulto sobresaliente sobre la superficie.
Rea se levantó y caminó pesada hacia el risco. La túnica ondeaba al son del viento. Adam la siguió como sombra que se niega a desaparecer incluso cuando el sol se ha ido. La tomó del brazo y la encaró mientras la brisa afilada le aruñó la piel.
– ¿¡Por qué está muriendo!? –Insistió.
–He conjurado las Flores Veraniegas para que todo aquel que vaya en contra de mi voluntad muera. –dijo al fin la bruja. –Si Fiorella no regresa en menos de dos días al castillo, va morir. –Su sonrisa malvada destelló a la luz del sol poniente. Dax escuchó aquello tan claro que apenas tuvo tiempo de asimilarlo.
Adam cayó de rodillas al suelo con lágrimas corriendo a raudales.
–La reina… tu hermana. Tú la has matado –comenzó. –Fiorella… ¿¡Por qué!? –Gritó -¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? –golpeó una y otra vez el suelo con sus puños. –Yo la amo. La amo demasiado. No quiero que muera. No me hagas esto por favor. –miró a la bruja con ojos cristalizados llenos de lágrimas. –No podemos regresar a los jardines en menos de dos días. Estamos a semanas de allí. Te lo suplico, si ella vive desapareceré de su vida, pero que no muera. –Se puso a los pies de Rea –Te lo ruego.
Rea metió la mano en la túnica y sacó una Flor Veraniega. La conjuró agitándola en el aire lentamente.
–Qué quién te coma reciba salud –dijo y se la ofreció a Adam que cuándo estuvo a punto de tomarla se la apartó de sus manos. –Antes debo asegurarme que no te acercarás más a ella. –Lo miró con una triste sonrisa –debo pedirte que te lances del risco, hijo mío.
¿Quéeee? Dios mioooo, me muerooo. ):
No mueras aún, todavía te queda un capítulo por leer.
Que madre tan malévola!
Ciertamente lo es.
wooooww