Fiorella y Adam – Capítulo 2.

Fiorella no dejaba de dar vueltas en su habitación sosteniendo la carta que le había dado Adam hacía ya tres semanas. Se había tardado más de lo habitual en enviarle una respuesta, pero con Rea observándolos tan de cerca era mejor pecar de precavidos y Adam se destacaba por hacerlo. Aunque a veces Fiorella se angustiaba, sabía que su amado lo hacía por el bien de los dos, y siempre conocía el momento preciso para hacer las cosas. Confiaba en un estúpido gato para hacer sus encargos, y esto no era de su agrado, sin embargo Rose nunca había fallado en ninguna de sus entregas, y ella misma había empezado a tomarle cariño al infernal cuadrúpedo. Esa mañana, pese a todo, la puerta se abrió y el gato no entró. Era uno de los criados con su inmaculado uniforme blanco empujando el carrito con el almuerzo. Fiorella suspiró y se aproximó a recibirlo.

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–Buenas tardes, Princesa Fiorella –saludó el criado.

–Buenas tardes, Tim –respondió Fiorella.

–Esta tarde se le ha preparado de nuevo su plato favorito, señorita. –Destapó los platos sobre el carrito, el pescado aún ardía y el olor envolvió la habitación. –Es pescado asado bañado en salsa de flores Veraniegas.

–Gracias Tim –Fiorella hizo una discreta reverencia. –Es una pena que flores tan bellas deban morir por cumplir los gustos de una niña malcriada.

–Se merece eso y más, princesa –respondió Tim, con cierta monotonía –gracias a usted Florelia tiene los jardines más hermosos del oeste. Su madre dice que si no fuera por usted esto sería Huesorelia.

Fiorella sonrió. Sabía que su madre la consideraba la persona más importante del reino, pero a ella eso no le importaba.

–Mi madre exagera –dijo mientras se sentaba en la mesa del centro de la habitación.

–Quizá lo haga un poco –respondió Tim, mientras le servía la comida. –Pero es usted una persona muy importante, princesa. ¿Si no por qué la tendrían aquí encerrada todo el tiempo?

–Ahora los prisioneros somos personas importantes. –bufó.

–No lo tome a mal, señorita. –Buscó en los cajones del carrito y sacó las servilletas, el jugo de frutas y el agua. Lo sirvió junto al pescado –Su madre solo quiere protegerla.

– ¿Has visto a mi madre, Tim?

–Últimamente no princesa. Se dice que ha estado algo enferma, un virus nada más, pero los ancianos insisten en que debe ser cuidada. Listo, su almuerzo está servido. Disculpe la demora señorita, pero el gordo Dax anduvo por los pasillos. Ya sabe como siempre anda buscando a un gato, aunque creo que esta vez lo encontró porque se había escondido dentro del carrito el condenado.

Fiorella se sintió abatida, como si caminara en un valle de huesos. No porque su mamá cayera enferma, sino porque el gordo Dax había encontrado al gato de Adam, y si eso realmente había pasado, toda esperanza de un encuentro estaban desechadas. Dax le entregaría el gato a Rea, y esta leería la carta y Adam sería expulsado del castillo, maldecido por su propia madre.

– ¿Puedes dejarme sola mientras como, Tim? –preguntó Fiorella al borde las lágrimas.

Tim hizo una reverencia y salió de la habitación. Fiorella perdió todo el apetito y sentía como se le oprimía el estómago. No soportaba la idea de que Adam fuera expulsado del castillo por su culpa, por culpa de su amor. Las lágrimas empezaron a caer sobre la mesa y un jadeo pausado le entorpecía la respiración. Tomó una de las servilletas y se enjugo las lágrimas. Y ahí estaba.

Entre las servilletas había un pedazo de papel que destacó del resto. Tenía el sello del Girasol. Era la carta de Adam.
Fiorella corrió a su cama y sacó de bajo la almohada la última carta que había recibido, y leyó la última línea como quien repite la línea final de una obra de teatro cuya continuación será en breve para recordar como terminó la escena anterior.

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“Falta poco, mi bella flor, para nuestro reencuentro. Espera de nuevo a Rose, yo sabré cuando enviarlo. Te amo, te amo, e impaciento de verte, amada mía.
Adam”

Leyó tanto aquella última carta que la sabia de memoria, pero aun así le gustaba leer la letra de su amado. Era como si pudiera verlo escribiendo cada palabra en un momento atemporal en su mente. Un momento que nunca acababa y que atesoraba con cuidado en su imaginación. Sin dejar de pensar en el joven rostro de su amor, abrió la nueva carta que tenía en sus manos. Rompió el sello de girasol con sumo cuidado. Quería que la carta quedase tan intacta como la había recibido. Cada carta que Adam le enviaba era una pintura la cual cuidaba porque desconocía cuando sería la próxima. Abrió la carta y observó la hermosa letra con la que escribía Adam. Luego de revisarla de arriba a abajo la leyó con la voz de Adam en su imaginación.

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En el próximo capítulo publicaré la carta de Adam. La subiré mañana y espero que la puedan disfrutar. Gracias por estar de nuevo acá leyéndome. Un saludo.