El descubrimiento (Cuento) Quinta parte

Pasaron tres meses antes que se decidiera a procesar esa información, todavía con cierto grado de despecho ante la considerada fallida expedición.
Lo primero que lo impactó fue el tipo de sangre de los habitantes, el cual no coincidía con ninguno antes conocido, el antígeno desconocido que poseían no estaba entre los que hasta ahora habían sido descubiertos por lo que su curiosidad volvió a crecer y contactó a un amigo hematólogo y este se lo confirmó, solo que él no dio detalles del origen de la muestra y este le respondió categóricamente.
-Esta sangre no es de un ser humano.
Estudió todos los exámenes y no existía nada anormal en los habitantes de la aldea.
Biológicamente todo era común, aunque los órganos no reflejaban la longevidad del individuo y la ausencia de células T en la sangre imposibilitaba tomar este método para calcularla, los huesos reflejaban edades mayores de las aparentadas, por lo que había una gran contradicción en esto.
¿Cómo un hueso de 80 años puede mantenerse tan sano y fuerte como uno de 30?
Recordó acerca de la hipótesis de la alimentación y repasó los escritos de Norberto, el nutricionista de la expedición, y en ella se documentaba que la dieta mayoritaria de estas personas eran vegetales e insectos, siendo el consumo de carne muy escaso y mayoritariamente era de aves y roedores.
Si bien es cierto que el aporte de calcio de los insectos era innegable y comprobado, el consumo de esos en el continente asiático era común y en nada incidía sobre la longevidad, o el tener huesos más jóvenes que el resto de pobladores del mundo por lo que descartó que esto fuera la causa, le quedaban entonces los vegetales y las carnes y recordó lo del árbol de la vida ya que el fruto era parecido a una nuez y este tipo de frutos también aportaban buenas cantidades de calcio.
¿Habría plantas similares en las cuevas?

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