La serie #IdolosLiterarios está concebida por @cristiancaicedo como un espacio para mencionar y analizar algunos de los autores y libros que lo han marcado de alguna manera, a lo largo de sus años como lector y escritor. Todos los steemians son bienvenidos a participar dejando sus comentarios y aportes al final de la publicación.

Paul Auster es uno de los mejores escritores estadounidenses de las últimas décadas. Algunas personas lo llaman el Norman Mailer de su generación. Yo creo que es aún mejor. Tiene una prosa limpia y un estilo efectivo que atrapa al lector y muchas veces consigue hacer que se sienta como el verdadero protagonista de la historia.

No recuerdo haber hablado con nadie más sobre este autor, o haber conocido a alguien que lo haya leído y le haya gustado como a mí, así que Paul Auster permanece en mi vida como esas cosas que tienen un regusto especial, por ser exclusivamente propias. Sé que llegué a su obra, como producto del azar y de la economía, pero prefiero no dar tanta importancia a este segundo elemento, en honor a la fascinación del autor por el primero. En una época en la que en Venezuela no sólo se podía, sino que era cotidiano, adquirir libros en las librerías, estos establecimientos lanzaban promociones, precios especiales y las editoriales bombardeaban el mercado con ediciones de bolsillo, accesibles para el público. Entre esos formatos prácticos y de buen precio, descubrí muchos títulos de Auster en la colección Booket de Editorial Planeta.

Varias de las sinopsis llamaron mi atención y como eran libros económicos y había comenzado mi fiebre lectora, compré unos cuatro o cinco de una vez. En ese formato leí La trilogía de Nueva York, Tombuctú, El país de las últimas cosas y dos de mis favoritos: La invención de la soledad y El cuaderno rojo. Sin embargo, fueron lecturas dilatadas en el tiempo y que se intercalaron con otras obras, del mismo autor y de otros, por lo que el gusto consciente por la prosa de Auster lo sentí más tarde.

Un elemento que siempre está presente en las ficciones del escritor norteamericano es el azar. En varias oportunidades, Paul ha contado cómo el azar ha sido determinante en su vida. En una excursión escolar, un relámpago impactó a un compañero de clase que estaba a pocos pasos de él y el niño murió; como hombre adulto, en medio de una difícil situación económica, justo cuando estaba llegando al fondo, su padre murió y eso le salvó la vida, permitiéndole vivir sin preocupaciones un par de años gracias a la herencia recibida; una llamada telefónica de un número equivocado inspiró su primera novela, Ciudad de cristal y años más tarde recibió otra llamada telefónica de una persona que buscaba a un hombre con el mismo nombre de su personaje principal. No era una broma, sólo una casualidad. Muchas de estas anécdotas son contadas por él en Experimentos con la verdad y El cuaderno rojo, el cual he releído un par de veces.

Algunos de sus libros

Por eso, el azar está tan presente en sus creaciones literarias. No lo usa como una herramienta para forzar coincidencias en la trama de una historia, sino para expresar que la realidad es así, a veces supera a la ficción en lo relacionado con las casualidades. Tal es el punto de partida de Ciudad de cristal, primera parte de La trilogía de Nueva York (tres historias un tanto desiguales en estilo y donde destaca la primera), o en Leviatán, acaso mi favorita del autor, en la que Benjamin Sachs, un hombre mayor y tranquilo, se transforma en un terrorista perturbado que explota las réplicas de la estatua de la libertad, por una serie de coincidencias que lo empujan en esa dirección.

Tombuctú cuenta la historia de un perro, desde su perspectiva, lo cual resulta sumamente interesante y poco común; El país de las últimas cosas es una especie de trama post apocalíptico en el que la humanidad lucha por la supervivencia en un entorno urbano y Un hombre en la oscuridad, otra de las novelas que más he disfrutado del autor y cuya sinopsis es, más o menos esta: un hombre, August Brill, ha sufrido un accidente y se está recuperando en casa de su hija. Como no puede dormir, inventa historias y en una de ellas imagina a Owen Brick, un soldado que despierta en una trinchera. Estados Unidos está en medio de una guerra civil interna (el 11-S no ha ocurrido, ni la guerra de lrak) por lo que el país lucha contra sí mismo en una especie de nueva guerra de secesión y la única manera de acabar con esa guerra es asesinando al hombre insomne que la ha inventado y la perpetúa cada noche: August Brill. ¿Una ficción en la que un personaje debe asesinar a su creador para acabar con una cruel guerra? ¿cómo se le ha ocurrido? ¿acaso no es una genialidad?

La intervención del azar y los juegos metaficcionales, además de las conexiones entre varios de sus libros, son algunas de las cosas que más disfruto al leer a este autor. Si tienen la oportunidad de leer algo de Paul Auster, pueden comenzar por Ciudad de cristal o El cuaderno rojo, ambos libros muy cortos; o les puedo recomendar mis dos favoritos: Leviatán, con la historia de Benjamin Sachs y La invención de la soledad, la cual según Miguel Sánchez-Ostiz, y yo coincido plenamente, es "Una emocionante reflexión sobre la paternidad y sobre la muerte, sobre el ejercicio de la memoria y de la escritura". La novela más reciente de Auster, 4 3 2 1 responde a la pregunta ¿Y si hubieras actuado de otra forma en un momento crucial de tu vida? y el autor confesó "Siento que he estado preparándome toda la vida para escribir este libro", lo que no hace sino aumentar mi decepción ante la imposibilidad de conseguirlo acá en Venezuela, pero espero poder leerlo algún día. Mientras tanto, puedo releer los que tengo, comenzando con... con el primero que se me cruce en frente.