El Guerrero Jaguar - La prueba de la montaña, parte 3

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-¡No puedo dormir!-expresó Oscar, unos de los amigos de Carlitos. -Deberíamos salir e ir por las chicas, ¡No esperar aquí!-, y agitó los brazos ansioso.

Rony quería dormir tranquilamente, pero los murmullos, el movimiento en la carpa y algunas risas de afuera le dificultaban el sueño.

-¡No te hagas el dormido Rony!- espetó Carlitos, que clavó la mirada en Rony, -¡sé que te haces el dormido!-añadió y le golpeó con el pie.

-¡Déjame!-gruñó molesto, se revolvió en el sleeping fastidiado.

-Déjalo- dijo Oscar, observaba lo que sucedía afuera. -Héctor no ha vuelto, seguro disfruta de una buena noche- comentó con envidia, resopló varias veces como un burro.

-Si, es lo mas seguro ¡Es un condenado!- resopló Carlitos, golpeó repetida veces el suelo frustrado.

Rony apenas podía ver en la oscuridad, pero veía moverse inquietas las sombras de sus dos compañeros, abrían repetidas veces el cierre de la carpa para ojear afuera, por consecuencia entraba el aire helado de la noche.

-¡Dios déjenme dormir!- ordenó e intentó acomodarse en la carpa lo mejor posible.

Sintió la mirada asesina de los dos en su espalda, pero los ignoró. A la final ninguno salió esa noche. A la mañana siguiente no apareció Héctor, ni la chica con quien se había ido a pasear por el bosque.

-¿Será que se perdieron en el bosque?- argumentó Carlitos, embozó una sonrisa burlona a sus compañeros.

Se encontraban en la cafetería, en ese instante repartían el desayuno. Consistía en unas sabrosas arepas de queso y jamón.

-¡No digas eso por dios!- exclamó Elena, la misma chica morenita que tenía desde el comienzo del campamento viendo a Rony, -salió una expedición en su búsqueda, ojala los consigan.

Elena en la noche anterior se había presentado ante todos, especialmente ante Rony. Ahora aprovechaba las ocasiones para hablar con él. Aun así, Rony dudaba que ella estuviera interesada.

-Aun así, ustedes quieren salir esta noche- les recordó Rony de forma tosca, los miró levemente a cada uno y volvió a lo suyo.

Elena le paso un desayuno de más, lo aceptó gustoso. La sonrisa que perfilaba de los labios de la muchacha tenía un tono incitador.

-Yo salí anoche y no me paso nada- arguyó Boris, le guiño el ojo a un recreadora que pasaba delante de ellos.

-¡Que envidia!- señaló Carlitos con desdén. -Había una rubia que quedamos en vernos, capaz por no ir, ya no me hablara- se quejó abatido, sus ojos iban hacia Rony, que dirigía su segundo desayuno como si nada. -Tiene unos pechos grandiosos.

Entre la bulla Elena se volvió acercarse.

-¿Por qué no quieres salir?- le preguntó a Rony, lo hizo en susurro como para que los otros no escucharan.

Fue un gesto que agradeció en silencio. Aunque cada vez que la chica le hablaba dulcemente, se cohibía, muchas veces le costaba responder.

-Sentía una mala vibra- respondió encogiendo los hombros, -la noche es para dormir.

Elena se le contempló pensativa, rió disimuladamente. Entre sus risitas se aproximó hasta su oído.

-Si quieres mmm… esta noche te enseño que no es solo para dormir- susurró con una actitud de seguridad que lo dejó estancado.

El pan se le quedó a medio digerir. Elena se burló de su expresión, mientras los demás ni advirtieron su semblante.

-A las nueve ¿Quieres?- agregó, le fue pasó la mano levemente por el brazo, el tacto fue centelleante y estimulante.

El resto del día fue intranquilo para Rony, no quería decírselo a Boris, o peor a Carlitos. Nunca había estado con una chica, ni siquiera conocía si esa era la intención de Elena. Tampoco olvidaba a Marcella, pero ella tenía su novio, quizás debería hacer lo mismo, se decía.

Practicando Taekwondo, pudo calmarse. Ejercitaba la movilidad de sus brazos y piernas, mientras sus pensamientos fluían libres. “Dominar su ira” fueron las palabras del británico, parecía que después de todo tuviera razón, pensaba Rony. La desorientación dominaba tanto su vida, con los giros que estaba dando. Lo peor de todo era el miedo a aquellos desconocidos, no quería ver implicado a sus familiares o amigos. El corazón se le escocía más que nunca, no dejaría que eso pasara o al menos; no sería humillado.

Duró un buen rato entrenando, ya casi a la hora de la cena se devolvió. Pasó un rato por lo que anteriormente fue la hacienda, admiró la belleza de la antigüedad. Llegando a la cafetería se encontró con uno de los coordinadores del campamento, por su expresión; se previa una reprimenda.

-¿Dónde estabas?- formuló el sujeto al estar a solo dos pasos de alcanzarlo.

Rony le observó, seguro tendría unos 22 años, no se veía muy amenazador. Aun así, el intento de intimidarlo le irritó. La posición ladeada, los brazos cruzados y la mirada de enfado agrandaba también el suyo.

Los dos se contemplaron un largo rato en silencio, hasta que el recreador habló por fin.

-¿Te crees especial acaso? Todos deben seguir el itinerario- acusó, casi poniéndole el dedo índice en el pecho.

Pudo ver que se llamaba José, el nombre estaba grabado en la camisa blanca con el logo de la empresa. No contestó y prolongó su silencio.

-¿Algún problema?- manifestó José, cruzó los brazos nuevamente y se puso a andar alrededor de Rony. Le repasaba con la vista. -¿Cómo te llamas?- interrogó y sacó una lista del bolsillo de la camisa.

Rony se preguntó si aquello le molestaba. Encontró la respuesta, si le ponía de malhumor.

-¡Hey!... tus ojos, ¡qué demonios!- vociferó José, se echó para atrás rápidamente.

-¿Qué pasa con ellos?- formuló con lentitud y esbozó una sonrisa maliciosa.

Los ojos de Rony habían cambiado, convirtiéndose en unas pupilas felinas, fue unos segundos, luego se desvanecieron. Ahora Rony, solo tenía una mirada falsa de desconcierto.

El pobre José se frotó los ojos varias veces. A estas alturas seguramente creía que había sido un espejismo.

-Pasa- musitó con un tono resignado. Sus hombros estaban caídos, como si todo el estrés se hubiera abatido sobre él.

Rony entró a la cafetería, donde reinaba un ambiente de bullicio con charlas estridentes, grupos cotilleando en secreto y gritos esporádicos de jóvenes alocados. Al pasar apreció varias parejas que se habían establecido, casi todas mostraban ese afecto acaramelado característico. Inclusive algunos de los recreadores se engancharon unas cuantas chicas.

Se sentó en una mesa solitaria, no transcurrió mucho tiempo para verse asediado por Carlitos y su grupo.

-¡Esta noche, es la noche!- exclamó Carlitos, mirando a todos con complicidad.

-Yo ya cuadré con una- expusó con alardeo Oscar, en esos momentos se desenterraba el sucio de las uñas.

-¡YO TAMBIÉN!- gritaron otros dos a la vez.

En ese momento Carlitos contempló a Rony de un modo analítico, como esperando su confirmación. La tozudez se le notaba en la cara.

-¡El tiempo de dios, es perfecto!- respondió Rony, su tono era burlón al extremo, ni siquiera se atrevió a mirar a su antiguo amigo.

-¿Vas o no vas, mariposon?- interrogó Carlitos, sus dos ojos eran unas rendijas al observarlo, se palpaba la molestia en el aire.

-¿Por qué tendría que ir?- terció molestándose por tanta insistencia, -¿acaso necesitas que los ayude en el coito?- inquirió ruborizándose.

Los muchachos se carcajearon con ganas. Hasta golpearon la mesa de madera con gusto, entre las risas, Carlitos comentó:

-¿Qué carajos es eso muchacho marico?- y volvió a desternillarse de la risa.

-¿Quién demonios utiliza esa palabra amigo?- dijo riendo Boris, que oyó la conversación desde la otra mesa.

Ni siquiera se calló al darse cuenta de que había sido Rony, le siguió mirando con risa.

-Hermano, no seas arisco, que sabes tu y consigues el amor de tu vida- argumentó su amigo de buen talante.

-¡Eso es para gafos!, uno tiene que disfrutar y gozar la vida- refuto Carlitos, movía la mano de un lado a otro, sin soltar nunca el pan. -¿Qué sentido tiene amarrarse la vida?- preguntó en general, se levantó incluso.

-El amor de tu vida no necesariamente debe significar amarre y cárcel- espetó Rony, apretaba los puños con fiereza. Por su expresión, parecía como si le hubieran clavado un puñal. -¿Acaso nunca han amado para que se expresen de esa manera?- dijo con desafío.

De nuevo todos se burlaron de sus palabras.

-¿Alguna vez has tocado unas buenas nalgas?- indicó Oscar, con un dejo de sorna pérfida. -Presiento que tu apenas sales de la niñez.

Las mejillas de Rony se sonrojaron, no sabia que decir.

-¡Vamos hermano, no seas así! Divierte un poco- indicó Boris dándole unas palmadas en la espalda.

Pero no fue suficiente Rony se paró airoso de la mesa, no se detuvo a mirar a nadie, mientras se dirigía a la carpa, se preguntaba el porqué le daban tanta importancia al sexo ¿Acaso el mantener relaciones, era mejor que andar enamorado? Las dudas adolescentes se acrecentaban en la mente de Rony.

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