El Guerrero Jaguar - La prueba de la montaña, parte 1

istintos chicos de todas las edades se agrupaban en filas para subir a los distintos autobuses que los transportarían. Los vehículos se desplegaban por toda la calle de la Av. Atlántida. Los muchachos iban desde los 12 años hasta los 17 años. Todos asistirían a un campamento en el centro recreativa Los Venados, un bello complejo que se hallaba en el parque Nacional El Ávila. Entre esos chicos se encontraban Rony y Boris, uno cargaba cara de pesadumbre, mientras que el último de felicidad.

De allí partirían los jóvenes que vivían en aquella parte del estado, luego otro lote se uniría en la plaza del Banco Central de Venezuela, en la capital. Aquello era una campaña de plan vacacional por parte del trabajo del padre de Rony, mientras que Boris era un invitado. Este último era el único de los dos que estaba entusiasmado por el viaje, casi que saltaba impaciente por partir.

Los recreadores iban y venían por las aceras comunicando que partirían pronto, vestían un uniforme particular de camisa blanca, donde llevaba impreso en el pecho derecho el logo de la empresa y unos monos negros.

Rony los detestaba, la sonrisa y esa actitud que parecía falsa, queriendo hacer cantar como niños a unos adolescentes.

-¡Quita esa cara de amargado!- exclamó Boris, dándole un empujón leve, tampoco dejaba de mirar a todos lados. -¡Diviértete, mira el montón de mujeres de ahí!- No le quitaba la mirada a ninguna, era demasiado descarado.

En la mente de Rony solo rondaba una palabra “perdedera de tiempo”, debía estar haciendo otras cosas. Entrenando, por ejemplo, la derrota de hace dos semanas lo marcaba como hierro caliente. El dolor, la humillación, las palabras de esos dos desconocidos; olvidaba cuantas veces se le venía al cerebro, hasta en sus sueños. Incluido las palabras del británico.

Desde que salió del hospital se metió en un centro donde impartían Taekwondo, un arte marcial coreano. La modalidad era ITF, allí la forma de ataque y defensa se empleaban tanto las manos como las piernas, aunque la escogió junto a su padre por el predominio de los métodos de defensa. Sus padres a raíz del incidente no pusieron tantas trabas como esperaba, más bien lo alentaron a entrar.

“-¡Con tal de que nadie te vuelva hacer daño!- había dicho su madre.”

-En serio deja de pensar en eso- gruño Boris, se notaba en sus gestos que aún estaba molesto, porque ni siquiera Rony le contó lo sucedido. -Ya paso, tiempo pasado- dijo.

-¡Claro!- exclamó Rony con sarcasmo, sabía que solo era el principio.

Se sentía un ignorante absoluto. Tepeyollot nunca respondió a sus preguntas, solo se dignó a decirle que existían variedades de collares con poderosos dioses repartidos por el mundo. Dejó entredicho que necesitaba prepararse, aunque eso estaba demás. Las cicatrices que ahora poseía era un recordatorio.

-Mira a esa morenaza, ¡te está viendo bro!- manifestó divertido Boris.

-No veo nada- objetó Rony, sin prestar atención a las provocaciones de su amigo.

Empezó a avanzar la cola, pronto se vieron en el autobús, media hora después se encontraba en la plaza, enfrente del Ministerio de la Educación. Allí llegaron todos los demás campistas de otros zonas del estado Vargas, con sus correspondientes recreadores. Esperaron la llegado de los jeeps particulares y partieron a los Venados.

-¡Te sigue viendo Rony!- avisó Boris, conteniendo la risa.

Dentro del vehículo iban cantando los chicos, motivados por dos recreadores. Fue cuando Rony la vio. La chica era una morenita bella, pelo rulo y negro, con unos ojos castaños claro y de párpados amplios, de labios gruesos pintados de negro, su cara era de facciones duras.

Ella al darse descubierta, se rió y miró a otra dirección.

-¡No te creo!- manifestó inseguro. -¡Estás loco!- argumentó, pero para sí mismo.

Cuando entraron al Ávila todo cambió, los edificios y los barrios se desvanecieron poco a poco, se fue haciendo notorio la vegetación del parque. Árboles frondosos y verdes iluminaron los ojos de Rony, hasta el aroma causó un corto en su actitud. Había estado en el parque del Este y unas cuantas veces en los Venados, pero esta vez lo percibía distinto. El corazón le palpitaba alterado, una fuerza brotaba de su interior.

-¿Qué tienes?- le interrogó la recreadora, veía a Rony preocupada.

-¡Ehmmm… Nada!, es todo tan hermoso- se le escapó con un tono de voz extasiado.

-Pareces que vieras a tu enamorada- recitó la morenita interviniendo, se acomodó el cabello en medio del bamboleo de la camioneta, no le quitaba la vista a Rony.

-¡Vez!- susurró Boris.

Rony le reprochó con la mirada. Aquello solo era una coincidencia, algo efímero. Le sonrió tímidamente a la joven y se dedicó a admirar el paisaje.

En poco tiempo estuvieron en el centro recreativo, los encargados del evento los guiaron por todo el complejo. Les contaron que antiguamente esos terrenos era una hacienda de café, llamada hacienda cafetalera La Trinidad, tomada por el gobierno en el año 1925. Pasaron por la cafetería, la antigua hacienda, los jardines, el campo de deportes, algunos dormitorios, entre otros sitios. Sin embargo, dormirían en carpa unos metros más arriba, un sitio designado para acampar.

-Estamos a 1.437 metros sobre el nivel del mar- decía la guía sonriente. -Ahora por favor pasen por aquí para chequear si traen algún objeto prohibido y dañino para el parque- señaló.

Fueron conducidos hasta un sendero, allí les fueron quitando navajas, jabones de empresas, champús o acondicionadores, así como bebidas alcohólicas o yesqueros, solamente dejaron pasar jabones azules.

Un chico con gafas oscuras peleaba en ese momento con uno de los organizadores, le habían descubierto una botella de ron.

-¡Si me la quitan más nunca la volveré a ver!- bramaba encolerizado, con los dedos se tocaba la sien repetidas veces.

-¿Yo te la mande a traer? Ya sabías que estaban prohibidas- le replicó un recreador, que se llevaba en ese momento la botella.

Por ese problema Rony tuvo que esperar media hora para ser chequeado. Al terminar la revisión alguien le tocó suavemente el hombro.

-¿Qué vas hacer luego?- formuló un chico, Rony al verle le dio la impresión de ser un conocido.

-Iré a caminar un poco- contestó sorprendido y desconfiando preguntó -¿Por qué?

-No te acuerdas de mi Rony ¡Cuánto descaro!- soltó el muchacho, moviendo las manos de forma reprochadora, abrió bien los ojos y se señaló con los dedos.

Lo observo detalladamente. El chico poseía un rostro rectangular, corte de cabello militar, ojos negros con un deje de astucia y un mentón pronunciado, hasta las mejillas eran cuadradas, algo flacucho y con una vestimenta informal de fiesta, es decir, franela rosada y unos jeans ajustados.

-¡Uy!- dijo haciéndose el cansado, -antes jugabas con mi hermana- expresó dándole codazos de una manera cómplice.

Eso le dio la pista que necesitaba.

-¡Carlitos!- dijo Rony emocionado, -¿Eres tú? No lo puedo creer, ¡cuantos años! Hasta pareces cambiado- expresó dándole la mano.

Pero Carlitos se la chocó como si fueran una banda de rockeros, luego sonrió con carisma.

Muchas veces jugaron de niños los dos, pero verlo de nuevo le dejaba claro que los años lo separaban. Su forma de ser le dejó intranquilo.

-¿Sigues viviendo en el mismo lugar?- interrogó Rony, queriendo averiguar sobre María, la hermana de Carlitos.

-¡Eh!¡Eh!, mira que mi hermana tiene novio- anunció Carlitos a los cuatro vientos y se destornillo de la risa. -No pongas esa cara Rony, tenía que decirlo- dijo dándole unas palmadas amistosas. -¡Cuantos recuerdos! Tu con mi hermana y yo con la tuya- prorrumpió nuevamente en voz alta.

Los comentarios le generaban vergüenza a Rony, se ruborizó e intentó hacerse el invisible.

-Déjalo, déjalo… Fueron tiempos buenos de amistad- sentenció nervioso.

En ese instante se acercaba un grupo de chicos.

-Mis amigos- presentó Carlitos con soltura. -Mi antiguo cuñado- añadió.

Otra vez Rony se puso rojo. Esos eventos había sido cuando solo tenía 8 años, fueron solo novios de niños, nada más que besos a escondidas de los adultos.

Los amigos de Carlitos eran 5 personajes, netamente varones. Todos más alto que él y Carlitos. Cada uno embozo una sonrisa estúpida de complicidad en sus rostros. Desde ese momento empezaron las burlas, para rematar le había tocado compartir la carpa asignada, con Carlitos y dos amigos de este.

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