La Danza De Los Mundos: Epifanía [Lucille III]

in #spanish6 years ago (edited)






Lucille III

Los días en la Antártida pasaron frente a mis ojos como si fuesen solo un par de horas, la expedición había resultado en un fracaso monumental para la empresa, mis días en Datavir habían finalizado y mi mente se encontraba atormentada al tratar de asimilar todas las vicisitudes por las que atravesaba.

Mientras recogía, entre sollozos, todas las cosas de mi oficina, entró con un rostro lleno de regocijo el deplorable Cid, sus manos regordetas y su imberbe presencia me generaban muchísima repulsión.

—Tal parece que es un hecho tu despido, tus infructíferas aventuras por la Antártida nos han dejado en números rojos, desde ya te digo que te lloverán las malas referencias por esta terrible mancha, bueno, eso podría cambiar si tan solo pusieras de tu parte —vociferó entre risas y miradas mórbidas.

—Tus amenazas me tienen sin cuidado, y créeme que no cederé a tus propuestas indecorosas, me produces un inmenso asco, así que me alegra que no tenga que volver a verte, supongo que es lo único bueno de todo esto —respondí encolerizada.

—Es una verdadera lástima, de no ser por tu patético orgullo, de seguro tu prominente carrera hubiese llegado mucho más lejos, ¿De qué te ha servido la dignidad? Son principios absurdos y por ellos has decidido privarte de muchas oportunidades para escalar, incluso de otro posible financiamiento, no creo que tu ridícula "decencia" valga más que todos esos privilegios —expresó con un irónico tono que me enervaba.

—No seguiré tolerando tus improperios, me temo que si sigues acosándome, tendremos que resolver esto en un juzgado, de seguro a mi abogado le resultará muy fácil hundirte. Nunca he necesitado de caer tan bajo para cumplir las metas que me he trazado en la vida, emprenderé la búsqueda por mi cuenta y, con mis ahorros, me encargaré del financiamiento. Desde hace mucho veía venir esto, así que ni pienses que no estoy preparada para enfrentar las consecuencias.

—¡Vaya! ¡Si que eres teatral y obstinada! Vale, está bien si no me quieres soltar tu apretado coño.

—Al parecer es un hecho, nunca podremos concordar en algo, estamos distanciados por inmensas diferencias filosóficas. Tú eres un cerdo oligarca que disfruta de ejercer su poder para obligar a los débiles a caer en trueques mórbidos y yo una científica apasionada que prioriza lo ininteligible, supongo que no hay porqué seguir con esta conversación sin sentido, ¿verdad? Ahora, si me disculpas, tengo cosas más importantes que hacer —repliqué en tono cortante.

Al salir de la oficina, me dirigí a mi hogar, mientras me encontraba conduciendo, recibí una llamada de mi madre.

—Lucille, ¿cuándo te dignarás a velar por la salud tu hijo? ¡Tienes meses enteros sin verlo! ¡Eres una madre desnaturalizada! Te informo que Henry se encuentra hospitalizado desde el día de ayer, he intentado comunicarme contigo en múltiples ocasiones y tú no has contestado, ¡Es que ni siquiera me has enviando un miserable mensaje para saber cómo se encuentra! Hazme el favor y ten un poco de decoro, dirígete al Hospital lo más pronto posible —gritó furiosa.

Me quedé sin palabras, el duro peso de la moral cayó sobre mis espaldas, en los últimos meses, mi vida giró en torno a mis investigaciones y la expedición en la Antártida, todo lo demás, incluyendo mi propio hijo, quedó en un segundo plano, era imposible evitar el desasosiego y la sensación de autoculpa.

Cuando llegué al Hospital, encontré a mi madre en vigilia mientras cuidaba a mi hijo en una fría suite del cuarto piso, Henry se encontraba desvanecido y pálido en una camilla. Mi madre me observó con una mirada punzante que evidenciaba su disgusto, —supongo que no puedo culparla —pensé. Decidí preguntarle al Dr. Thompson acerca de la salud de mi hijo.

—Hasta que conozco su rostro, pensaba que el chico no tenía madre —dijo en tono punzante.

—Guárdese sus indirectas y absténgase de insultos, no estoy de humor para ese tipo de conversaciones, si estoy aquí es solo para saber sobre la salud de mi hijo, ¿cómo se encuentra Henry? ¡Dígame! —repliqué exasperada.

—Su hijo sufrió una recaída, al parecer su sistema inmunológico empezó a atacar sus riñones, según su historial médico, el niño fue diagnosticado con Lupus hace dos años, todo parece indicar que el tratamiento dejó de hacer efecto, probablemente necesitemos replantearnos algunas cosas, le informaré más tarde sobre el asunto.

Esas desesperanzadoras palabras sumieron mi mente en una profunda depresión, desde que le diagnosticaron esa terrible enfermedad, me prometí a mi misma emprender una búsqueda exhaustiva para erradicar esta y muchas otras patologías que siguen causando millones de muertes, si todo salía como indicaban las conclusiones de mi tesis doctoral, el virus aptare podría convertirse en una cura universal, se trata de algo que puede trascender mucho más allá de nuestro limitada visión antropocéntrica. Las palabras del Dr. Thompson no hicieron más que instarme a proseguir con mi búsqueda, —debía salvar a Henry —pensé.

Salí llorando desconsolada, necesitaba tomar un poco de aire fresco. Decidí que debía dar un paseo por los alrededores para desahogarme.

Mientras caminaba en medio de la carretera, alcancé a escuchar unos coros entrecortados que parecían provenir del bosque, —Eso no es noruego ni mucho menos inglés o alguna otra lengua que conozca —pensé. Recorrí el bosque para tratar de encontrar las personas que pronunciaban los versos, las voces se escuchaban cada vez más cerca, luego de unos cuantos metros, comencé a percatarme de como los canticos se intensificaban, tal parecía que estaban justo frente de mí, —deben estar detrás de aquel árbol cerezo —inferí. Al llegar al árbol, no había absolutamente nada ni nadie, sin embargo el ruido se escuchaba con mayor claridad, al parecer estaba parada justo en el epicentro del fenómeno, pero no lograba divisar a las personas que cantaban, —es como si estuviesen aquí, pero al mismo tiempo no lo están —divagué aterrada.

En los últimos meses he experimentado una sucesión de hechos ilógicos que han convertido en polvo todo mi escepticismo, al parecer alguna fuerza que no lograba comprender me estaba persiguiendo o guiando hacia algo que sinceramente no sabía en qué iba a deparar, la epifanía que pronunció aquel lunático en la Antártida seguía ofuscando mi mente, —¿Acaso estas voces están inherentemente relacionadas a él? —pensé en medio de la oscuridad que se cernía en aquel gélido bosque.



    Si deseas leer los anteriores capítulos de la historia que escribo junto a mi co-autor @sneikder, aquí les dejo los enlaces:

La Danza De Los Mundos: Epifanía [Prólogo]

La Danza De Los Mundos: Epifanía [Lucille - Capítulo I]

La Danza De Los Mundos: Epifanía [Lucille - Capítulo II]

La Danza De Los Mundos: Epifanía - [Gill - Capítulo I]

La Danza De Los Mundos: Epifanía - [Gill - Capítulo II]

La Danza De Los Mundos: Epifanía - [Gill - Capítulo III]

La Danza De Los Mundos: Epifanía [Gill IV - Parte I: El Juramento]

La Danza De Los Mundos: Epifanía [Gill IV - Parte II: Perjurio]



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