La vida ya me había enseñado que la humanidad es, por tendencia, una especie cruel y egoísta, somos guiados por una inmensurable codicia y solo nos vemos motivados por nuestros deseos individualistas. Y es que a pesar de nuestro raciocinio, cuando nos desprendemos del autocontrol que nos impone el sistema, nos convertimos en seres instintivos, actuamos como animales salvajes, nos dejamos llevar por nuestros sentimientos más viscerales y, solo hacemos despliegue de todos ellos cuando nos encontramos amparados por el poder que nos brinda un arma de fuego o una posición privilegiada, esto lo sabe todo aquél que haya matado a un hombre, mucho se ha hablado de ello, pero todo lo que hacemos en la guerra es para sentir esa placentera sensación que ansiamos repetir una y otra vez; el matarnos entre nosotros como si se tratase de un simple juego bélico, eso es lo que nos motiva en el campo de batalla y, es también, lo que siempre ha propiciado nuestra desunión desde los albores de la civilización.

En esa tarde del 4 de Noviembre del 2035 reafirmé con creces todo lo que había aprendido sobre la guerra, reflexioné y filosofé en medio de la tragedia acerca de todas las repercusiones que éstas han dejado en mi vida.

Ese día, el frío invernal ya podía sentirse incluso en el profundo subterráneo. Me encontraba bañado en sangre, completamente magullado y, atado a una tubería oxidada. Los harapos teñidos de un rojo intenso, los cuerpos descuartizados y las vísceras esparcidas en el bunker eran todas las cosas que lograba vislumbrar con mi extenuada vista. A pesar de ser diestro, la ausencia de mi brazo izquierdo me hacía sentir inferior, me despojaba de toda mi confianza, yo me sentía totalmente inutilizado mientras atestiguaba como esa hermosura de cabello negro y piel lozana se encontraba agonizando en el sangriento suelo, se trataba de mi amada esposa Patty, la sensación de impotencia y rabia dominaba todos mis pensamientos al verla tan herida. Mi hijo Chris se encontraba atónito por presenciar la hórrida escena, —“preservar el bien común”, no me jodan con eso, a la final, siempre priorizamos nuestros intereses personales —divagué.

Tres días antes del terrible suceso, todos nos encontrábamos a salvo en el refugio al que nos había llevado el chico, estábamos degustando unos ricos panecillos con mantequilla de maní que nos había preparado el buen samaritano, ya nos habíamos familiarizado con él, pero por alguna extraña razón, aún no sabíamos cual era su nombre, así que dejándome de todo eufemismo y de la palabrería innecesaria, le pregunté sin rodeos:

—¿Esperarás hasta que se sequen los ríos para decirnos tu nombre? Oh, bueno, ¡ya se han sacado! Así que, a ver, dinos, ¿cuál es tu nombre niño?

—CZ-Aptare #118 —respondió con fluidez como si se tratase de un nombre común.

—¿Pero qué mierda dices chico? Eso no parece un nombre, ¡juraría que es un puto código de barra! —repliqué entre risas, en medio del gentío también se escucharon unas carcajadas después de que el chico pronunciara semejante nombrecillo.

—¡Ja! Supongo que no hay nada normal en lo que me respecta, pero ya me he acostumbrado, pues siempre he vivido bajo la sombra de ciertos estigmas.

—Créeme, ya nos vamos acostumbrando a tu rareza. Pero bueno, supongo que ya tienes que meterte en esa enorme capsula y regresar a tu tiempo, es una lástima, pues un muchacho con tus capacidades físicas y mentales nos serviría de mucho para las guerras de nuestra nación.

—Te equivocas, esta guerra venidera no es solo de los Estados Unidos, es de la humanidad entera, por eso tengo que asegurarme de que vayas a encargarte de unir a todos en comunión, sin importar las diferencias, es tu deber unir a todas las comunidades humanas sobrevivientes de las catástrofes. Tal vez estas palabras aún no signifiquen nada para ti Gill, pero tu razón de ser es esa, y debes cumplirla o enfrentarán la extinción —respondió ferviente, a pesar de que me parecía un lunático, el brillo de sus ojos evidenciaba la sinceridad que había en sus palabras.

—No sé si pueda con semejante carga, soy un hombre viejo y ahora sin un brazo, no se qué carajos ves en mí, pero no soy el hombre que buscas —repliqué enfático.

—En mi tiempo, tú, siendo mucho más viejo y terco de lo que eres ahora, ciertamente no necesitabas de ese brazo para hacerlos trizas —vociferó con una voz gutural y grave que denotaba mucha seguridad, me invadía el desconcierto el solo escucharlo pronunciar esas palabras.

Me acerqué al chico lentamente y le susurré al oído:

—Ya que te crees pitonisa, a ver, cuéntame, ¿ya he muerto en tu tiempo o aún sigo viviendo esta vida de mierda?

—Es irrelevante si ya has muerto o no en mi línea temporal, pues me temo que ya se han creado demasiadas divergencias, así que probablemente en ésta todo ocurra de forma diferente —murmuró.

—Perfecto, entonces no puedes determinar cuando pasaré a mejor vida, después de todo, supongo que no eres ningún vidente —expresé con un tono irónico.

—Ya te lo he dicho, no soy más que un vil mundano que solo trata de cumplir con los fines superiores que se le han encomendado.

—¿Sigues con ese cuento de que solo eres un vil mundano? ¡A otro perro con ese hueso! Lo que tú haces solamente lo he visto en los comics y, no pretendo idealizarte como un héroe, ya que ésos no existen, pero, sin dudas, no eres alguien común y corriente.

—Eso no es importante, lo que de verdad me importa es que cumplas con tu razón de ser, es un trabajo arduo y una carga muy pesada, pero debes prometérmelo.

—Seguramente no me queda de otra, al fin y al cabo, supongo que eso le da un nuevo propósito a mi vida, así que acepto el juramento y, como un soldado, lo mantendré hasta mi último día de vida.

—Será un camino difícil, pero tu deber es mantener el juramento. Nos volveremos a ver Gill Cranston, aunque probablemente no sea de la misma grata forma que mi mente recuerda —replicó el joven con una inmensa sonrisa en su rostro.

—Bueno, supongo que ya llegó la hora de decirnos adiós, y aprovechando la ocasión, ya que me has obligado a entrar en todo este enredo, ¡ahora te toca prometerme algo! —exclamé con un tono alegre para tratar de disfrazar la nostalgia que desde ya me embargaba.

—A ver, suéltalo, aunque desde ya te digo que probablemente no pueda cumplir con todas tus posibles peticiones.

—¡Pero deja la negativa joven! La retórica nunca se te ha dado bien, ¿eh? Mira, solo es una pequeña pregunta y quiero que me prometas que me responderás propiamente, ¡sin rodeos ni peros! Bueno, ahora si iré al grano, dime, ¿sabes si mi hermano menor aún sigue vivo en tu línea temporal? —expresé con un tono ahogado, las lagrimas recorrieron mi rostro al recordar su fatídico final, aún no podía sacar de mi mente esa dantesca imagen que me seguía atormentando.

—Su destino era inminente, lo lamento, pero no hay otra forma para decirte esto, lo más probable es que tu hermano esté muerto en la mayoría de las líneas temporales.

En esos segundos, imperó el silencio, pero rápidamente comprendí que no había nada que podía hacer, mi querido hermano estaba muerto y yo tenía que asimilarlo si quería seguir adelante con mi vida, ahora solo me tocaba proteger a mi familia, la cual no veía desde hace más de una semana.

El chico se dispuso a entrar en la capsula, fui testigo del primer viaje en el tiempo realizado por un ser humano, la energía que sobresalía de la maquina era tan intensa que se lograba atisbar como la luz se curvaba a su alrededor, en un instante ya se había esfumado. Supuse en su tiempo que, toda esta misteriosa aventura se trataba de una experiencia única e increíble que no dudaría en contarle a mis nietos.