Estoy cansado de verte a los ojos, que me presentes esa mirada tan fatal. Injurias pasan por mi mente como si fuera un desfile arlequinesco. ¿Amante de la traición o un sodomita perdido?

Me detengo a pensar sobre tus ojos maltratados, ¡No! ¡No quiero ni verlos! Hazme un favor y transpira certidumbres que en este momento, lo último que quiero es verte.

Sinfonías apocalípticas resuenan en mis oídos espantándome aún más ¿Vas a seguir parada frente a la puerta o te vas a desaparecer? Habla de una vez que yo solo quiero alejarme.

Me encadenas. Me amarras, con vainas espinosas y sutiles. Eres el ángel de la tortura, la desdicha de un querubín melancólico. El azufre que se disfraza de aire y lastima al respirar.

Tus palabras son hiel que desangra al tomar. Son tragos de veneno ácido que desintegra los sentidos y activa a las emociones más fuertes. Las hace toscas y tempestuosas, tomando la forma de la rabia, la ira y el odio.

Siento que quiero desearte lo peor de este mundo, pero un sentimiento informe se destaca de entre todos los temerosos sublevados. Es el afecto que te tengo y que quiero darte por el resto de mi vida, pero batalla reñido con las emociones infernales que solo desean tu destrucción.

Déjame destruirte en mi mente. Estrangularte en mi realidad y no vuelvas a aparecer en mi presencia. Solo quiero que me rechaces para siempre y no vuelvas a saber de mí, mientras te entierre viva.

Ilustración

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