Abel había pasado por momentos fuertes en su vida, incomodos, tristes, alegres, pero nunca una en que sus emociones internas se exteriorizaban de forma natural, no podía a ciencia cierta disfrazar como se sentía al estar íntimamente con un chico a solas, menos después de la forma en que el destino les junto a él y Edward; era una mezcla de lujuria con pasión y desenfreno frenesí, sin dejar de lado la adrenalina que debió sentir al ser partícipe de tales actos sexuales en un sitio publico poco resguardado donde cualquiera que se le antojara podía tener acceso. De una simple solicitud de amistad dos personas iniciaron un juego placentero y Abel no iba a ser el agua fiesta, dejo que las aguas del rio fluyeran con libertad, más sin embargo para él Edward se había convertido en una poderosa corriente de aguas que traspasaba los límites que se supondría tenia Abel, pero los hechos muestran que no es del todo cierto.

Tras una larga y concurrida mañana Abel junto a su padre fueron a buscar a la pequeña Tipha al colegio pues para ese día la hora de salida concordaba con la de Abel, no pretendía el padre pedir al chofer que hiciera esa vuelta mientras el propiamente podía hacerlo, le era mucho mejor, pues, era un padre consiente en que sus hijos necesitaban los insumos básicos para crecer: alimento y educación, pero sabía que también se requería de atención y cariño para tener una familia unida con cercanías a la felicidad.

— ¡Papi! Bendición— dice la pequeña, refiriéndose hacia su padre mientras sube al auto con su morral y una flor en sus manos. 

—Dios te bendiga pequeña, ¿Cómo te fue, te has divertido mucho hoy en la escuela?

—Si hoy dibujamos y coloreamos casas, árboles y hasta he ganado un premio, ¡mira! es esta flor.

—Y tu Abel ¿Qué hiciste hoy?— le pregunta la pequeña Tipha a su hermano sonriéndole; antes de que este le diera respuesta alguna fue interrumpido por un sonido el cual provenía del celular de su padre, resultaba ser una llamada, y por cuestión de respeto guardo silencio, ya tendría un momento para responder a la pregunta de su hermana.

—Es el padre de Celeste, que raro, tenía tiempo sin recibir una llamada de él— le menciona el mayor a Abel mientras toca el botón de su bluetooh para contestar con el dispositivo de manos libres y poder atender al volante; como todo padre la seguridad de sus hijos también era importante y claro ejemplo que debía darles a ellos. 

—Hola buenos días Cesar, tanto tiempo sin saber de ti, ¿cómo está todo?

—Hola Heldut, pues...— se oye una voz apagada y triste tras la llamada. Carlos siempre se refería al padre de Abel por su apellido. 

— ¿Qué pasa Carlos, Por qué estas llorando? — le pregunta un tanto preocupado, sabía que algo malo estaba sucediendo, por lo que orillo el carro y lo detuvo por completo. 

—Es Celeste, mi pequeña ha caído en coma.

El padre de Abel voltea a mirar a su hijo sorprendido tras escuchar la fatídica noticia, cosa que a su vez hizo que Abel se alertara.

— ¿Qué sucede papá?

—Espera hijo, dame un momento.

—Tranquilo Carlos, todo estará bien, déjame llevar a los chicos a casa e inmediatamente salgo para allá, ¿En qué clínica están? — le pregunta mientras el padre de Celeste le dicta la dirección al instante.

—Perfecto allí estaré dentro de 10 minutos tranquilo— le menciona para luego trancar la llamada.

—Papá ¿le ha pasado algo al padre de Celeste?— le pregunta Abel al mayor un tanto preocupado, dejando escapar de su mente que la llamada podría estar relacionada no con el padre de Celeste sino con ella misma, su mejor amiga quien corría peligro. 

—Lleguemos primero a la casa, allá te cuento— le responde, tomando en cuenta que sería una noticia de gran impacto no era prudente decírselo en ese instante, mucho menos frente la pequeña Tipha, quien le tenía cariño también a la mejor amiga de su hermano.

El trayecto de donde estaban hasta su casa parecía eterno, Abel no dejaba de pensar e imaginarse lo peor del mundo que le podría haber pasado al padre de Celeste, tal vez sería un accidente que tuvo, perdería algún familiar cercano, una amistad, o estaría enfrentando alguna otra mala situación, por su cabeza nunca paso la idea de que era su amiga quien estaba pasando por una grave situación. 

Estando ya en casa, tan pronto su padre se estaciono, dejando solamente que la pequeña Tipha se bajara del auto, el padre de Abel le cuenta por encima lo sucedido más no le dice directamente que su mejor amiga ha caído en estado de coma, sería muy duro para él decírselo, solo le ha mencionado que su salud a empeorado un poco, pero a Abel no le creía del todo, tras esa llamada sabía que algo más grave sucedía.

—Vamos juntos a ver a tu amiga Celeste, ella te necesita ahora más que nunca hijo.

—Está bien papá— le dice sin seguir interrogándole, de igual forma se enteraría por él mismo. No duro mucho en que los pensamientos del joven se llenaron de malas escenas nuevamente, intento no pensar lo peor, para él era fácil pensar cosas negativas y llevarlo a las peores hipótesis en su mente. La travesía le pareció eterna una vez más a pesar que solo fueron 5 minutos que tardaron en llegar a la clínica. Bajo de inmediato al ver que el padre de Celeste estaba afuera llorando desconsoladamente mientras la madre de ella estaba en la habitación con ella. 

—Ve con tu amiga Abel, yo me quedare aquí con Carlos.

—Mmm ok…— le dice mientras camina apresuradamente hacia la habitación donde estaba su mejor amiga. Pedía a los cielos que nada grave fuese, y de ser así, suplico en su mente que su amiga saliera ilesa de la situación en que se encontrara. Toca la puerta antes de entrar.

— ¡Pase adelante!— responde una voz femenina la cual Abel reconoció al instante como la madre de Celeste. 

Al abrir la puerta, Abel quedo en estado de shock, su mejor amiga se encontraba entubada, estaba pálida e inconsciente, no duro mucho tiempo en que soltó el llanto al ver que su amiga estaba en tal estado, sus sentimientos de culpabilidad se apoderaron de él, pensando en que mientras su mejor amiga estaba grave de salud al borde tal vez de la muerte, él estaba pasándola de muy bien con Edward en la azotea. Se preguntaba a sí mismo en que momento había pasado todo eso, si tan solo habían pasado pocas horas desde que le dijeron que su Celeste solo tenía un problema estomacal.

Se acerca sin pensarlo al cuerpo de su mejor amiga la cual gran parte estaba cubierta de sábanas blancas y un cobertor azul, típico de clínicas y hospitales.

—Lo siento mucho Celeste, lo siento en verdad… perdóname— le dice el joven llorando inconsolable, acercándose e inclinando su cuerpo al de ella mientras acariciaba su rostro con las yemas de sus dedos.

Verla en tal situación a Abel le destruida el corazón, tal era el llanto del joven que la madre de Celeste se le acerco hecha un mar de lágrimas también abrazándole, para que el chico se calmara un poco, cosa que hizo que Abel llorara aún más de la impotencia y el sentirse culpable por tal descuido de él para con ella. La vida de Celeste corría peligro, lo que era un simple dolor de estómago se convirtió en una pesadilla para ella, su familia y Abel. Estaba diagnosticada con Salmonella, una bacteria poderosa que si se propagaba al cerebro por no detectarse a tiempo, causaba grandes daños a tal punto tal vez de morir. 

El celular de Abel, sonó varias veces pero este ignoro por completo su móvil.

Su atención estaba centrada en la idea de que la vida de Celeste, su mejor amiga y casi hermana, peligraba.

_{La redacción de este artículo es completamente de mi autoría, muchas gracias por tomar de su tiempo en leer parte de mi trabajo, me despido no antes sin enviarles un abrazo fraternal a todos y un saludo a todos mis lectores de parte de @RoadStories} 

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