Gillian tenía apenas ocho años pero, en opinión de sus profesores, su futuro ya peligraba. Entregaba tarde sus asignaciones, su caligrafía no era buena, sus tareas eran un desastre y apenas lograba aprobar sus exámenes. Pero además de eso, era inquieta, se movía mucho, se distraía mirando por la ventana y hacía ruidos, cosas que incomodaban a sus profesores y a sus compañeros de clase porque entorpecía el proceso de enseñanza dentro del aula.

"...sus tareas eran un desastre..."

Los profesores, preocupados, se comunicaron con los padres de Gillian y le sugirieron que la llevara a un centro para niños especiales. Era la década de los años treinta del siglo pasado en Inglaterra, así que aún no se conocía el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), por lo cual no le recetaron Ritalin o algo similar, lo que probablemente ocurriría hoy en día. Su mamá la llevó al psicólogo, quien hizo sentar a Gillian en un sofá al otro extremo del consultorio mientras interrogaba a su madre. Terminadas las preguntas, ambos adultos se pusieron de pie y el psicólogo se dirigió a Gillian para decirle que necesitaba hablar en privado con su madre y que los esperase allí sentada un momento. Pero antes de salir de la habitación, el psicólogo encendió la radio que tenía sobre el escritorio. Al salir, el doctor le dijo a la madre de la niña que esperase un momento y observase a la niña. Gillian no podía verles, pero apenas salieron los adultos de la habitación, se levantó y comenzó a moverse siguiendo el ritmo de la música (incluso se subió al escritorio) con movimientos naturales, espontáneos, primigenios, pero placenteros: la niña sonreía. El psicólogo se volvió hacia la madre de la niña y le dijo:

-- Sra. Lynne, Gillian no está enferma. Es bailarina. Llévela a una escuela de danza

"...la inscribió en una escuela de danza..."

Años más tarde, Gillian contaría lo maravilloso que fue cuando su madre, siguiendo la recomendación médica, la inscribió en una escuela de danza y ella pudo entrar a un salón lleno de gente como ella, personas que "no podían permanecer sentadas sin moverse. Personas que tenían que moverse para poder ponsar". Acudía una vez por semana pero practicaba todos los días y con el tiempo logró entrar a la Royal Ballet School de Londres y más tarde entró a formar parte de la Royal Ballet Company. Llegó a ser solista, viajó por todo el mundo y después formó su propia compañía de teatro musical a través de la cual conoció a Andrew Llod Webber, con quien creó dos de los musicales más exitosos de todos los tiempos: Cats y El fantasma de la ópera. Sí, la niña que se movía mucho en clases y miraba distraída por la ventana, era Gillian Lynne, la famosa bailarina y coreógrafa inglesa. Pero, ¿qué hubiera ocurrido con Gillian si la madre no la lleva al psicólogo? ¿o si este le hubiera prescrito un medicamento para curarla? ¿o si su mamá no hubiera seguido la recomendación del doctor?

Gillian en Londres, por Chris Ware (1971)

Una de las limitaciones del sistema educativo actual (al menos el sistema más difundido en este lado del mundo) es intentar amoldar a los estudiantes a un patrón, a unos estándares, ignorando las habilidades que cada uno puede tener y que pueden ser muy diversas, más allá de las habilidades lingüísticas y numéricas que demandan la mayor atención en el pénsum. Así que, profesores, educadores, madres, padres, representantes, la próxima vez que su alumno, o su hijo, no esté rindiendo en la escuela, tómese el tiempo necesario para estudiar el caso. Quizás el niño posea otro tipo de inteligencia (según algunos teóricos actuales existen ocho y para otros existen doce), no todos están llamados a ser John Nash o Stephen Hawking; el mundo también necesita cantantes, artistas, escritores, deportistas, ambientalistas, empresarios, líderes espirituales, personas con múltiples talentos que sólo necesitan la oportunidad para desarrollarlo. A la espera de una innovadora reforma educativa a gran escala que tome en cuenta estos aspectos, no nos queda más que hacer, nosotros mismos, por nuestros niños (y jóvenes) lo que hicieron por Gillian, su madre y el psicólogo.