Como mencioné en un post anterior, la célebre novela de Roberto Bolaño, Los detectives salvajes, está dividida en tres partes, la primera de las cuales se titula Mexicanos perdidos en México, sobre la cual publiqué una entrada que puedes leer en el siguiente enlace:

Los detectives salvajes (Libro): 1a Parte: Mexicanos perdidos en México

Esa primera parte del tríptico está contada a forma de diario por el poeta adolescente Juan García Madero, quien cede su lugar de narrador durante la segunda parte, llamada precisamente Los detectives salvajes (1976-1996), en la cual una amplia serie de personajes elevan su voz.

Edición tapa dura

La primera parte termina con la huida de Belano, Lima, Lupe y el mismo García Madero hacia el Norte del DF, escapando de Alberto, padrote de Lupe, a bordo del Impala de Quim Font. Sin embargo, el intermedio del libro (su parte más extensa) no inicia con los eventos inmediatamente posteriores, sino que cuenta las peripecias de los protagonistas, Arturo Belano y Ulises Lima (además de las experiencias de otros personajes), a lo largo de dos décadas, a través del recuerdo, las anécdotas y las remembranzas de 53 personajes diferentes. A algunos ya los conocemos de la primera parte, Joaquín Font (Quim), sus hijas, Angélica y María, Rafael Barrios, Felipe Müller, Piel Divina, Jacinto Requena, Bárbara Patterson; a otros, los hemos oído nombrar, como Laura Jáuregui; y muchos otros son voces desconocidas, casi tangenciales a la vida de los detectives, porque los conocieron posteriormente y casi siempre de forma breve. En las ciudades y regiones más dispares, México DF, Roma, París, Londres, Tel-Aviv, Barcelona, Mallorca, Madrid y en los escenarios más variopintos, desde los escuetos e imprecisos (Tlalpan o Calle Toledo), hasta los descritos con minuciosidad (En una habitación del Hotel Los Claveles, avenida Niño Perdido, esquina Juan de Dios Peza, o Sentado en el living de su casa, Jackson Street, San Diego, California), esta galería de personajes evoca momentos, recientes o remotos, que de alguna forma entrelazaron sus destinos con las figuras de Belano y Lima.

Roberto Bolaño

Ex novias, conocidos, amores de la infancia, editores, críticos literarios, poetas, escritores, algunos (pocos) amigos, amantes, compañeros de habitación, traductores, paisanos, patrones, de diversas nacionalidades, chilenos, mexicanos, italianos, franceses, ingleses, austriacos, todos ellos nos ayudan a configurar una especie de biografía que cubre más allá de las dos décadas enunciadas en el título de esta segunda parte. Huidas, peleas, noches de sexo, tertulias literarias, viajes, duelos como los de antes, exilios forzados, hábitos de higiene y de lectura, análisis de carácter y personalidad, proyectos, fracasos, viejos y nuevos amores... de la mano de la aventura como forma de vida, va también el desarrollo de la psicología de nuestros héroes, a quienes llegamos a conocer muy bien aunque no den ningún testimonio. De los 53 narradores de este intermedio, la gran mayoría no aparece más de tres veces y sólo son dos quienes intervienen en numerosas oportunidades: Joaquín Font, cuyo paso por la locura, a través de los años, nos ayuda a mantener la relación de Belano y Lima (y García Madero) con los real visceralistas del inicio; y Amadeo Salvatierra, poeta mexicano, amigo personal de Cesárea Tinajero, la poeta cuya vida y obra persiguen Arturo y Ulises como si se tratara de una leyenda. Quizás lo es.

Diseño de Raúl Lázaro

El tiempo no es lineal, si bien lo es casi. De un párrafo a otro, de un capítulo a otro, transcurren los meses y los años hacia adelante, pero a veces la línea temporal se interrumpe porque se continúa con la narración del encuentro de los muchachos con Amadeo, ocurrida en Enero de 1976 (la narración, no el encuentro). Por lo demás, vemos desfilar los meses y los años, con lentitud primero (hasta 1978) y con vértigo después (hay años con una sola parada). De la misma forma, el paisaje se expande y vuelve a contraerse: empieza en México durante una buena parte y luego va a Europa para retornar a México hacia el final. Pero lo que realmente resulta interesante, más allá de todo el encanto de las aventuras y desventuras de este extenso grupo, incluso más allá de la pregunta ¿quién cuenta?, la interrogante capital sería: ¿con quién hablan?. Es decir, ¿a quién le cuentan estas cosas? De todos los narradores, sólo uno se refiere a su interlocutor con nombre y apellido: Andrés Ramírez, conversa en Barcelona con el propio Arturo Belano. Pero los demás, no. Los demás hablan sobre Belano, sobre Ulises, como si quien escucha no fuese ninguno de los dos. Pudiera tratarse de García Madero, el poeta narrador de la primera parte, pero la falta de familiaridad en los relatos de Quim (quien aprecia mucho al mexicano) ayudan a descartar esta opción. ¿Hay alguien siguiéndole la pista a Lima y a Belano hasta los territorios más lejanos, incluso hasta Israel? ¿se trata de remembranzas, de monólogos interiores? No todos suenan así, ¿hay varios detectives? ¿será Alberto quien los persigue? ¿será el propio Bolaño?

Edición de Anagrama

Por la polifonía, estructura, humor y calidad, esta obra se emparenta con Vargas Llosa, Cortázar, Onetti, Borges y otros gigantes de la Literatura. El intermedio que abarca este post es una mezcla de novela de iniciación, thriller policíaco, novela de aventuras, incluso de road movie (si bien este elemento se destacará más en la parte final) y se puede resumir en una especie de huida perseguidora en la cual los protagonistas huyen de algo que no está tan claro como parece (¿Alberto? ¿México? ¿el destino? ¿el fracaso?) y persiguen otra cosa que tampoco está muy clara (¿la poesía de Cesárea Tinajero? ¿la muerte? ¿la aventura? ¿la vida?). Lo que sí es indiscutible es la joya que representa esta novela y este intermedio polifónico que enlaza el relato inicial de García Madero con la tercera parte en los desiertos de Sonora, sobre la cual haré una publicación próximamente.