Tras el cuarto caos... (IX)
Muy bien, empecemos. ¿Cuál es tu nombre?
Mile
El mío es Talmu, a partir de éste momento estás a mis órdenes, harás todo lo que yo te diga, sin discusiones.
Prefiero oírte lo menos posible, sólo quiero que trabajes y te calles. –dijo de forma autoritaria.
De acuerdo.
Empecemos entonces. Todos los días haremos una ronda a lo largo de los veinte kilómetros que forman los conductos de ventilación de estas instalaciones. Debemos supervisarlas en busca de algún tipo de anomalías y sobre todo debemos despejarlos de cualquier tipo de bicho muerto que encontremos.
¿Despejarlo en qué sentido?
Pues te voy a dar unas bolsas, todos los que encuentres, que serán muchos, los recoges y los metes en una bolsa y luego los traes hacia aquí.
¿Qué se hace luego con ellos?
Tú tráelos aquí y ya luego me preocuparé de esa parte. Te voy a dar un walkie talkie y si ves algo raro me hablas para que te dé las pautas a seguir. Nos repartiremos las zonas, de manera que haremos diez kilómetros cada uno y luego nos reuniremos en éste mismo punto para evaluar la situación. ¿Lo has entendido?
Creo que sí…
Perfecto, pues empecemos, Tú ve hacia esa dirección. –le dijo indicando uno de los pasillos. Cuando acabes, regresa hacia aquí, si te pierdes hay diversos mapas en los paneles informativos.
Fuente
Talmu entregó a Mile unas cuantas bolsas de basura y se marchó para empezar su jornada laboral.
Mile hizo lo propio, se dirigió hacia el lugar que le había indicado el grosero hombre y comenzó con su trabajo.
El resto de los refugiados también tenían asignado su trabajo, a partir de ese día todos serían trabajadores del bunker y aportarían su grano de arena para poder vivir en el único sitio de la Tierra con capacidad para prosperar.
Pero había una serie de cosas que parecían no encajar, los trataban de una forma bastante extraña, como si fuesen una especie de esclavos…
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