Tras el cuarto caos... (III)
Pero, de nuevo, una falsa alarma, que hacía perder la esperanza en encontrar el paraíso en una Tierra devastada en su totalidad. Ya sólo quedaban unas decenas de personas, las cuales deambulaban sin apenas fuerza.
En la lejanía comenzó a escucharse un ruido procedente de vehículos motorizados, pero no era posible ver nada debido a los fuertes vientos que hacían levantar la arena del desierto, los pocos peregrinos que quedaban estaban enteramente cubiertos de un color rojizo que los hacía camuflarse con el suelo.
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Mile cogió sus prismáticos y comenzó a mirar a su alrededor, tratando de visualizar algo. En dirección sur se podía ver una gran polvareda, en ella pudo llegar a distinguir un pequeño número de individuos en moto que se dirigían directamente hacia ellos a gran velocidad.
Al cabo de unos minutos, un grupo de unos diez desconocidos se presentaron delante de los peregrinos, iban todos totalmente cubiertos por anchas ropas y gafas, era prácticamente imposible llegar a ver sus rostros.
¿Quiénes sois? No podéis estar en esta zona, es un área restringida. –dijo uno de ellos amenazantemente.
Por favor ayúdenos, llevamos días andando sin apenas descanso, estamos buscando una ciudad que dicen que se encuentra en mitad de este desierto y que es el único lugar donde podemos ser acogidos, hemos sido expulsados de nuestras ciudades… - respondió un marchito anciano casi exhausto.
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Un solo gesto bastó para que todo el grupo sacara sus armas y apuntaran con ellas a las cabezas de los ancianos.
No sois los primeros que venís buscando “el arca”, tenemos exceso de población y no podemos acoger a nadie más, debéis iros a otro lugar o si lo preferís podemos mataros, es la mejor opción de la que disponéis ahora mismo, podemos acabar con vuestro sufrimiento…
¡ESPERA!!! ¡NO LO HAGAIS!!!...
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