Imagen oculta
Había estado lúgubre, en total aislamiento, como en cuarentena para que nadie se contagiara, para que nadie siquiera se enterara de su vacío mal.
Hubiese querido tener la fuerza de voluntad para evitar seguir con aquella costumbre que había asumido hace tanto tiempo (y que a veces consideraba una adicción), hubiese querido haberla dejado de lado desde el principio, o quizá haberle dado aún menos importancia de la que le dio.
Prefería el total aislamiento a la más leve posibilidad de confrontación. Evitaba a la gente, evitaba llamar la atención o hablar de más o permanecer demasiado visible. Sentía como si hubiese perdido una parte de su ser, como si no pudiese ocultar su desnudez, y lo sintió más hondamente al tropezar con alguien a quien le gustaba ver al azar imágenes ajenas y que quiso (siguiendo la convención social establecida) contemplar la suya solo por contemplarla, sin siquiera buscar relación alguna con quien veía la había formado, sin interesarse por su vida ni por su pensar ni por su sentir; queriendo solo ampliar su visión con nuevas posibilidades por medio de sus formas y colores.
Ese proceder, tan común en una sociedad de imágenes (que en esencia se comunica y relaciona con imágenes), de repente le pareció intimidante, nunca había considerado que ello podría producir tal incomodidad. A cada segundo sentía una mayor presión, que le paralizaba, como un sutil miedo escénico.
Se desconcertó al saberse tan débil, su mente se vació, no supo cómo actuar, no sabía ni qué hacía: No sentía su propio ser: ni los movimientos de su cuerpo ni las sensaciones de su espíritu.
Solo adivinó en los ojos de ese ser inquisitivo la incapacidad de creer lo que veía, adivinó en ellos el deseo de que no fuese verdad, la negación pura de quien no quiere aceptar una realidad hostil. Ante aquella reacción no sintió ofensa alguna, solo se inquietó al no entender a qué se debía, quería ver lo que esos ojos veían pero no podía. Solo vio cómo ese ser inquisitivo se llenaba de desconfianza para luego alegarse, sin volver la vista atrás, como queriendo olvidar, como queriendo evitar una inquietud
Con facilidad dejó ese suceso atrás, tenía experiencia olvidando. Pero tuvo la certeza que no sería el final del episodio, que no lo podría dejar atrás. Así, pronto volvió a tener un encuentro similar, y luego otro y otro, picoteándole la conciencia. Cada vez su reacción fue más controlada, con cada nuevo encuentro fue teniendo más noción de su ser: del accionar de su cuerpo, de las sensaciones de su espíritu. Hasta que, en uno de esos encuentros, se dio cuenta que en cada ocasión su imagen quedaba oculta por un instante, era como un acto reflejo: Ello explicaba la repulsión sentida por esos seres inquisitivos.
Por momentos sintió un leve alivio al darse cuenta que no le importaba. Le gustó la idea de no mostrar más esa imagen grisácea reflejo de su alma, pero de inmediato sintió repulsión por su propia actitud, sintió la necesidad de tener algo a que aferrarse ¿si no le importaba aquello, entonces qué habría de importarle? La indecisión le consumía el alma, hubiese querido escapar pero no existe lugar lúcido donde la conciencia se retraiga, donde no esté presente.
Era deprimente ser tan débil como para no poder mostrar con firmeza la imagen que tan bien representaba su propio ser. Era deprimente ser tan débil como para no poder dejar de darle importancia a esa imagen, que poco a poco se había puesto tan gris, como con una neblina que le arropaba. Pero era aún más deprimente no poder decidir si quería desechar su imagen o si quería acogerla y lustrarla.
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