#QuisieraSer: Eduardo Sánchez Rugeles

in #cervantes4 years ago

Uno de los más aclamados escritores venezolanos en la actualidad

En las dos entregas previas de la serie, les conté por qué #QuisieraSer Superman y Benjamin Button. Para esta entrega me voy a sentar del lado opuesto de las historias y miraré a los personajes desde los ojos de un creador de ficciones. Una persona real.

De niño leí pocos libros y acaso los dos únicos libros que leí por placer fueron El Principito y el Werther de Goethe. Mi goce de la lectura lo descubrí a los veintipocos y mi amor por la Literatura, las letras y esta pasión por la escritura, emergieron desde mi interior algunos años más tarde. Por la experiencia en el colegio, la edad, o quizás por algo más que se me escapa, la Literatura venezolana nunca me llamó la atención. Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, Teresa de la Parra, Salvador Garmendia, me sonaban a historia venezolana, la lucha por la independencia, a épocas pasadas que no me atraían. No era muy patriota (aún no lo soy) y aunque podía leer horas sobre los faraones egipcios y ver documentales en el Discovery Channel sobre la segunda guerra mundial, las aventuras de Simón Bolívar y sus semejantes me fastidiaban. Hoy día, de todos estos titanes de las letras venezolanas, apenas he leído Casas muertas de Miguel Otero Silva, pero conozco un poco más sobre la historia, antigua y contemporánea, de mi país y de las buenas plumas con que cuenta. Y eso se lo debo, sin duda, a Eduardo Sánchez Rugeles.

Cuando comenzaba a preferir la Literatura sobre los best-sellers, los clásicos sobre los thrillers y ya había encontrado algunos de los pilares literarios que hoy me sostienen, comencé también a expandir los géneros que leía y a comprar libros cuyas sinopsis me atrapasen. En la misma librería en la que había iniciado mi biblioteca con El símbolo perdido de Dan Brown y había encontrado una de mis primeras joyas, Las intermitencias de la muerte de José Saramago, di con un libro que una amiga me había mencionado. Ella no era una lectora asidua; sin embargo, me había contado sobre una novela venezolana, escrita por un venezolano (los buenos lectores entenderán por qué no es una obviedad), que hablaba sobre una adolescente insatisfecha en la Venezuela de hoy. Ya tenía la idea de adquirirla, pero el tenerla en la mano, leer la contraportada y ver ese título tan particular, me convencieron del todo: Blue Label / Etiqueta Azul.

Leerlo fue una epifanía. A cada página que pasaba, Sánchez Rugeles me maravillaba con su prosa, con su capacidad para contar esa historia y hacerlo de esa manera. Era como leer una novela de calidad internacional, a la altura de los grandes que hasta entonces conocía, pero a la vez leer algo profundamente venezolano y cercano a mí. En medio de una crisis social y política, sus protagonistas no eran los dictadores de siempre, los políticos de un lado u otro. Eran personas comunes y corrientes. Yo era un poco mayor que ellos, pero entendía la rareza de Luis, disfrutaba las locuras de Vadier y comprendía las ansias de escapar de Eugenia. Era como si hubiera estudiado con ellos. De alguna manera, ese road trip era mi historia. Pero si bien mi primer contacto con el autor caraqueño fue clave, fue nuestro segundo encuentro el que me voló la cabeza.

Volví a la misma librería de antes y descubrí otro libro del mismo autor, con título todavía más misterioso: Liubliana. William Faulkner dijo varias veces que Moby Dick era la novela que a él la habría gustado escribir. Cuando leí Las intermitencias de la muerte de José Saramago tuve el deseo de escribir algo así de bueno, más como ese deseo de ser genio, como querer ser Da Vinci, o Stephen Hawking. Una admiración de lo inalcanzable. Pero cuando leí Liubliana entendí lo que Faulkner dijo sobre la mítica ballena blanca. Liubliana es la novela que yo quisiera haber escrito. Y en cierta forma, pude haberlo hecho. Con diferencias de voces propias, obviamente de academia y un bagaje literario superior al mío, las ideas que expresa Sánchez Rugeles son mis ideas. Sus personajes son mis personajes. Sus obsesiones literarias son algunas de las mías. Por eso leerlo a él no fue un descubrimiento, sino una revelación. Cada línea era algo que yo había pensado antes, ideado,incluso algunas de las frases ya las había escrito; de forma inferior, por supuesto. Dado que también es venezolano y no significativamente mayor a mí, llegué a pensar alguna vez que Eduardo Sánchez Rugeles es el escritor que yo habría sido si hubiera estudiado Literatura en la Universidad.

Ojo, no él exactamente. No quiero escribir como Sánchez Rugeles o copiarlo. Su estilo no es el mío. Su voz no es la mía. Pero quisiera desarrollar mi escritura hasta el punto de provocar en otros lo que él provocó en mí. Por él me animé a leer a otros autores venezolanos. Francisco Suniaga, Alberto Barrera Tyzska y David Alizo le deben al autor de Jezabel el que yo los haya descubierto. Y también él me hizo ver que no era descabellado soñar con escribir novelas de alta calidad literaria, viviendo en el subdesarrollado socialismo del siglo XXI. Si antes había pensado escribir novelas (de hecho, ya había escrito algunas), leer Liubliana me hizo entender mis ganas de contar historias como una necesidad. Ya no un hobby, o alguna actividad extra, sino como una verdadera vocación. A partir de allí, comencé a leer y escribir como placer y ejercicio para alimentar al escritor que siempre ha vivido en mí pero que necesitaba (aún necesita) educación, herramientas... tenía que vivir para escribir, y sobre todo necesitaba escribir para escribir.

Por despertarme con el toque de su pluma. Por haberme señalado su camino y animarme, no a seguirlo sino a tomar el mío con igual valor. Por haberme brindado horas de epifanía literaria. Por haber desafiado los cánones de la Literatura venezolana y expandir sus límites. Por haberme hecho ver que es posible contar la historia de un joven venezolano y aún así calar hondo en un lector chileno, mexicano, español, estadounidense o ruso. Por eso y muchísimo más es que que yo quisiera haber escrito Liubliana y #QuisieraSer Eduardo Sánchez Rugeles.

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The Egyptian Faraos are something that I find very interesting too :)

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