LAS VUELTAS DE JULIO REY, cuento

Apenas si comprendía el por qué nunca se había sentido como aquel día: cómplice natural, se auscultaría como un ocioso, luego lo haría perfectamente de acuerdo consigo mismo. ¿Quién era él? Julio Rey, nacido un jueves con mucha lluvia, de signo aries, tendría que ser el mismo siempre, en un juego de azar con el tiempo. Las calles iguales, su casa, su vida: aquella que dejó hace tiempo, cuando las hojas de marzo caían.

Julio Rey estaba sumido en sus cavilaciones preparando su descenso en el tiempo. Se encontraría de nuevo romántico, exigiendo los mismos labios, acariciando el éxtasis conocido. Lo volvería a obtener, lo único que le faltaba era su vestimenta, sin embargo, optó por no darle mucha importancia, aunque dudaba, porque no terminaba de saber qué importancia pudo haber tenido aquella camisa a cuadros bajo el sol de la tarde y el reflejo que desprendió de sus ojos.

Mariemilia, estaría aturdida por los sermones de aquel domingo, recordando que entre risas y bendiciones el párroco despedía los feligreses en la puerta de la iglesia. Ella tropezó y Julio Rey de un salto tomó sus brazos e impidió la caída, ella sonrió con palidez, casi sin vida. La brisa sopló la plaza arrastrando las hojas secas.

¿Y quién eres? ¿Acaso me conoces? Cómo vas a verme, si nunca miras a los lados, no te das cuenta que mis ojos te han perseguido y mi olfato descubre tu perfume a lo lejos, hace tiempo que mi vida es un astro girando en tu atmósfera. ...hace años ... pensaba, Julio Rey.

Ahora sentía que el deseo era mayor, y el tiempo tenía que permitirlo. Todo tenía que ser igual. Sus manos, su mirada. Por segunda vez la conquistaste con los mismos gestos, las palabras, el mismo aliento, el mismo mes. Cuando se fueron calle abajo la plaza era un lugar solitario por donde la noche y marzo se paseaban plácidos.

De nuevo quieres regresar. Miras las hojas de marzo, de aquel mes donde cultivaste tus sueños y tus pasiones, donde la historia se perdía y se volvía reconfortante. Ahora quieres volver por una tercera vez, oír de nuevo el murmullo del viento soplando por la plaza mientras las hojas rodaban díscolas, ver de nuevo su sonrisa triste, su mismo rostro.

Mariemilia ha escrito por siempre las mismas cartas, las cuales leo una y otra vez y mi vida se llena de esos momentos en que éramos furtivos delincuentes del amor. De nuevo quiero llegar con mis manos frescas por la tarde de aquel domingo de marzo, con iguales gestos y palabras.

Todo lo tengo planeado. Nunca nos hemos conocido, seré otro, quiero decir que la historia me arrastra sin tregua hacia lo inexorable. No sabes de mis manos, de mis palabras.

Julio Rey se levantó y enfrentado al espejo sonrió. Su mirada era la misma que 18 años atrás enamoró a Mariemilia por primera vez. Luego se marchó y volvió por segunda vez, sin pizca de vejez a conquistarla. ¿Qué importa volver una tercera vez? No tengo edad y no me importa lo que diga la gente, será igual o con algunas diferencias. Iré a su casa después de la misa. Diré las palabras necesarias: quiero tus labios, tu amor, tu cuerpo. Quiero repetir tu nombre de marzo Mariemilia, tu primavera, tu piel.

“Esta es mi casa” —repitió Mariemilia, tan hermosa como nunca, joven como siempre. Julio Rey no pudo contener su emoción, aunque sintió miedo y sus pasos no eran tan serenos. Ella, sentada en el diván, esperaba, ida, mirando las hojas de marzo. La luz enternecía sus plateados cabellos. Julio Rey la miraba desde la penumbra y un aire caliente le acuchillaba las entrañas, lo calcinaba, sentía que sus fuerzas le abandonaban y sus huesos parecían incapaces de sostener su cuerpo. Se abalanzó de rodillas ante Mariemilia, sus manos revolotearon díscolas suplicando su amor de marzo una vez más.

Perfectos los gestos, el aliento. El murmullo del viento era una vieja melodía que despertaba la nostalgia Julio Rey se agarró a las piernas de Mariemilia; Ella no comprendió, se levantó, apartando aquellas manos que lo perdían todo.

Marzo se perdía entre la brisa y se enredaba en los cabellos de Mariemilia. Las lágrimas se montaban en las hojas secas y escapaban apresuradas. Los vecinos se alteraron por un grito desgarrador que perturbó la tarde. Marzo, ya no era Mariemilia, tampoco Julio Rey preparando su regreso. Marzo era el viento que jugaba con las hojas, marzo era un mar de espejos en los cabellos de Mariemilia y Julio Rey un náufrago sin una isla donde llegar.

Fuente

Apoyemos el trabajo de:

@cervantes, @mosqueteros, @babelproyect, @engranate, @celf, @codebyte
, @salvadordali, @reveur, @larepublica, @rutablockchain, @amigos, @elarca
@cooperacion, @provenezuela.