4942 msnm: Pico Humboldt, primera experiencia en Alta Montaña

"¡CUMBRE!" ⛰ Todos gritaron "cumbre", tan alto como el agotamiento personal les permitió, una vez pisamos los 4942 metros que representan el segundo techo más alto de nuestro país, el Pico Humboldt de la Sierra Nevada de Mérida.
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Era mi primera experiencia en Alta Montaña, así que no sabía que eso de gritar "Cumbre" al llegar a la cima era casi un ritual para todo montañista.
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Ciertamente, experimentas todo un cúmulo de emociones al estar allí. Especialmente cuando -como en mi caso- llegar tomó tanto tiempo y esfuerzo, 5 días de trekking para ser exactos. Sin embargo, estar allí me llevó a pensar en que "La cumbre" como fuente de motivación única para el montañista no es suficiente.
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Unos 30 minutos, si acaso una hora, fue lo que duramos en ese mágico pedacito de cima. Pero la estancia en la montaña fue mucho más larga antes de llegar allí. Por eso, no grité cumbre porque dentro de mí había hecho cumbre desde hace mucho rato.
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Mi cumbre fue diaria. Mi cumbre fue atreverme a anotarme en un viaje en el que no conocía a ninguno de los participantes. Mi cumbre fue acostarme y disfrutar de la luna llena. Mi cumbre fue cada risa, carcajada, conversación dentro de la carpa o durante la caminata. Mi cumbre es haber bajado y hoy tener entre mis contactos a personas que hicieron de mi viaje a la Sierra Nevada de Mérida la mejor experiencia de mi vida.
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Cuando descendemos de la cumbre no somos más que los demás, no somos más fuertes, mejores o más inteligentes, como lamentablemente algunos suponen.
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La cumbre no engrandece a nadie. De hecho, dos de las personas claves para mí en este viaje "no hicieron cumbre", pero llegaron mucho más alto y dieron un mejor ejemplo durante todo el recorrido que muchos de los que "sí llegamos a la cima".
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La cima es la mitad del camino", dijo mi montañista favorita Karla Whelock. No pudo tener más razón. Para mí la otra mitad es regresar y tener con quien compartirla.