El taburete de oro (6)

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Recordaba los ataques de ansiedad que le producía pensar en cómo le explicaría que no sólo no lo amaba, sino que le dolía el corazón al acostarse a su lado, tan lejano, como si fuese él quien hubiera cambiado tanto, que su piel ya nunca más olería a romero y canela, como antes de casarse. A veces, incluso el aroma anunciaba una distancia insalvable, sin puentes, ni siquiera quemados.

Pero, contra todo pronóstico, no lo tomó tan a la tremenda como había temido; después de la sorpresa, una especie de relajación absorbió el inevitable sobresalto, y, en su eterno papel de organizador vocacional, estuvo hablando tranquilamente de cómo llevarían a cabo la separación. Se mostró comprensivo, equidistante entre ambos, si algo así fuese posible, como un profesional objetivo y competente, ajeno a la emoción; incluso la animó a encontrar un trabajo para ocupar su tiempo, “porque no te va a faltar nada, pero te convendría”, era un caballero y siempre podría contar con él. Celia lo miraba con una mezcla de alivio y amargura: en ese instante decisivo, no había obtenido de él ni un gesto de tristeza, ni un ligero temblor en las manos, ni una mirada que revelase incertidumbre. Un “¿qué nos ha pasado?” hubiera estado bien, aunque sólo fuese por curiosidad.

El cabello ensortijado de Celia, color lluvia sobre carbón, con la longitud de cien caballos galopando en la pradera, díscolo y amable con el viento de poniente, le recordó que no volvería a blanquear calcetines, y dejó que lentamente llegase el sueño.

Aquella noche no tuvo pesadillas, pero despertó con la extraña certeza de que una mujer enorme, del tamaño de una cerilla, la llevó a la sabana, donde estuvieron escuchando los cantos de los niños, bebieron agua pura del pozo y comieron granos de mijo -molidos por Celia con un pedacito de una montaña cercana que el tiempo había arrojado al río-, convertidos por sus manos en pan ácimo cocido sobre piedra. Como si lo hubiese hecho toda la vida.

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Si algún lector tiene curiosidad por leer los capítulos anteriores, aquí dejo los enlaces. Las fotografías son de mi propiedad.

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