La serie #IdolosLiterarios está concebida por @cristiancaicedo como un espacio para mencionar y analizar algunos de los autores y libros que lo han marcado de alguna manera, a lo largo de sus años como lector y escritor. Todos los steemians son bienvenidos a participar dejando sus comentarios y aportes al final de la publicación.

Muchas veces, admiramos a los escritores que leemos por su manejo de la forma y el fondo, por su capacidad analítica y reflexiva, o por el tratamiento de temas que son de nuestro interés. Si mi género favorito es la novela negra, probablemente mi autor favorito sea un escritor de novelas negras. No sólo es frecuente, sino que es normal que esto ocurra. Sin embargo, algunas veces, nuestra admiración y afinidad va un poco más allá. No sé si a alguien más le haya ocurrido, pero cuando comencé a leer la obra de Eduardo Sánchez Rugeles, sentí que estaba hablando conmigo mismo. Más que leer novelas, estaba escuchando la voz de mi conciencia.

He mencionado en posts previos que comencé leyendo thrillers, gracias a Dan Brown y algunos autores semejantes como Javier Sierra, Steve Berry y Julia Navarro. Hasta ese momento no había leído más Literatura (con L mayúscula) que los relatos de Edgar Allan Poe, pero para entonces ni siquiera tenía claro el concepto. Lo que sí sabía era que Venezuela no me parecía literaria, o digna de libros atrayentes para mí. Si bien me gustaban los pocos clásicos que conocía, mi mayor atracción eran las novelas contemporáneas y tenía el concepto arraigado en mi mente de que las letras en Venezuela habían quedado en el siglo XX. Rómulo Gallegos, Uslar Pietri, eran nombres que no me llamaban la atención a causa de haber leído en el colegio Peregrina de Manuel Díaz Rodríguez, o el saber que las Lanzas coloradas era una historia de la época de la independencia, un tema que me resultaba aburrido. No tenía ni idea de que existían escritores venezolanos contemporáneos. Y entonces, Sánchez Rugeles me encontró.

Una amiga que no había leído el libro aún, me mencionó la sinopsis de una novela que me llamó mucho la atención y en una visita a mi librería favorita encontré en el estante, casi sin buscarla, Blue Label / Etiqueta Azul. Fue amor a primera lectura. La novela es una especie de road movie con una historia de amor adolescente, pero profundamente venezolana. No la Venezuela de Bolívar, o Juan Vicente Gómez, que yo estaba acostumbrado a ver en las novelas que no leía, sino la Venezuela de los últimos tiempos, del siglo XXI, de mi época. Y sus personajes la sufren, la aman, la padecen, la injundian, la defienden, pero sobre todo la representan de una manera asombrosa. No se trata de personajes verosímiles solamente, son personas reales, protagonistas de una historia que además está escrita con una calidad literaria de talla internacional. Una de las cosas que más me impresionó la expresé así en su momento: "No parece escrito por un venezolano, pero es lo más venezolano que existe". Un juicio un poco duro en ese momento porque no conocía mucho de los autores contemporáneos de mi país que luego descubrí, pero evidencia el impacto que tuvo Sánchez Rugeles en mi vida.

Venezuela como un interesantísimo espacio narrativo, en el cual todo está presente, pero no se denuncia, es una de las mayores genialidades de este autor. Al retratar a sus personajes, los cuales pueden representar a unos u otros sectores de la realidad social y política venezolana, Sánchez Rugeles no hace juicios, no condena, no toma partido. Sólo muestra la heterogeneidad de la sociedad venezolana. Y aún cuando el país ha vivido en crisis, prácticamente lo que llevamos de siglo, y los principales hechos y personajes tienen que ver con la palestra pública, sus protagonistas no son figuras, son venezolanos normales. Eugenia Blanc en Blue Label / Etiqueta Azul es una muchacha caraqueña que quiere encontrar a un pariente lejano para tramitar su nacionalidad francesa e irse del país. Gabriel Guerrero, protagonista de Liubliana, novela que es para mí lo que Moby Dick fue para Faulkner: la novela que me habría gustado escribir, es un venezolano que vive en el exilio y recuerda su infancia y su juventud en Caracas. Es un tipo mediocre, con un matrimonio inestable, que se enamora de una muchacha de su pasado, pero que no libra cruzadas, que no enarbola ninguna bandera a favor de tal o cual postura o partido. En pocas palabras, no son héoes.

La escritura de Rugeles está profundamente arraigada al contexto. Emplea a Venezuela como marco, como fondo, como motivo muchas veces de las acciones de sus personajes, pero logra hacerlo de una manera que atrae, que seduce, que invita a reconocer ese país que muchas veces escapa de la comprensión de nosotros mismos los venezolanos. Haber encontrado novelas venezolanas de calidad internacional fue uno de los grandes aportes que ha hecho el autor a mi vida. Ese mismo año que descubrí al autor, leí Julián, Jezabel y Liubliana, esta última dos veces (pero he vuelto a releerla una tercera vez). Luego leí esa especie de thriller en los Cárpatos que es Transilvania Unplugged, hasta que conseguí su primer libro: Los desterrados. Éste último reúne unas crónicas imaginarias que Sánchez Rugeles había escrito para un portal, empleando el alter ego, más bien heterónimo, de Lautaro Sanz.

Las crónicas de Lautaro, al igual que todos sus libros, resultaron ser más que sólo buenos libros. A cada página que leía de Sánchez Rugeles, me iba descubriendo y reconociendo a mí a través de él. "Yo pienso así", "siempre he dicho esto", "es exactamente como siempre me he sentido", eran las frases más comunes que acompañaban mis lecturas de este autor. Evocando con humor a Flaubert y su Madame Bovary, aún cuando yo no haya escrito esas novelas, yo soy Lautaro Sanz. Y Eugenia Blanc. Soy Gabriel Guerrero, soy José Antonio, soy Julián. Me identifico con este escritor, con su obra; y leerlo siempre me generó un dilema: sentía el orgullo de pensar como Sánchez Rugeles, porque si ha llegado a donde está, yo, con mis ficciones, también puedo hacerlo; pero sentís también la derrota de reconocer que él dice exactamente lo que pienso, pero lo dice mejor. Incluso alguna vez llegué a pensar que Eduardo Sánchez Rugeles es el escritor que yo habría sido si hubiera estudiado Literatura en la universidad. Un juicio no muy humilde, claro está, pero que refleja el nivel de identificación que tengo con su escritura.

Gracias a su breve bibliografía, es uno de los pocos autores de quien tengo las obras completas, casi todas en primeras ediciones y hasta en más de una edición. Su último trabajo 26. Vida de Luis Alberto, no es una ficción y a pesar de contar la vida de otra persona, creo que es el libro más personal de Sánchez Rugeles; se deja entrever su carácter, sus temores, sus ideas, desligadas de cualquier personaje. Con sus libros, ha obtenido premios importantes y ha sido traducido a otros idiomas, así que no es un autor desconocido. Pero si, por cuestiones de la vida, no han leído nada de este venezolano, no dejen que su situación permanezca así por mucho tiempo.

¿Alguno de ustedes ha leído a Eduardo Sánchez Rugeles? ¿qué opinan de sus libros? ¿cuál es su favorito? deja un comentario con tu opinión para continuar nuestro análisis y también dinos ¿Quiénes son algunos de tus #IdolosLiterarios?