La ignorancia (Libro): sobre el exilio y el regreso.
Las novelas de Milan Kundera son mucho más que sólo historias. Cada uno de sus personajes, cada situación de cada una de sus ficciones, plantea reflexiones y análisis filosóficos que el escritor Checo enuncia o asoma para el ejercicio mental del lector. Y La ignorancia no es la excepción a esta regla. Aunque trata temas que toca en otros libros, esta novela tiene como eje central uno, por encima de todos: el exilio.
Sylvie e Irena son amigas que viven en Francia. La primera es francesa, pero Irena es una viuda extranjera que volverá a su país pronto, por invitación de su nueva pareja. Y acá, Kundera introduce uno de sus dilemas principales ¿cuál es su país? ha vivido en Francia los últimos veinte años. Irena dice “Es aquí donde tengo mi vida”. Entonces ¿de dónde somos? ¿de la tierra en que nacimos o de aquella en donde formamos nuestra vida? La magia de ese gran regreso de Irena a su tierra, no la emociona como otros esperarían. Ha caído el régimen comunista que la hizo huir a Francia, pero tras veinte años afuera ¿qué puede haber allí para ella?
El autor analiza la etimología de una palabra clave: en español “añoranza” proviene del verbo “añorar”, que a su vez viene del catalán "enyorar"; y éste proviene del latín "ignorare" (ignorar, no saber de algo). Entonces, la nostalgia se nos revela “como el dolor de la ignorancia”. Ese dolor de no saber qué ha sido de nuestros amigos, de nuestro país, de ésa vida que dejamos atrás. De allí que Kundera haya elegido ese título para su novela.
A través de sus personajes, el autor Checo habla de ese terror colectivo que siente el emigrado por el regreso. Irena y su esposo Martin tuvieron pesadillas y visiones al respecto, en las que “El día le mostraba el paraíso perdido; la noche, el infierno del que había huido”. Y es que no se trata de un exilio voluntario o momentáneo. Ellos huyeron de su tierra porque se había instalado un régimen político que reducía sus libertades y suprimía su desarrollo en nombre del bien colectivo. Si sumamos a eso que el estado comunista acusaba a los emigrantes de traidores, resulta lógico ese temor de volver. Pero Irena vuelve. Gustaf, su novio nuevo, es sueco; y quiere conocer Praga. Cuando ella llega, ocurre un hecho sencillo que Kundera usa con maestría para mostrar la psicología de Irena. El atuendo que lleva desde Francia resulta inapropiado para el clima en Praga, por lo que va a una tienda a comprar un vestido nuevo. Pero la prenda, insulsa, sin gracia, le muestra “la vida que hubiera tenido si se hubiera quedado”. Ese vestido le revive los miedos y el pasado que intentó dejar atrás y que ahora, por un momento, la ha alcanzado.
La novela habla constantemente de Ulises y La Odisea, esa "epopeya fundadora de la nostalgia" y la que marcó el inicio de esa gran aventura que es el regreso. Hay paralelismos entre Irena y Ulises, quienes tras veinte años exiliados, vuelven a su tierra. Pero ¿es realmente su tierra? ¿pertenece a nuestra época la epopeya del regreso? Si el mundo ha cambiado, si no se reconoce el propio país después de tanto tiempo, uno no vuelve al mismo lugar. ¿Si Ulises no hubiera reconocido aquella orilla, se habría quedado en Ítaca?
Josef, otro personaje de la novela, conoció brevemente a Irena hace veinte años en “una historia de amor truncada antes que empezara” y ahora coincide con ella en el aeropuerto. Quedan en verse día más tarde. Pero antes, Josef inicia el recorrido de su ciudad por el cementerio (la nostalgia por los muertos) y “Durante su ausencia, una escoba invisible había barrido el paisaje de su juventud, borrando todo lo que le era familiar; el enfrentamiento que esperaba no llegó a producirse”. Por ello, Josef no reconoció la ciudad que había ido a ver; descubrió una nueva. Su memoria, además, no es amable con él; y al no recordar cosas bonitas, la ejercita poco, lo que le permite desprenderse de su país; no así de su esposa muerta. La fidelidad de Josef al recuerdo de su mujer es férrea, porque no logra revivirla; y en vez de alegrarse por los breves recuerdos que emergen de su olvido, se desespera por la inmensidad del vacío que rodea la imagen de la mujer amada.
Memoria y olvido son también dos constantes en la obra de Kundera. En esta novela habla de los recuerdos emergidos del olvido, involuntariamente; de cómo Praga olvidó rápidamente el ruso que había hablado durante cuarenta años al caer el régimen comunista y cómo resurgió el alma del país: Mozart, Kafka; y de cómo la memoria es caprichosa, selectiva y nuestros recuerdos son parciales, están falseados porque muchas veces los inventamos al evocarlos. Además, agrega, la memoria necesita ejercitarse. Por eso los emigrados se reúnen allá en ese otro país y se cuentan las historias una y otra vez, para volverlas inolvidables, para aferrarse a ese pedazo de su historia y no dejar que se desvanezca. El tema central, la ignorancia, cubre muchas situaciones: la ignorancia como desconocimiento del país, del idioma, de la gente, las acciones; y nostalgia por lo que se perdía, “Llanto por el mundo que desaparecía ante sus ojos”; nostalgia del idioma, el acento, las palabras, “La música de una lengua desconocida”; nostalgia de la juventud perdida, de los padres y amigos muertos.
Irena y Josef saben que “nos marchamos sin la menor esperanza de volver”; al dejar París, Irena reconoce “…cuán feliz era en esa ciudad… su emigración había sido una desgracia” y al volver a Praga afirma “Praga ya no es mi ciudad”, así que esa imagen de “…una joven que sufre, desterrada de su país”, la forma en que todos la ven, no va con ella. Queriendo evitar el regreso, dice a Gustaf “Soy feliz contigo, aislada de todo y de todos”. La patria y el amor están condicionadas a la brevedad de la existencia del hombre, que no puede desarrollar cariño por otras tierras, por otras lenguas, dice Kundera, pero así como tras veinte años de ausencia, Ulises regresó para darse cuenta de que su vida eran precisamente esos veinte años que dejó atrás, Irena ha tenido su vida en París y por eso le molesta que busquen amputársela. Su madre la visita en París y no le pregunta nada sobre su vida allí; sus amigas, cuando vuelve a Praga, tampoco le preguntan sobre eso; en cambio le preguntan si recuerda, si no ha olvidado tal o cual cosa. Quieren amputarle veinte años de su vida, acaso la parte más importante.
La ignorancia, la nostalgia, el exilio, el porvenir, la música, la memoria, el amor (“el amor es la exaltación del tiempo presente”), el olvido, la identidad (“Desde siempre tengo la impresión de que mi vida ha sido conducida por otros”), la muerte, el regreso (“El que echa a perder sus despedidas poco puede esperar de los reencuentros”), son apenas algunos de los temas sobre los que reflexiona el autor a través de sus personajes. Se trata de una novela para todos los amantes de los buenos libros, pero especialmente para aquellos que han debido dejar su país por causas ajenas a su voluntad. La partida, el exilio y el regreso, son la tríada que inició con Ulises, que vivieron Irena y Josef y que ahora invade la vida de millones de venezolanos, quienes, tras las dos terceras partes de esa trilogía, anhelan la posibilidad de un regreso, de volver a su Ítaca, situada acá, al Norte del Sur.
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Me parece súper interesante este tema.. aunque no conozco el autor me dió curiosidad y quién quita que empiece a leer sobre este escritor y sus obras. Saludos
Es un escritor que vale la pena leer. En publicaciones previas hablo de otros libros suyos y de su obra. Le puede echar un vistazo. Saludos y gracias por leerme.