Relato: Esto es sólo el comienzo

in #spanish5 years ago

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Moisés Praga levantó la mirada; sus ojos reflejaban el horror y el dolor. La escena que se presentaba ante él era tan grotesca que sintió las ganas de vomitar ahí mismo.

El arrepentimiento le invadió, culpándose de haber sido un estúpido y un descuidado. Creyó que aún estaba en los tiempos en donde la ley podía utilizarla a su favor; bastaba con repartir dinero aquí y allá para que le permitieran actuar sin consecuencias. 

Creyó que Marina Ponteverde era una política más, una muy ingenua e ilusa como aquellos que recién se iniciaban en ese bajo mundo. Creyó que ella velaría por los intereses de las empresas, como lo hicieron sus predecesores; creyó y creyó... Pero no vio venir lo que muchos otros vieron con sus propios ojos. No se dio cuenta de que ella estaba preparando una trampa en la que todos, incluido él, cayeron como principiantes. 

No se dio cuenta que la frase que ella le había dicho aquella mañana anterior a su investidura, ocurrida hace dos años ya, no era una simple broma; era una seria advertencia sobre lo que le pasaría si no ajustaba a la ley.

Ahora se encontraba frente a los cadáveres de su esposa, su amante, sus padres y sus hermanos; todos colgando en aquél árbol de cedro ardiendo, con signos de violación y tortura en sus cuerpos. Los niños, suyos y los de sus hermanos, yacían envueltos en una sábana blanca ardiendo en una hoguera aparte. 

"Lamento lo de tu familia, Moisés". 

El aludido se volvió. Sus ojos se llenaron enseguida de rabia al ver a la mismísima Marina Ponteverde de pie, con una amplia sonrisa. A su lado se encontraba Sebastián Franco, su secretario, quien sostenía una colección de carpetas, y Manuel Salvaterra, jefe de los Traficantes de la Muerte, el grupo paramilitar encargados de ejecutar la Ley Purga.

Moisés hizo el ademán de levantarse, pero Manuel hizo seña a uno de sus hombres, quien estaba a pocos metros de él; el subordinado no dudó en darle un disparo en la pierna.

"¡MONSTRUO! ¡ASESINA!", gritó, lleno de dolor.

Marina rió a carcajadas. Acercándose al herido, se inclinó; sus ojos oscuros, faltos de emoción, miraron fijamente al otrora empresario más poderoso de Mina Morta. El hombre fue el principal promotor de muchas leyes que favorecieron a los de su sector y perjudicaron a las poblaciones que vivían cerca de las reservas forestales y ríos. Sus fábricas eran un peligro para la salud pública, pues Praga nunca invirtió en filtros amigables al ambiente. Así mismo, ha sido autor de innumerables plagios de terrenos comunitarios y ha mandado a asesinar a activistas que denunciaban sus alianzas con el narcotráfico y con los políticos corruptos.

"Monstruo... Asesina... Bonitos títulos para una novela, querido. Y pensar que una vez le dije que tuviera cuidado con sus acciones, pues no sabría cómo la vida le trataría", dijo. "Como cualquier otro idiota con quien traté en los dos años que llevo en el cargo, no me tomó en serio. Creyó que era una inocente bromita de una tonta ingenua. Era natural; apenas estaba empezando. Como un bebé... Su bebé"

Moisés la miró con rabia. Marina, sonriente, tronó los dedos. Manuel de inmediato hizo una seña a uno de sus subordinados; éste, una mujer, acudió con un bebé en brazos. Moisés miró a la mujer y a su bebé; ésta lloraba sin cesar, como si presintiera su muerte. Volviendo su mirada hacia Marina, le preguntó con desesperación: "¿Qué es lo que quiere, Marina? Lo que sea que quiera, se lo daré, ¡pero por favor, por favor, no mate a mi hija!" 

"Praga, no soy una salvaje", respondió Marina." Yo no mato a bebés; éstos quedan exentos de la Ley Purga, pues no comparten culpa con el resto de la familia. En su lugar, éstos son reubicados en familias que estén económica y emocionalmente capacitadas para criarles. En cuanto a qué es lo que quiero, no se preocupe. Sus empresas, sus residencias, sus tierras, todo es del Estado ahora. Sus tierras serán repartidas entre las comunidades y cooperativas que fueron agraviadas por su proceder; sus empresas serán vendidas al mejor postor bajo condición de someterse a la ley nacional; sus residencias se convertirán en escuelas y en casas de vecindad".

"Usted será señalada por la historia como una tirana, Ponteverde".

"Que así sea, entonces. No me importa..."

Antes de que emitiera una palabra, Moisés Praga recibió un disparo en la cabeza. Incorporándose, se volvió hacia la mujer y le dijo: "Llévasela a sus nuevos padres". La mujer, con un asentimiento de cabeza, se marchó. "Esto es sólo el comienzo".

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