Los Ojos de Calíope: Acto XsteemCreated with Sketch.

in #spanish5 years ago


Anteriormente... La Bestia.



Acto X


Girando


Con todo lo que estaba pasando, el jinete se había olvidado del encuentro. Se sintió algo mal por eso, la madre de Calíope estaría arriesgando su vida viniendo hasta acá. Fácilmente todo lo que estaban tratando de hacer podría volverse en vano.

Ya tendría tiempo para lidiar con emociones después.

Oqeue no dijo nada. Simplemente entró en la nave con cautela y el dedo en el gatillo. La otra nave comenzó a vibrar y sus motores se encendieron. Oqeue salió de la nave de un salto.

–¡Ahí está Tiberino! –les gritó.

Perseus gruñó y el jinete se subió a su lomo. La nave comenzó a elevarse, Perseus saltó y se aferró al casco con sus garras. Comenzó a golpear las compuertas, abollándolas y agrietando la nave. Esta comenzó a virar de un lado a otro, buscando deshacerse de sus parásitos. El ic’lua siguió golpeando, pero con cada uno se arriesgaba a perder el agarre. Oqeue y Hazel disparaban cuidadosamente a los motores, evitando darles a las celdas de energía.

Luego de varios golpes con sus garras, Perseus logró abrir una abertura lo suficientemente grande para que el jinete se colara. La nave comenzó a ganar altura así que debía moverse rápido. Abrazó fuertemente el largo cuello de Perseus, este metió la cabeza en la apertura y el jinete se columpió adentro. No tuvo tiempo de dar un vistazo. El grito de auxilio de Hazel robó toda su atención. Al mirar abajo pudo ver nuevamente a la bestia, totalmente cubierta de sangre, pero en pie. Estaba acechando nuevamente a su amiga, Oqeue hacia todo lo posible para distraer a la bestia, pero no era rival para ella. Necesitaban ayuda.

¡Ayúdalos! –le dijo mentalmente a Perseus. El jinete lo sintió vacilar.– ¡Solo tú puedes con esa bestia, sálvalos, maldición! ¡Yo estaré bien!

A regañadientes el ic’lua saltó al árbol más cercano. El jinete lo vio descender a toda velocidad mientras la nave seguía subiendo.

Ten cuidado.

Instintivamente llevó la mano a su cintura. Se sintió estúpido al recordar que no tenía su arma, ni tampoco el revolver que le quitó a Tiberino, debió dejarlo caer inconscientemente. Lo único que tenía era su disposición de sobrevivir a esto. Miró a su alrededor, estaba en el compartimiento de carga, buscó un arma o algo que pudiera servir como una, siempre atento por si la puerta de la cabina de pilotaje se abría, no había nada. Tampoco vio a Calíope. Lo único que pudo conseguir fue un tubo mediano que se había desprendido por los golpes de Perseus. Era mejor que nada.

Se aferró fuertemente a la barra de metal. Comenzó a tener muchos sentimientos encontrados mientras avanzaba hacia la puerta. Imágenes de los laboratorios, los fríos pasillos, habitaciones blancas, las pruebas. Aún no sabía cómo pudo sacar tanta fuerza para no sucumbir ante la locura. Varios de los niños se quebraron luego del primer par de meses, los experimentos no ayudaban a su estado mental. Los gritos, las canciones, las risas desquiciadas…y Tiberino lo llamaba asegurar la evolución humana. Apretó la barra tan fuerte que pensó que la doblaría.

Al mismo tiempo sentía a Perseus. Estaba furioso, desesperado, temeroso. Nunca antes se había enfrentado con algo así. Pero estaba determinado, no había ni una pizca de duda en él. Su lucha, más que por salvar a alguien, era por sobrevivir, por merecer ver una vez más al sol elevarse en el horizonte.
Eso es por lo que el jinete debía pelear ahora.

Se pegó contra el muro y lentamente abrió la compuerta. Asomó la cabeza y no vio nada. Entró. Miró en todas las direcciones listo para reaccionar, con la vara de metal alzada. Lo único que veía era una cabina sin piloto. Había cuatro asientos formando un cuadrado, los delanteros eran los del piloto y copiloto, todos vacíos exceptuando por el de atrás a su derecha. Allí estaba Calíope recostada, todavía inconsciente. El jinete no pudo evitar poner una mano sobre la cabeza de la niña. Echó un vistazo a los controles, el piloto automático estaba activado, había unas coordenadas establecidas. Iba a dar vuelta…, sintió que no estaba solo. Maldijo para sus adentros.

Se dio media vuelta rápidamente y lanzó un golpe con el tubo. Este impactó contra el antebrazo de Tiberino, el hombre gruñó de dolor. En su otra mano cargaba una daga que alzó en dirección al estomagó del jinete. Este logró interceptarla y la detuvo agarrando la muñeca de Tiberino. El joven reaccionó rápido y asestó un cabezazo en la nariz de Tiberino. Marko retrocedió cubriéndose el rostro con una mano, pudo saborear la sangre que emanaba de su nariz. Mientras el joven jinete volvió a los controles y desactivó la navegación automática, la nave comenzó a descender.

Al darse cuenta, Tiberino se apresuró, alzando la daga. El jinete predijo esto por lo que se movió hacia el lado derecho de la cabina, pero no contó con que el espacio entre el asiento y los controles fuera tan estrecho por lo que su pierna izquierda quedó atascada por poco menos de un segundo, pero esto fue tiempo suficiente para que Tiberino incrustará la daga en su muslo. El jinete gritó de dolor y en un impulsó se las arregló para asestar una patada en el pecho de Tiberino con su pierna derecha. El hombre fue enviado al otro lado de la cabina. Chocó contra el asiento de piloto y rebotó sobre el timón, su brazo se enganchó a este y al caer al suelo, lo viró bruscamente hacia la derecha.

En su descenso la nave comenzó a girar de forma violenta. Luces rojas comenzaron a encenderse, alarmas se activaron. El jinete soltó el tubo y se aferró fuertemente al asiento del copiloto, observó la daga incrustada en su muslo izquierdo, el dolor era fuerte y punzante, la carne lastimada ardía como su estuviera expuesta a fuego. Sabía que, si no fuera por la adrenalina, el dolor sería mucho peor. Miró a Tiberino en el otro extremo, reincorporándose. Junto todas sus fuerzas para levantarse y mantener el balance, sacó la daga de su muslo y la aferró a su mano izquierda. Recordó todas veces que se vio en el suelo y los hombres malos lo obligaron a levantarse. Recordó ver a Tiberino recorriendo el patio donde los dejaban jugar, con su postura confiada y su mirada penetrante. Recordó todo por lo que un solo hombre lo hizo pasar por seis años. Saltó hacia Tiberino soltando un grito gutural lleno de ira.

Los dos cuerpos chocaron por un instante antes de que los giros de la nave los separara nuevamente. El jinete fue lanzado cerca de la puerta por donde entró momentos antes. Tiberino gritó de dolor. De su axila derecha emanó sangre, tenía una herida profunda de más de cinco centímetros. El único punto débil de su chaleco de ironnum donde el jinete pudo apuñalarlo.

Las alarmas seguían sonando y la nave continuaba en picada mientras descendía hacia el suelo. Calíope todavía estaba inconsciente en su asiento, por suerte asegurada con un cinturón.

Por mera casualidad el jinete dio un vistazo por la vitrina de la nave. Observó que ya estaban a la altura de los troncos de los árboles. El impacto era inevitable ahora. Antes de poder aferrarse contra algo la nave colisionó contra el suelo del bosque. El impacto fue tan severo que lo hizo atravesar la puerta y lo mandó a la zona de carga. La nave siguió arrastrándose por el suelo llevándose árboles y rocas por delante. Se estrelló contra una roca tan grande que comenzó a girar nuevamente. En la zona de carga el jinete hacia un esfuerzo por mantenerse firme a algo, pero cada impacto lo obligaba a soltarse y buscar otro lugar de donde agarrarse.

Finalmente terminó saliendo disparado por el agujero que Perseus abrió.


Imágenes cortesía de Elke Karin y Asoggetti.


Actos anteriores:


I. La Llegada
II. El Secuestro
III. En el Bosque
IV. Entre Recuerdos
V. Asalto en las Nubes
VI. El Trabajo
VII. Evolución
VIII. Llanto
IX. La Bestia


Una historia escrita por:

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Me apasiona de verdad leer historias así, ver como una persona tiene tal capacidad para escribir, creo que tu futuro tiene un horizonte muy amplio hacia la escritura. Sigue así amigo.

Hi, @niklaus22!

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Ok... con este capítulo quede a la expectativa de saber qué sucederá, espero con ansias el siguiente. Saludos, Nik!

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