Los Ojos de Calíope: Acto IV

in #spanish6 years ago (edited)


Acto IV

Entre Recuerdos


   Luego de la detonación la onda expansiva los mandó por los aires. Jokko y Hazel cayeron en el suelo, Dorian y el joven jinete no tuvieron tanta suerte, se estrellaron contra los troncos de los árboles.

   Tendido en el suelo, el jinete gritó de dolor. El impactó fue severo, pero sin su protección se hubiera destrozado algunos huesos. El dolor se extendía por su espalda, no lo dejaba ponerse de pie. Sus oídos, afectados por la explosión, pitaban, debido a esto estaba desorientado. Veía borroso, así que no podía localizar a sus compañeros. Sabía que debía actuar rápido. Quien haya lanzado ese golpe de energía iba a acercarse en busca de sus cadáveres.

   Una gran sombra lo cubrió. Una pata con enormes garras fue todo lo que pudo distinguir. Algo lo alzó en el aire y lo acostó boca arriba, la luz de la luna se colaba entre las ramas y el humo provocado por la explosión. Donde sea que estuviera acostado comenzó a moverse con rapidez. Se detuvieron por al menos un segundo antes de sentir que se separaba del suelo.

   Ahora volaban.

   Sintió un cálido líquido que corría por su sien derecha, a duras penas se llevó los dedos a la cabeza y luego los puso frente a él, estaban cubiertos de sangre. Poco a poco sintió como perdía el conocimiento mientras el sonido de un par de detonaciones parecía arrullarlo.

   Volvió a abrir los ojos, pero ya no estaba en el bosque. Frente a él visualizó una canal por la cual corría un agua marrón de olor nauseabundo. Su nariz ya se había acostumbrado a esa hedentina, aquello que lo despertó fue el constante ruido de unas iracundas voces. Por encima de él las vigas oxidadas de un puente hacían de techo para ese pequeño agujero que servía como su hogar.

   Con la poca luz el amanecer comenzaba a brindarle miró sus ropas sucias y su piel percudida, consecuencia de los días en la calles. El frío de la mañana penetraba su piel como agujas. Arriba seguía escuchando las voces y el ruido de unos motores.

   Ya que estaba despierto, decidió aventurarse y subió la escalera de pared que estaba diez metros a su derecha. El cielo azulado y claro de Jei BohuGa se materializó frente a él, a su alrededor los muelles se extendían como carreteras de mohoso concreto, desgastadas por el aire salado del mar. A su izquierda, a medio kilómetro, se ubicaba el puerto de carga y descarga. A su derecha se agrupaban contenedores viejos que nadie usaba. Frente a él, un vehículo se abría paso por el malogrado camino hacia unos hangares, los vio pasar por un lado de estos donde se detuvieron. Dos hombres salieron del vehículo y se dirigieron a la parte trasera.

   Su curiosidad pudo más que él, quería saber cuál era el motivo de tanto alboroto, así que fue hacia los hangares.

   Conforme se acercaba pensó en que podría haber algo de comida para tomar, no había logrado conseguir nada antes de acostarse. Era difícil conseguir algo en esta zona de la ciudad, pero no quería arriesgarse y poner los pies en un lugar donde la gente mala pudiera encontrarlo.

   Llegó al hangar, las luces del interior se escurrían por aberturas en la pared oxidada. Se escabulló por detrás de uno de los vehículos y levantó su cabeza para ver lo que estaba pasando.

   No pudo creer lo que veía.

   Había al menos media docena individuos, cuatro de ellos humanos, los otros dos tenían piel grisácea y rustica, carecían de nariz, donde debía haber cabello tenían protuberancias parecidas a cuernos. Algunos de ellos tenían bastones de aspecto amenazador.

   Pero nada eso evitó que quedara maravillado con lo que veía atrapado en el campo de fuerza ubicado en la entrada de la zona de carga.

   Una criatura de al menos tres metros de largo se movía con ferocidad. Estaba cubierta por una alfombra de plumas amarillas de la cabeza al pecho, el resto de su cuerpo lo recubrían escamas azules. Sus patas traseras, con grandes garras, se veían fuertes así como su cola. En lugar de patas delanteras tenía alas que se plegaban, unidas por una membrana, dos dedos con forma de gancho le ayudaban a apoyarlas en el suelo. Su cabeza de lagarto con boca de pico se movía de un lado a otro. El animal era simplemente majestuoso.

   –¡Muévanse rápido!– vociferó uno de los hombres. –¡Hay que tener lista a esta cosa para cuando venga la nave!

   La bestia gruñó.

   No sabía cómo, pero parecía entender lo que la bestia estaba sintiendo en ese momento, había miedo en sus ojos. Se vio en la necesidad de hacer algo por ella y no lo pensó dos veces. No se cuestionó por ser sólo un bastardo de quince años contra seis hombres posiblemente armados. Sabía que si había logrado escapar de la gente mala y sobrevivir todo este tiempo en las calles… Podría hacer por esta criatura lo que nadie había hecho por él, darle libertad.

   Sería como robar algo de comida. Sencillo.

   Avanzó por detrás de vehículos y contenedores, hasta que se acercó lo suficiente a la zona de carga. Pero justo cuando iba a salir, algo lo detuvo. En medio de todo, estaba parada una niña menuda de blanca piel y negros cabellos. Parecía un fantasma porque nadie parecía notar su presencia sólo él… Luego se dio cuenta de algo, conocía a esa niña. Y su nombre era…

   –¿Calíope?– susurró el joven para sí.

   La niña pareció escucharlo porque lo miró directo a los ojos. Sintió como si se cayera de la cama, una sensación de vértigo lo invadió, en el descenso recuerdos empezaron a llegarle sobre lo que pasaría ahora.

   Se las arreglaría para tomar uno de los bastones eléctricos que esos hombres tenían para freír los controles del campo de fuerza. Eso haría que lo descubrieran y lo golpearan del lado derecho de su cabeza, dejándole una cicatriz, pero antes de que pudieran hacerle algo más la bestia se liberaría y mataría uno por uno a esos hombres. En el proceso se lastimaría el ala por lo que él se vería en el deber de llevarla a un lugar seguro y cuidarla hasta que pudiera volar e irse… pero nunca iría, al menos no de su lado.

   Ese sería el comienzo de una amistad de años entre él y la criatura, a la cual bautizó como Perseus, por su salvajismo y capacidad para destruir.

   Finalmente la caída cesó y se estrelló contra el suelo.

   Abrió los ojos de golpe y se encontró con los ojos de Calíope, sintió la mano de la niña en la herida de su cabeza, una que ya se había hecho esa noche en el hangar. Entonces recordó como ella había estado ahí y se exaltó. Se levantó de golpe y se apartó de la niña, Perseus estaba al lado de ella. Miró a su alrededor, los rodeaba una superficie sólida de roca azulada, el ic’lua los había llevado a una especia de cueva ubicada en la playa. Se llevó la mano a la herida, la sangre ya estaba seca pero le dolía como un infierno, al igual que su espalda.

   Miró a la niña y sintió algo de ansiedad. Lo que presenció no fue un sueño en el que ella estaba, no. Había revivido un recuerdo, y Calíope lo visualizó también.

   Perseus se levantó y se acercó al joven, su cuerpo estaba cubierto por raspones pero no parecía haber ninguna herida grave. La criatura fijó sus ojos en los de él y los cerró. El joven cerró sus ojos y puso la mano sobre la cabeza de su amigo.

   Sintió un escalofrío y seguido, un hormigueo cálido con el cual empezó a experimentar una oleada de emociones que él ya sabía descifrar. Perseus soltó un leve gruñido y supo cómo interpretar lo que decía.

   Ella es como tú.


Fin del Acto IV


Previamente...

Acto I: La Llegada

Acto II: El Secuestro

Acto III: En el Bosque


Una historia escrita por:

Cada imagen tiene link a su fuente y fueron editadas por la app PicsArt.
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Mi parte preferida♥

Magnifica historia, seguire esperando las siguientes continuaciones.

Admiro tu perseverancia con esta historia. Muchos éxitos!!

Como siempre mano, me ha encantado jajajaja, vale la pena las esperas entre acto y acto.

Estaré pendiente para seguirte leyendo. ¡Un abrazo!

Muy buena historia felicitaciones por tu creatividad.
Buena vibra.

¡Que gran historia!

Amigo, he tenido la oportunidad de leer tus historias, y eres muy, pero muy brillante!

Maravilloso como siempre, Felicidades

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