Son las preguntas que me hago todos los días, te extraño y no lo puedo negar, tu partida dejó un enorme hueco en mi ser y es difícil el pensar en un momento en el que no estés presente, alegrando mis días y mis horas de existencia.

En el corto lapso que estuvimos juntos disfruté de mí vida, –si es que le puedo llamar así–, pues a decir verdad de mí elemento “muerte” por naturaleza debería de sentirme vacío y sin ninguna clase de sentimientos o esperanzas –o es lo que me dicen–, y durante miles de años así fue, hasta que te conocí y cambiaste todo en mí.

Recuerdo que para el día que te conocí ya me encontraba hastiado de la existencia carente de sentido y de un motivo que fuera relevante, lo único que me mantenía ocupado era la guerra en contra del elemento “vida” siglo tras siglo en una lucha perpetua que jamás entendí cómo fue que comenzó, pero jamás los odié hasta el momento en el que te perdí.

Un ser inmortal enamorado, una mortal que le correspondía a pesar de mis evidentes fallas, era algo épico y que por la magnitud de la situación llamó la atención de todos los seres en el universo.

No es el que hayas partido, pues tenía claro que en algún momento lo harías y volvería a estar sólo, pero pensé que tendríamos más tiempo, que te vería envejecer como suelen hacer los mortales, ¡Pero no! Enfermaste, caíste en cama, y fue tu fin.

¡Busqué en todas partes! Intentando encontrar una solución, una cura para tu enfermedad –un remedio–, y en cambio de eso sólo encontré desolación y palabras de desanimo que me decían que te dejara partir, que te fuera olvidando, pero Tyrus, ¡Maldito Tyrus! A ti te odio más por negarme el beneficio de tu magia y hechizos, te odio por no hacer nada y por ser el hipócrita que en nombre de la vida y de su orden “natural” te negaste a ayudarla, ¿Cómo puedes decirte el defensor de la vida, si dejas morir a las personas? ¿Cómo te atreves a decir que eres un santo?

Antes los combates eran una forma de lidiar con nuestra eternidad, pero ahora lucharé por destruir todo lo que esté a mi alrededor, ¡Qué todos sufran lo que yo sufro, y que el reino de la muerte cubra todo el Universo!