A medida que profundizaba el crucigrama se iba haciendo más complejo.
Buscó de nuevo la revista y el nombre del reportero para ver si el había tenido un contacto más profundo con ellos, aunque de estar vivo ya sería casi centenario, pero tal como pensaba ya no existía, tampoco la revista ni nada que pudiera darle pistas ya que el edificio de esta se incendió muriendo todos sus ocupantes, incluyendo el reportero y su equipo, sin haber podido lanzar al mercado la revista.
¿Entonces por qué su abuelo la tenía?
¿Formaba parte este de los trabajadores de la revista que no murió?
Miles de hipótesis lo invadieron pero el trabajo de detective no era su fuerte y pasó a seguir investigando lo que trajeron.

Algo que se repetía en todos le llamó la atención.
Una mancha en el estómago en forma de haba.
En todos los ecogramas se encontraba ese detalle por lo que en un primer momento creyó que era alguna falla en el equipo y para constatarlo le hizo uno a un colega, logrando con esto descartar lo antes pensado.
Siguió estudiándolo y pensó que era un tumor, aunque sonara casi imposible que todos lo tuvieran y aunque no pudo llegar a ninguna conclusión pudo detallar entre otras cosas que del mismo se desprendían unos hilos, que en un primer momento pensó que eran rayas que subían y se conectaban con el cerebro.
Estaba atrapado entre tantas hipótesis que no tenían lógica que pensó en regresar al lugar pero su intuición le advertía que sería peligroso.
De tal modo que un día seguido por esos impulsos que a veces nos hacen cometer locuras, bajó al sótano a revisar en el lugar donde consiguió la revista a ver si había algo más

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