Velázquez y las Meninas: el mundo como representación
Saludos.
¿Qué condiciones de posibilidad había en la edad media para poder pensar un cohete? ¿Sería posible para nuestros Yanomamis desarrollar una tecnología como el teléfono celular?
El tema del cambio en las mentalidades humanas ha sido explorado por estudiosos de diversas disciplinas. ¿Por qué en una época predominan unas ideas y en otro tiempo otras distintas? ¿Por qué se pueden crear unos objetos y otros no?¿Podemos darnos cuenta que están cambiando las ideas con que hemos conocido nuestro mundo? Todas han sido preguntas generadoras que han motivado numerosas investigaciones.
En este post les voy a presentar de manera sucinta cómo nos podemos dar cuenta que ha cambiado la manera de pensar el mundo. Para ello me apoyaré en la propuesta de interpretación hecha por Michel Foucault sobre el famoso cuadro “Las Meninas”, del pintor español, Diego Velázquez.
Velázquez y su tiempo
Diego Velázquez, nació en Sevilla, España, en su acta de bautizo aparece el 6 de junio de 1599 como la fecha en que fue presentado a la iglesia católica.
En su juventud, permaneció en Sevilla. Se traslada a Madrid a los 24 años, allí es nombrado pintor por el rey Felipe IV, llegando a ocupar el cargo de pintor de cámara, el mayor cargo al que podía aspirar un pintor de la corte. El trabajo de Velázquez consistía en pintar a la familia real en retratos y en escenas cotidianas, de igual modo, se encargaba de pintar diferentes obras para decorar las mansiones reales.
Por su cercanía a la corte Velázquez gozaba de muchos privilegios. Ello le permitió viajar a Italia donde pudo perfeccionar su arte y nutrirse de todo el movimiento pictórico que hundía sus raíces en los esplendorosos tiempos del Renacimiento. En Italia, Velázquez recibió grandes influencias que se pusieron de manifiesto en su manejo de la luminosidad y en su técnica pictórica.
La España de Velázquez era la España de la abundancia y la riqueza. Recordemos que han pasado cien años desde la época de los descubrimientos. Las colonias americanas se habían convertido en una gran fuente de riquezas para el Reino Español. La ciudad de Sevilla, era una de las más ricas del mundo. Un sitio cosmopolita donde confluía buena parte del comercio de Europa con América.
Una ciudad donde había la oportunidad de tomar contacto con las ideas del momento. Además, Sevilla tenía otra particularidad, era una importante sede eclesiástica y, por lo tanto, muy atractiva para los pintores que decoraban con sus cuadros las construcciones eclesiásticas.
Velázquez fue un hombre de su época. Logró internalizar los cambios que se estaban viviendo en la manera de concebir el mundo. Esa nueva mentalidad la logró plasmar en su obra más famosa “Las Meninas”.
La cotidianidad en las Meninas
Una de las grandes obras de la pintura en la historia de la humanidad, es el famoso cuadro de Velázquez, Las Meninas. Su encanto y seducción se apoderan del espectador desde el mismo momento de observar la obra. Ciertos detalles no convencionales llaman inmediatamente la atención y hacen que el observador caiga bajo el hechizo del cuadro.
Uno de los asuntos que ha inquietado a los críticos ha sido una incongruencia entre la gran técnica utilizada y la aparente intrascendencia temática de la obra, no hay epopeya, no hay mitos, no hay problemas teológicos. La escena representada es una situación cotidiana. Pero el cuadro es una caja de enigmas que ha despertado la curiosidad de los estudiosos, desde hace trescientos cincuenta años.
Los expertos coinciden en datar la imagen hacia el año de 1656, para entonces el nombre de la obra era “Su alteza la Emperatriz con sus damas y un enano”. Más adelante En 1734 se conoce como “La familia del rey Felipe IV”. Y no es sino en 1843 cuando recibe el nombre actual de las Meninas, al momento de incorporarse al catálogo del Museo del Prado.
Al día de hoy, todos los personajes del cuadro han sido reconocidos por los expertos que han estudiado la obra. Allí están presentes: la infanta Margarita María y sus dos meninas, o damas de honor. En el lado izquierdo está María Agustina Sarmiento ofreciendo agua a la infanta. En el lado derecho están los enanos, Mari Bárbola y Nicolás Pertusato. Hacia el medio, está doña Marcela de Ulloa, señora de honor, y un guardadamas sin identificar. En la parte de atrás, en la puerta abierta, está José Nieto, aposentador de la reina. En el lado izquierdo está Velázquez. Al fondo, difuminados en un espejo, están los reyes Felipe IV y Mariana de Austria.
Una nueva mentalidad plasmada en una gran Pintura
Las Meninas han sido fuente de inspiración para numerosos estudios. Expertos de todas las áreas del saber han hecho acotaciones para tratar de develar los secretos de la obra. Algunos han encontrado explicaciones esotéricas ligadas con la simbología utilizada por Velázquez, por la disposición de los personajes, por el uso en la difusión de la luz. A cada análisis e interpretación le han seguido muchos otros, las hipótesis y las interpretaciones no cesan, el cuadro sigue despertando la curiosidad a numerosos investigadores.
Traigo a la consideración de ustedes una breve síntesis de mi apreciación sobre lo interpretación hecha por Michel Foucault. Esto puede ser revisado en una obra llamada, Las Palabras y las Cosas, específicamente en el capítulo denominado las Meninas, del autor ya citado.
Foucault, plantea que en la obra de Velázquez encontramos los indicios de un cambio en la manera de interpretar la realidad, el paso de una episteme a otra. En concreto, el paso de la episteme del renacimiento a la episteme clásica.
Entre las tantas novedades que aporta Foucault a la historia de las ideas está un concepto muy importante: El de episteme. Según Foucault, nuestro pensamiento no se mueve de modo arbitrario, no es totalmente libre, esto es: no podemos pensar lo que nos dé la gana.
Todo nuestro universo mental se desarrolla dentro de ciertos límites.
En cada época Histórica y, en cada grupo humano, se generan un conjunto de condiciones que hacen posible que se puedan desarrollar unas ideas y no otras. Es lo que Foucault llama las condiciones de posibilidad. Por ejemplo, en la época medieval no se hubiese podido pensar el internet, no había condiciones en el pensamiento del ser humano de ese tiempo, para pensar una idea de esa naturaleza.
Para explicar lo planteado por Foucault me voy a valer de una pintura. Tomemos este cuadro de Durero (1471-1528), el de las dos ardillas. Es una pintura típica del momento histórico que vive el autor. En la clasificación propuesta por Foucault, corresponde a la episteme del renacimiento. El cuadro se basa en una escena de la naturaleza.
Lo primero que llama la atención, es que no hay duda sobre cuál es el motivo u objeto de la pintura. A cualquiera se le pregunta: ¿qué quiso pintar el autor en ese cuadro?, y no vacilará en responder: dos ardillas. El cuadro no encierra mayores secretos, no hay temas ocultos. Lo que el autor quiso plasmar está completamente expuesto al escrutinio de los ojos. Esa era la mentalidad de la época, una asociación directa entre el objeto y la idea, cómo diría Foucault, entre las palabras y las cosas.
Veamos, qué pasa con las Meninas
¿Cuál es el tema del cuadro? Aquí la respuesta no es tan directa como en el cuadro de Durero. Pudiéramos intentar varias alternativas y todas serían válidas. ¿Una escena cotidiana? ¿Un homenaje a los reyes proyectados en el espejo del fondo? ¿Un autorretrato de Velázquez? ¿Todo lo que he mencionado? ¿Nada de lo que he mencionado?
Este es uno de los motivos por los que la obra suscita tanta fascinación. Nadie puede afirmar con precisión qué quiso pintar el autor.
Si prestamos atención a la mirada de Velázquez, pareciera que el modelo está fuera del cuadro, situado en el lugar del observador. Foucault, encuentra en esta mirada de Velázquez, la invitación infinita a cualquier observador atemporal a incorporarse como modelo de la obra. ¿Quién pudiera negar la posibilidad de que Velázquez tuviera la intención de inmortalizar en el lienzo al observador ausente?
El pintor contempla, el rostro ligeramente vuelto y la cabeza inclinada hacia el hombro. Fija un punto invisible, pero que nosotros, los espectadores, nos podemos asignar fácilmente ya que este punto somos nosotros mismos: nuestro cuerpo, nuestro rostro, nuestros ojos. Así, pues, el espectáculo que él contempla es dos veces invisible; porque no está representado en el espacio del cuadro y porque se sitúa justo en este punto ciego, en este recuadro esencial en el que nuestra mirada se sustrae a nosotros mismos en el momento en que la vemos. Y sin embargo, ¿cómo podríamos evitar ver esta invisibilidad que está bajo nuestros ojos, ya que tiene en el cuadro mismo su equivalente sensible, su figura sellada?(Las Palabras y las Cosas. Edición encontrada en la web)
En todo el cuadro, Velázquez, juega reiteradamente con la imaginación del observador. Tiene plena conciencia de que su objetivo es crear desconcierto, desplegar un cúmulo de enigmas para atraer la atención. En su mente está presente la idea de que ya nada debe ser expuesto claramente a los ojos del espectador.La pintura dejó de ser una invitación para impresionar solo la vista. Ahora, también busca estimular la mente de quien observa, quiere explorar las posibilidades de interrogar al pensamiento abstracto.
Con esta obra de Velázquez asistimos a la ruptura en una forma de pensar la realidad, al nacimiento de una nueva época. En el tiempo de Durero, nunca se hubiese podido crear una obra como esta, nadie hubiese tenido la capacidad de pensarlo.
Para llegar a esta apuesta pictórica, la mente se fue despojando de su relación con lo concreto, propia de la episteme del renacimiento. Comienza un camino donde el pensamiento se echa a volar sin ataduras, libre de las asociaciones del tiempo anterior.
Es el comienzo de una forma de entender donde la razón se convertirá en el centro del pensamiento. Lo que Foucault llama la episteme de la representación.
Ese es el gran tema de Velázquez, la representación. Ha plasmado un conjunto de imágenes donde se combinan de modo magistral, lo visible y lo invisible. El mundo visto de una forma inédita. Nunca antes se había mirado de este modo. El nacimiento de una nueva época en la historia de la humanidad.
Gracias por su tiempo.
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Al leer el post, me llegan algunas dudas. Estar dentro de una episteme, ese cerco que pone límites a las posibilidades del pensamiento, cómo se va construyendo?, Somos conscientes de ello? , me puedo imaginar a Velásquez reflexionando y discutiendo con sus allegados lo que tenía en mente, ese algo distinto que quería plasmar, pero la reflexión filosófica como tal, no sé si es posible. Bueno @Irvinc me diste un tema para que mi pensamiento juegue. Excelente post planteado de una manera muy didáctica.
Saludos, Damarys. La episteme se va formando independiente de la conciencia, en un proceso donde las prácticas de la vida van estableciendo cambios en la relación de las personas con el mundo. Es un modo de conocer en el que se establecen unas reglas para poder comprender la realidad, es una estructura de pensamiento a partir de la cual se delimita todo lo pensable. Es probable que Velázquez no se imaginara que en su cabeza había un mundo nuevo, eso lo decimos nosotros. Lo que sí ocurre es que su pensamiento se mueve de otro modo, ahora es capaz de plantearse la pintura de una forma novedosa. A nosotros esa novedad nos indica que la manera de pensar es otra. Gracias por la lectura y el comentario. Un abrazo.
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Interesante y raro. Me llama la atención que el pintor aparece en la obra. ¿será que usó un doble?
Saludos, @amaponian. Me gustan tus observaciones. En nuestro tiempo la fotografía resuelve mucho el tema de cómo nos vemos. En el tiempo de Velázquez era el espejo el que le daría alguna idea de cómo verse. El quiso que lo recordáramos de ese modo. Siempre será un enigma si usó un modelo, un doble, si se quiso inventar una cara, en fin…Gracias por la visita y el comentario. Un abrazo.
La filosofía es una disciplina que hay que favorecer en los tiempos modernos, habida cuenta de la superficialidad y banalidad existentes en la actualidad..! ¡Votado por Engranaje!
Saludos. Me alegra que hayan valorado el escrito. Gracias por su apoyo, es un aliciente para continuar.
Interesante texto @irvinc! Las Meninas y el texto de Foucault que citas son imprescindibles para entender la modernidad. Mi reflexión apunta que lo que pinta Velázquez es "el acto de pintar" y con ello da un paso más delante de lo que había comenzado Jan van Eyck con el Retrato de los Arnolfini e inaugura para la modernidad la metapintura. Se convierte entonces Las Meninas para la pintura en lo que es El Quijote para la literatura. ¡Nos seguimos leyendo!
Saludos, @chetrien. Agradezco la visita. No conocía al pintor que mencionas. Tu comentario complementa el escrito. Como planteas, estos autores inauguran el pensamiento moderno. La misma ruptura que produce Foucault la produce también Cervantes. Gracias por tu tiempo para leer y comentar. Nos leemos. Un abrazo.
Gracias por tu comentario @irvinc!
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Excelente post, amigo @irvinc . Un estupendo análisis bien investigado y excelentemente escrito. Gracias por compartir tus conocimientos. Mi voto y una gran abrazo!.
Gracias amiga. Me alegra mucho que el post haya sido de tu agrado. Un gran abrazo.
Excelente trabajo, @irvinc. Qué buen e interesante tema que has traído a colación. Te felicito.
Saludos, @alidamaria. Me alegra verte por aquí. Qué bueno que te gustó el post. Gracias por tus observaciones, corregí lo que me comentaste. Un gran abrazo.