B.- Medida laboral:

Esta te la otorga el Estado cuando coloca los parámetros para la jubilación, en nuestro caso 55 años para la mujer, 60 años para el hombre. En este momento, ya entras en la clasificación humana de: adulto mayor, juventud prolongada, años dorados y cualquier otro eufemismo, que tape una realidad vivencial, que la cultura occidental, como que quisiera eclipsarla. como dice Saramago:

“Mayores". En portugués diríamos personas de edad. En un caso y en otro se trata de eufemismos para huir de la aborrecida palabra “viejos”, que pudiendo y debiendo ser tomada como una afirmación vital “(Viví y estoy vivo)”, es, con demasiada frecuencia, lanzada contra la cara del mayor como una especie de descalificación moral…”

C.- Medida vivencial:

Pienso que es cuando realmente la persona siente el “peso de los años”, cuando llegan las discapacidades y va perdiendo sus condiciones físicas y mentales lo que le dificulta valerse por sí mismo. Es una etapa dura tanto para el anciano como para las personas que lo rodean.

Es interesante, como la etiqueta social “Vejez” marca un período de vida que muchas veces no se compagina, completamente, con la realidad que vive la persona. El mundo esta poblado de gente que a través de su hacer, demuestran, que la edad cronológica, no es una limitante para el aprendizaje y la creatividad.

Y aquí voy a hablar desde mi vivencia, convivencia y experiencia con personas que gozan de una “buena” salud general y que han entrado en esa etapa llamada vejez.

Primeramente tomemos como referencia esas dos décadas que van desde los 60 hasta los 80 años de edad, comienza un periodo acelerado de envejecimiento físico, más no necesariamente mental. La mente está completamente activa, coherente, productiva y el cuerpo va poniendo límites en el hacer, pero la persona lo va aceptando y si no puede hacer todo lo que quiere, hay un inmenso abanico de actividades, que si puede realizar y la mente responde a ello. El deterioro mental, según lo que he visto, es mucho más lento que el corporal.

Para cuando la persona llega a su etapa octogenaria, generalmente, cuerpo y mente ya van juntas y el deterioro es avanzado por lo que la persona no puede valerse por sí misma, en muchos aspectos. Voy a exponer tres ejemplos:

Mi mamá:

Es una mujer de 82 años, que ha lidiado por más de 40 años con la diabetes, se le olvidan muchísimas cosas pero esta lúcida y se da cuenta que las cosas se le olvidan, esto le genera angustia; con frecuencia me conversa de cómo su cuerpo no le responde a lo que su mente desea, de allí que tiene una máxima: “El cuerpo envejece pero la mente sigue joven”.

Sus días están llenos de ocupaciones caseras, se descompensa con cierta frecuencia y esas experiencias le producen miedo, por lo que cada día esta más inestable al caminar y con menos ganas de salir. Sin embargo, se hace sus cosas, no necesita ayuda para asearse, ir al baño, estar por su patio o cocinar, incluso hace dos días la encontré queriendo montarse en una escalera para cortar una rama.

Ya no lee, ni borda que eran sus distracciones de siempre, ve televisión, le gusta escuchar música y los paseos en la naturaleza, tiende a alejar a las personas por su carácter agrio y poca tolerancia.

Mi suegro:

Tiene 87 años y está pasando unos días en nuestra casa por razones de salud. Camina apoyado en un bastón y requiere ayuda para su aseo personal, por lo demás come solo y es cuentero, tiene lagunas mentales que tapa con nuevos cuentos, confunde tiempos y personas pero recuerda poemas y canciones ─que aún canta con muy buena voz─, está muy consciente de los juegos de su memoria, tiene el convencimiento de que debe existir una pastilla que le quite ese problema. Extraña a su señora y su casa.

Su mayor distracción es ser escuchado, ya casi no puede leer y la televisión lo duerme. Resiente enormemente no poder valerse por sí mismo. estar consciente de esta situación lo llena de tristeza y frustración. Tiene un carácter amable y le gusta estar rodeado de personas.

La nona:

La mamá de mi cuñada 89 años. Tiene completa lucidez, una memoria intacta y prácticamente cero dolencias, aunque hace como 15 años tuvo un cáncer de piel. Me impresiona que hace aproximadamente 2 años, cuando los nietos se fueron del país, aprendió a usar la tablet para comunicarse con ellos, hoy parece un muchacho adicto a los juegos, se la pasa pegada allí hablándole al bisnieto que le nació hace como 5 meses. Le gusta jugar cartas, pasear en centros comerciales y aunque su paso es lento se le nota muy segura y llena de energía.

Como podemos ver cada uno va envejeciendo con características distintas, y las personas que estamos alrededor de los ancianos tenemos que llenarnos de inmensa paciencia, cariño y respeto, porque para el anciano es una etapa de mucha frustración y tristeza, ya que al estar consciente de sus propias limitaciones y la imposibilidad de poder hacer algo para mejorar, con frecuencia, lo sumerge en la depresión.

Es importante que recordemos que no son niños y que tratarlos como tales, es hacerlos sentir peor, despojarlos de su voluntad, es frustrarlos más.

Bibliografía

Saramago. José. (2011). El último cuaderno. Alfaragua

Fotos: Archivo personal

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