Underground (Libro): terrorismo, literatura y sociedad en la pluma de Haruki Murakami.

in #spanish5 years ago

Una obra testimonial

El 20 de marzo de 1995, miembros del grupo religioso Aum Shinrikyo, conocido como Aum (hoy día Aleph) perpetraron un acto terrorista, coordinando cinco ataques y liberando gas sarín en varias líneas del Metro de Tokio. Como resultado del hecho, trece personas fueron asesinadas, cincuenta quedaron gravemente heridas y más de mil presentaron algún tipo de secuela, temporal o permanente. ¿Por qué lo hicieron? ¿cómo pasó? ¿pudo evitarse? ¿quiénes fueron los culpables y los responsables? todas estas preguntas son las que Haruki Murakami intenta responder en su libro Underground.

Lo primero que hay que decir es que se trata de un libro de no ficción. Murakami, acostumbrado a novelas y cuentos (y uno que otro ensayo personal) se convierte acá en periodista y busca conocer a las víctimas y parte de los victimarios para dar una visión más completa, no sólo del ataque, sino de la sociedad japonesa contemporánea. Inevitablemente recuerda A sangre fría de Truman Capote, pero el crimen acá es más atroz y el estilo de Capote es superior.
El autor japonés consiguió entrevistar a 62 personas y en la introducción del libro expresa: “Me gustaría que durante la lectura de este libro prestasen atención a las historias de la gente”. Era un día normal, lunes entre dos feriados, difícil de diferenciar de otros días, hasta que ocurrió lo que ocurrió.

Cuando los terroristas liberaron el gas sarín en cinco puntos distintos del servicio del Metro de Tokio, se desató un caótico infierno. Los heridos comenzaron a experimentar múltiples síntomas, en mayor o menor grado: jaqueca, dolor en los ojos, debilidad general, dificultad para respirar, visión borrosa, visión oscura, miedo, sueños, pesadillas, pérdida de la memoria, pérdida de la concentración; algunos incluso desarrollaron un cambio de carácter, de vida, de hábitos, se volvieron más nerviosos, asustadizos, o les surgieron nuevas alergias. Pero una de las cosas que más llama la atención, es la indiferencia de la gente que veía a los heridos salir a la calle sin prestarles atención.

“La mitad de la calle se había convertido en un verdadero infierno, pero en la otra mitad la gente seguía con su vida cotidiana, se dirigía al trabajo como si nada” Kiyoka Izumi

Y es que a todos les parecía inconcebible que algo así pudiera ocurrir. La mayoría de las víctimas al comenzar a sentir los síntomas, pensaron en otra cosa; un resfriado, una gripe, un medicamento que tomaban; y la mayoría, con un gran sentido de la responsabilidad, intentaron llegar a sus trabajos a pesar del malestar. De los testimonios de las víctimas se extrae la poca preparación oficial para responder ante tal situación, su negligencia en el seguimiento de denuncias previas a la organización de Aum y la falta de coordinación para atender a las víctimas:

“Si no existe un peligro inminente, muchas amenazas nos pasan inadvertidas” Katsumi Nakashima

“En el hospital, sin embargo, no nos admitieron nada más llegar” Minoru Miyata, Chofer de Tv de Tokio

“…hemos perdido todo sentido espiritual y lo único que nos importa ahora son las cosas materiales” Mitsuo Arima

El abogado Yuji Nakamura contó que en 1989 asesinaron a un abogado que investigaba a la secta Aum. Asahara (líder de la organización) fue enjuiciado pero no condenado. Sin embargo, no le hicieron un seguimiento, no supieron anticipar lo que vendría: la policía no fue eficiente, no hizo nada, a pesar de las denuncias y los temores de algunos ciudadanos que se atrevieron a declarar. Las autoridades subestimaron a Aum, creyendo que eran sólo una secta religiosa inofensiva. De allí que Masayuki Miyaki diga que "las autoridades también son responsables".

Los hospitales se enteraron de lo que ocurría a través de la Tv (unos medios de comunicación que hicieron una cobertura sesgada y falsa de la realidad), cuando ya recibían a los primeros heridos. Un doctor llamó a las emergencias de los hospitales y les envió por fax la información que tenía de un caso previo con gas sarín, el incidente Matsumoto, y sólo gracias a ello pudieron responder y salvar decenas, centenares de vidas.
Kanzo Nakano, un psicólogo, habla en el libro sobre el TEPT (Trastorno de Estrés Post-Traumático) y de las secuelas psíquicas del ataque, las cuales por ser invisibles, suelen ser ignoradas por las empresas y la gente, quienes al no ser comprensivas ni receptivas, hieren doblemente a las víctimas, algunas de las cuales, de paso, fueron tratadas como sospechosos por la policía. Al bloquear los recuerdos, la energía disminuye y los actos cotidianos no son llevados a cabo con normalidad. Se produce la somatización del trastorno, el insomnio, pesadillas, flashbacks de lo ocurrido, por lo que el psicólogo expresa que reconocer el miedo es importante. Si se bloquea, si se esconde la experiencia, puede emerger después y traer graves consecuencias.

Akiko Nozaki ofreció su testimonio a Murakami pero no dio permiso para publicarlo; Mitsuteru Izutsu llegó A Tokio el día anterior del ataque y tras éste revaluó su vida y se divorció de su mujer; Tatsuo Azaki asumió toda la responsabilidad de cuidar a su hermana (una de las heridas más graves en el ataque) y a su padre que tenía cáncer. Shizuko Azaki, su hermana y víctima, no recuerda su vida anterior al ataque, pero reconoce a su mamá y a su hermano, a pesar de sus dificultades para comunicarse: no puede hablar y está parcialmente paralizada; Eiji Wada murió y dejó una esposa y dos hijos, una de las cuales no llegó a conocer. Y sin embargo, la mayoría de las víctimas no guardan ningún rencor contra los responsables. Toshiaki Toyoda, trabajador de una estación del Metro, honrado, buen ciudadano, hombre justo, orgulloso de su labor cuenta “Quiero vencer mi debilidad y olvidar el atentado lo antes posible” y añade “Lo cierto es que el odio no sirve para nada”; Mitsuru Kono confiesa “Si no logras deshacerte de ese odio acumulado, nunca superarás las consecuencias de lo que sufriste”. Pero claro, también están los que reclaman: “¿por qué demonios sacrificaron a aquella gente inocente?” (Hiroshige Sugazaki) y piden una "justicia más equitativa" para los responsables: “que les echen sarín” (Atsushi Hiranaka).

La lucha de Aum, en principio, era contra el sistema, contra el pensar colectivo de la sociedad japonesa que marginaba a los jóvenes, a los incomprendidos. Murakami dice que evadir la responsabilidad, silenciar lo ocurrido, no es correcto ¿cómo vamos a aprender así? por ello, la segunda parte del libro consta de entrevistas a miembros y ex miembros de la secta religiosa. El escritor busca mostrar también el otro lado, para dar una imagen más completa. Es así como conversa con algunos miembros que no desprecian la organización: Hiroyuki Kano, un joven que intenta comprender y explicar de manera científica lo espiritual y que en su infancia se sentía incomprendido por los suyos, su filosofía lo aislaba; en Aum aprendió cosas, tuvo una evolución espiritual y por eso permanece allí , a pesar de lo ocurrido. Akio Namimura tenía dudas espirituales, fue a varias organizaciones y en Aum consiguió algo distinto, pero dudó siempre, sobre todo de su líder Asahara y del culto que le rendían porque “Adorar a una persona es perder la libertad”. Mitsuharu Inaba conoció a Asahara de cerca, pero le costaba creer que ellos fueran responsables de la violencia, al igual que Miyuki Kanda, una joven mística, sensible a viajes astrales, cuya realidad en Aum fue muy agradable.

Pero otros miembros sí condenan a Aum: Hajime Masutami tuvo dudas y tras saber de torturas y castigos extremos, lo encerraron y logró escapar. A Harumi Iwakura le borraron la memoria dentro de las instalaciones de Aum y Hidetoshi Takahashi denuncia, habla, busca comprender todo lo de Aum, sobre todo para que no se olvide. Contrario a lo que muchos pensaban, los miembros de Aum no eran ciegos fieles. Algunos confesaron su comodidad porque “no teníamos que pensar por nosotros mismos”, pero muchos otros intuyeron que estaba ocurriendo algo que no estaba bien y sin embargo, no hicieron nada, porque no lograban entender el por qué y pensaron, creyentes e incautos, que se trataba de una lucha por el beneficio colectivo.

La terrible crisis subterránea me recordó otro libro de Murakami, El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas y dos entrevistas mostraron prácticas y hechos que se presentan en su icónica 1Q84, una chica que habla de mundos paralelos, de sueños y escribe sobre ellos (como el personaje de Aomame) y esa iniciación religiosa a través del acto sexual, practicada por los miembros de Vanguardia. Sin embargo, Underground no es ficción. Muestra la cara más oscura y dolorosa de la sociedad, de cómo los seres humanos pueden cruzar fácilmente la línea del fanatismo religioso, del extremismo, de la violencia, sin detenerse a considerar los hechos o las consecuencias que sus actos pueden ocasionar. Lo importante, como dice un militar entrevistado en el libro, es sentar un precedente y aprender la lección. Murakami dice en un momento: “En ocasiones las palabras son inútiles, pero como escritor son lo único que tengo”. Yo pienso que, en este caso, las palabras sirven de mucho, porque no sólo dan una voz a las víctimas, sino que dan corporeidad a una memoria colectiva que desea, como el autor, que un acto criminal de esa envergadura, no sea olvidado, para evitar su repetición.

Reseñado por @cristiancaicedo


Otros posts que pueden interesarte:

#ÍdolosLiterarios: Janne Teller, autora de "Nada"
No juzgar un libro por su portada ¿aún es posible?
The Lives of Others (Película): una de las mejores que he visto
Monsieur Pain (Libro): la primera novela de Roberto Bolaño
Lolita (Book): a love story between obsession and scandal
La casa del fin de los tiempos (Película): mi favorita del cine venezolano
Rashomon (Película): mi primer encuentro con Akira Kurosawa

Coin Marketplace

STEEM 0.20
TRX 0.13
JST 0.030
BTC 61599.30
ETH 3389.34
USDT 1.00
SBD 2.50