La gran mayoría de las personas piensan que las películas animadas (algunos las llaman comiquitas) son historias para niños. Las producciones de Disney y Pixar van normalmente orientadas a los pequeños de la casa, pero se trata de historias que son también para toda la familia.

Sin embargo, otras compañías, normalmente ubicadas en Europa o Asia, producen cintas que, aunque son animadas, son mucho más adultas y complejas, llegando incluso a necesitar algo de censura. Y no me refiero a contenido sexual explícito, que algunas lo tienen, sino a que tocan fibras sensibles de la existencia humana de una manera que puede resultar cruda y lúgubre para un público infantil. Un buen ejemplo sería Anomalisa; pero otro, también muy bueno, sería esta película: Mary and Max. Se trata de una película francesa de animación, escrita y dirigida por Adam Elliot, que emplea la técnica del stop motion y se basa parcialmente en una relación por correspondencia que mantuvo Elliot durante más de veinte años con un amigo suyo que vivía en Nueva York.

Mary es una niña que vive en Australia a mediados de los años setenta. De baja estatura, con una marca de nacimiento sobre su frente y anteojos en su rostro, Mary lleva una vida bastante difícil: su autoestima es baja, sus compañeros de escuela se burlan de su marca, su padre es un obrero aficionado a la taxidermia, su madre es cleptómana y alcohólica y su vecino de enfrente es un anciano que perdió las piernas en la guerra. Se trata de un ambiente caótico para el crecimiento y desarrollo de esta inocente y tierna criatura que comienza a descubrir el mundo detrás de las mentiras con las que ha sido educada, por ejemplo ésta: los bebés son encontrados por los padres en un tarro de cerveza. Sus únicos alicientes son su gallo mascota y la serie televisiva The Noblets.

Por su parte, Max es un judío obeso de más de cuarenta años, soltero, sin trabajo estable, que asiste a consulta pisquiátrica porque padece varios problemas mentales que le provocan ataques de ansiedad. No se relaciona con las demás personas y prepara recetas propias, como unos hot dogs de chocolate que come en grandes cantidades. Estos dos personajes, tan diametralmente opuestos comparten algo más que su gusto por The Noblets: están solos. Max tiene algunas mascotas y Mary vive con su gallo y sus padres, pero a miles de kilómetros de distancia, ambos sufren la misma soledad: no tienen amigos.

Hasta que un día, mientras acompañaba a su madre a la oficina de correos, Mary descubre una guía de teléfonos de Nueva York y decide anotar un nombre al azar con la intención de saber cómo viven los norteamericanos. Motivada por la pregunta capital "¿de dónde vienen los bebés?", Mary escribe una carta al nombre que ha anotado de la guía telefónica: Max Jerry Horowitz. Comienza así un intercambio epistolar que se extiende durante muchos años, en el cual Mary y Max comparten sus puntos de vista, permitiendo a los espectadores reflexionar sobre la importancia de la amistad, el alcoholismo, el bullying, la individualidad, la soledad, el valor de la familia, los amigos imaginarios, las relaciones interpersonales, los amigos por correspondencia, la aceptación, la muerte como parte de la vida y las enfermedades mentales, entre otros.

Mary, a su corta edad, aún es tierna e inocente, por eso algunas de sus ideas resultan encantadoras: al hablar de su vecino dice que tiene miedo de salir a la calle porque sufre de homofobia, cuando lo que quiere decir es agorafobia; o menciona alguna vez el término prostituba. Pero Max, a pesar de su edad, también resulta adorable a causa de su particular visión del mundo, condicionada por su Asperger. Cuando en la consulta le dicen que tome una silla, literalmente se lleva la silla a casa; o cuando inventa términos como conredado (mezcla de confuso y enredado) para expresar lo que siente, por ejemplo. La película aborda la enfermedad desde la perspectiva de quien la padece, cuando Max intenta explicarle a Mary por qué él es así.

En resumen, la película se trata de dos seres solitarios que, en diferentes lugares, condiciones y puntos de sus vidas (Mary comienza a vivir y Max se dirige hacia su vejez y muerte) manifiestan la profunda necesidad de un amigo. Siempre resulta atractivo ver el stop motion, en este caso trabajado en blanco y negro y en tonos sepia, el guión es bastante bueno y la amistad entre Mary y Max, con sus altos y bajos, permite acercarse a temas delicados, profundos y difíciles. El papel del narrador me parece un poco excesivo y es el único punto débil que le veo, pero es una cuestión de gusto personal. El director no escatimó en las escenas duras, tristes o impactantes; y el final, aunque tiene una luz de esperanza o de gratitud, es bastante perturbador si se mira con atención. En mi opinión, es una película de 7/10, recomendada para un público no muy sensible y sí muy reflexivo, que esté dispuesto a cuestionarse a sí mismo y a comprender la vida de esas personas que viven, por voluntad o forzadas, aisladas del resto de la sociedad. Como mensaje principal, la película dice: todos debemos tener, al menos, un amigo. Lo que implica, no sólo tener una para sí, sino también ser uno para los demás.