La civilización del espectáculo (Libro): el mundo de hoy en las reflexiones de Mario Vargas Llosa.

in #spanish6 years ago

Mario Vargas Llosa obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 2010

Si el mismo Mario Vargas Llosa consideró su libro como un espacio insuficiente para contener todo lo que podría haber albergado, este posts es aún más insuficiente para poder abarcar todos los análisis y las reflexiones que se desprenden de la lectura de este libro, pero haré mi mejor esfuerzo por dar una idea "completa" dentro de la incapacidad admitida. A grandes rasgos, la idea central de La civilización del espectáculo es esta: lo que se agrupa bajo la definición de "Cultura" ha cambiado significativamente en las últimas décadas. Punto. Es cierto que plantea una serie de ideas que no trata con la profundidad necesaria; sin embargo, el mismo autor acusa esa falta de profundidad reconociendo la intención y la longitud del libro. Por otro lado, no se trata de un descubrimiento, todos podemos percibir la degradación de las artes, la política, le religión, los medios de comunicación, entre otros. Vargas Llosa simplemente enuncia una serie de cuestiones que le preocupan y sobre las que quiere llamar a la reflexión, porque considera que ésa es su responsabilidad como escritor. En la primera parte se analiza la involución del concepto de Cultura y, al respecto, publiqué un post hace unos días. Aquí el link:

Sobre la desaparición de la Cultura y su rescate (Reflexiones)

De manera que en este post, me concentraré en esbozar los diferentes temas que analiza el Nobel peruano en los capítulos siguientes, agregando mis impresiones y opiniones que, en su gran mayoría, coinciden con las enunciadas por Vargas Llosa.

El espectáculo

En el mundo de hoy “escapar del aburrimiento, es la pasión universal” y esa búsqueda de diversión, de entretenimiento, puede degenerar en una banalización de la cultura, porque para abarcar a la mayor cantida de personas, las artes y demás elementos culturales se ven rebajados. Es el triunfo de la cantidad sobre la calidad. Es cada vez más palpable la proliferación de expresiones artísticas, mediáticas, cargadas de frivolidad e insustancialidad. ¿Qué mensaje puede enviar una película de 120 minutos de disparos, explosiones y secuencias de pelea?¿qué persigue arrancar del espectador más allá de una interjección de asombro?¿qué puede perdurar en la mente de quien la ve, enriqueciendo su personalidad? y la película es sólo un ejemplo de algo que afecta también la pintura, la escultura, las "ideologías" actuales y, por supuesto, la música con su cancerígeno reggaeton. He oído muchas veces decir "el reggaeton es para bailar, la letra es lo de menos" y aunque lo dicen en aras de defender el género, no podría estar más de acuerdo: esa "música" está hecha para bailar, para moverse; es decir, para rebajar al individuo al primitivo instinto de la carnalidad y la fornicación, que nada tiene que ver con el goce melódico o impacto emocional que podía generar Mozart con sus composiciones. No vivimos en una sociedad sin valores, es sólo que nuestros valores se han degradado hasta lo ínfimo.

La crítica y la libertad

Anteriormente, aunque no hace mucho tiempo, la literatura y la crítica literaria eran importantes, arrojaban luz sobre los sueños, ideales y motivaciones humanas. Pero en los tiempos actuales, en este circo que es la sociedad humana, el crítico importa más que el arte. Ya no es él quién evalúa las obras (el efecto), sino que las obras son concebidas y representadas para encajar en la visión del crítico (ahora es la causa). Y si este crítico es parte de una sociedad cuyos valores se han distorsionado, básicamente no hay espacio para la denuncia de esta situación.
Otra premisa que se desprende de este libro y que me impactó muchísimo es que "a veces hay que prohibir en nombre de la libertad". Cuando el derecho de un grupo de hacer lo que le de la gana amenaza el bien colectivo, o el equilibrio de una sociedad, entonces sí, debe decirse ¡Alto!. Una frase popular dice "donde terminan nuestros derechos, comienzan los de los demás" y yo agrego, donde se traspasa la línea de lo permisible en nombre de la libertad, comienza el derrumbe colectivo.

La degradación del sexo

Otra de las contradicciones de esta civilización del espectáculo es que la libertad sexual, esa bandera enarbolada con orgullo y hambre de revolución, cuando se aplica en extremo, resulta perjudicial para el sexo mismo. Irónicamente acaba por banalizar el acto sexual que tanto defiende. Entiéndase: ha sido positivo eliminar los tabúes, buscar la igualdad de géneros y de tendencias sexuales, pero el abuso de esa sexualidad termina por devolver el sexo a un instinto primitivo, a un acto mecánico, como dormir o respirar y le quita la riqueza del erotismo (concepto que también ha sido suplido ahora por la mera pornografía), de la intimidad, ese gusto a transgresión que representaba hace algunas décadas. Practicado como deporte o como mero ejercicio (calistenia, dice Vargas Llosa) el sexo pierde el elemento romántico, el elemento humano que lo diferencia(ba) de la simple cópula presente en casi todas las especies animales del planeta. El sexo puede enriquecer la vida humana, pero sólo cuando lo civiliza la cultura y se lo carga de emoción y de pasión; allí entonces, entre el amor y el erotismo, la libre (pero no abusiva) práctica sexual puede enriquecer al hombre. Lo ideal es poder actuar con libertad, dentro de ciertas formas culturales que preserven al sexo su naturaleza íntima y privada.

Política, poder e información

Una agridulce sonrisa de reconocimiento se dibujó en mi boca cuando leí “el nivel intelectual, profesional, y sin duda también moral de la clase política ha decaído” porque se trata de una verdad gigante como una catedral, pero a la que no se le ha dado la importancia merecida. Actualmente los políticos que consiguen el voto popular, en la mayoría de los casos, lo hacen por su histrionismo, su efervescencia y se demagogia; no por su inteligencia o méritos para gobernar. Pero ellos no son la causa, sino la consecuencia de sociedades cada vez más y más apáticas a la política y a la legitimidad de las leyes. Anteriormente y en otras sociedades, la ley era entendida como un compendio de lo que era correcto y permisible, pero dentro de un sistema corrompido, la sociedad burla o ignora la ley porque han padecido hasta el cansancio los usos y abusos, además de atestiguar el aprovechamiento de unos pocos. Ya no ven la ley como una guía para una sociedad justa, sino como una herramienta de enriquecimiento de unos pocos. ¿Qué hacen entonces? emular a sus representantes. Por otra parte, en este mismo capítulo, Vargas Llosa habla de cómo una sociedad hambrienta de diversión, de chismes y de escándalos, da pie a un amarillismo en la prensa que no busca informar sino saciar ese deseo morboso que es ahora el escarnio público. “El periodismo escandaloso es un perverso hijastro de la cultura de la libertad”.

El derecho de creer

Históricamente, la religión ha jugado un papel determinante en la cultura, a veces a favor y otras en contra. El autor expone los perjuicios de un extremismo religioso, como el del Estado islámico y todos los regímenes teocráticos, pero denuncia con igual firmeza las prácticas que desvirtúan otras iglesias y religiones, la pedofilia, las "guerras santas", entre otros. Dichas prácticas que hacen creer a muchos que las iglesias van en retroceso ante el avance de la racionalidad; sin embargo, las ideas no han reemplazado a los dioses, sólo los han desplazado, dejando un vacío espiritual que los individuos llenan con sucedáneos pesudoreligiosos como las innumerables sectas new age, como cambiando una camisa por otra igual pero de diferente color. De esto se concluye que la influencia y el poder de la religión es innegable, aún hoy. Entonces como no puede demostrarse racionalmente la existencia o inexistencia de Dios (de ninguno de ellos), el debate debe dirigirse desde lo cultural: qué función social cumple la religión (cada una) y cuáles son las consecuencias, positivas o negativas, de sus prácticas. Es decir, debatir desde lo social, sin meter a Dios en la discusión.

El ideal es una sociedad laica en el que todas las religiones tengan el mismo espacio, sin proselitismo ni preferencias estatales por ninguna. La democracia y el laicismo son positivos, incluso para las religiones porque las circunscribe al plano personal. En sus casas, las personas pueden escoger creer en lo que quieran, ir a sus iglesias, mezquitas, sinagogas, templos, pero en los espacios públicos como las escuelas, oficinas gubernamentales y demás espacios oficiales, se deben respetar todas las posturas, incluso la de aquellos que escogen no creer.


Estas y otras reflexiones sobre los riesgos de la tolerancia, sobre cómo la modernidad ha socavado el sistema de valores de la sociedad, o la manera en que una libertad extrema puede conducirnos a un Liberticidio, están presentes en este libro, en el que además hay espacio para el análisis de la tecnología, la información, la piratería y hasta el papel de los "directores de conciencia" y su responsabilidad (hoy son llamados influencers) dentro de una sociedad. Se trata de un ensayo conciso, breve pero no incompleto, sobre una serie de factores que vale la pena discutir, primero en la privacidad de la introspección y luego en voz alta con la colectividad.

Reseñado por @cristiancaicedo


Other posts that may interest you:

Lucy (Movie): the best and the worst of this film
Metzen (Relato original)
Ficciones (Libro): por qué conocer el increíble universo de Jorge Luis Borges
Sobre la desaparición de la Cultura y su rescate (Reflexiones)
Estos son los nominados a los Oscars 2019: nombres, datos y curiosidades
Lolita (Libro): una historia de amor entre la obsesión y el escándalo

Coin Marketplace

STEEM 0.15
TRX 0.12
JST 0.025
BTC 56204.99
ETH 2395.80
USDT 1.00
SBD 2.38