Siguiendo con mis publicaciones dedicadas a la historia de Venezuela, hoy le dedico este artículo al comercio colonial, y algo sobre los Corsarios y Piratas en su tiempo histórico.

Una vez que las colonias se comenzaron a desarrollar la agricultura y la cría de ganado, España se reservó todos los derechos del comercio y de los productos derivados de ella, creando un monopolio del mismo. Las colonias estaban obligadas a comprar y vender todos los productos a España. La metrópolis (ósea España), país conquistador, comerciaba directamente con cada una de las provincias por separado y a las que se les prohibía comerciar entre sí. Para tal efecto se creó una institución encargada del comercio colonial que recibió el nombre de Casa de Contratación de Sevilla. Las colonias adquirían todos los productos industriales directamente de España (la metrópolis) y se les prohibía establecer industrias que le hicieran la competencia. Igualmente se reservaba el monopolio de los transporte; solo los barcos españoles podían traerse y llevarse los productos. Las colonias tenían absolutamente prohibido comerciar entre ellas.

Además, las mercancías provenientes de la metrópolis o de las colonias estaban sujetos complicados y elevados derechos aduaneros impuestos a discrecionalidad de las autoridades encargadas incurriendo en excesos y abusos. Se pagaban derechos al salir de España, y cuando se entraban en puertos Americanos, y al vender las mercancías. Todo esto, unido a los costos del flete y a las exorbitantes ganancias de una clase privilegiada de mercaderes y comerciantes, en general los de Sevilla, determinaron un elevado costo de los artículos españoles en las colonias, donde se les tenía que sumar las ganancias de los comerciantes locales.

Este sistema comercial se fue centralizando cada vez más. Al principio se abrieron varios puertos españoles al comercio colonial, más tarde se redujeron únicamente a Cádiz y Sevilla, para quedar en definitiva solo el puerto de Cádiz con todo el monopolio del comercio, siendo esta la forma predominante de las relaciones comerciales entre La Metrópolis y las Colonias.

La casa de contratación, con sede en Sevilla, tenía como finalidad recibir todas las mercancías, vender allí todo lo que se pudiera y contratar a otros sitios la liquidación de las mercancías que quedaran. Las casas de contratación establecieron reglas para la navegación. Quedo establecido que anualmente partirían de Sevilla dos flotas distintas: una para nueva España y otra para tierra firme. La primera o sea la que iría a Nueva España tenía que salir con rumbo al golfo de México y la segunda, la que iría para tierra firme, tenía que tomar la ruta del Ismo de Panamá, Santa Marta y otros puertos de la costa Norte de la América del Sur.

La casa de contratación era una institución esencialmente económica, pero con derechos a intervenir en las cuestiones penales y civiles determinadas por el comercio con las colonias. Entre los funcionarios de esta casa se encontraban el Tesorero y el Contador, que vigilaban todas las transacciones comerciales con las colonias. Todos los cargamentos tenían que ser inscritos en los libros del contador para controlar el contrabando surgido por el monopolio comercial entre España y sus Colonias. Pero el contrabando era muy intenso y todas las medidas resultaban inútiles. El contrabando y el monopolio se complementaban mutuamente, “El capital comercial” sacaba el máximo provecho de los dos modelos. Solo era un problema de competencia que a nadie le interesaba resolver, para no perjudicar los intereses de alguien.

Los decomisos, las falsificaciones y las ventas forzadas de cargamento se hacían cuando el comercio quería obtener mercancías más baratas o realizaban verdaderos saqueos, aprovechándose los frecuentes conflictos entre España y las naciones cuyas banderas enarbolaban los barcos extranjeros. La producción interna no podía desarrollarse en el mercado exterior pues el monopolio la asfixiaba.

A causa del severo monopolio comercial establecido por la Corona Española, los franceses, holandeses, e ingleses se dedicaban a entorpecer el comercio. Los monarcas extranjeros por diferentes motivos, equipaban y autorizaban naves de combate en expediciones mediantes patenté de corso. Estas personas que recibían estas patentes eran llamados corsarios. Durante todo el Siglo XVIII fueron el terror de los barcos españoles, ya que los corsarios se dedicaron a interceptar, saquear y hundir a cuanto navío español se les atravesara y no fuera capaz de defenderse de sus feroces ataques, esto obligo a los españoles de crear flotas para las escoltas de los cargamentos españoles. Que no desanimo a los corsarios, muy por el contrario se produjeron increíbles batallas navales, que crearon múltiples conflictos diplomáticos y militares entre España y el resto de los imperios, en especial con Inglaterra con la que se encontraban casi al borde de una guerra. Pero más tarde concretada la paz con Inglaterra, los antiguos corsarios se quedaron sin su actividad habitual, rechazados por Inglaterra muchos se dedicaron al pillaje y la piratería, al asalto y robo de los barcos, así como también a las poblaciones en tierra firme. Estos piratas actuaban por iniciativa propia, es decir, ya no tenían autorización o patentes de un Rey o imperio, en esta nueva etapa ya no discriminaban la nacionalidad de los barcos o puertos que atacaban, ya que su único objetivo era el pillaje y los botines productos de sus incursiones.

Son innumerables los ataques, leyendas y acciones de los piratas en todo el Caribe, pero me limitare a solo mencionar las incursiones en tierra firme sobre el territorio de Venezolano, que sufrieron frecuentes visitas de estos bandidos del Mar: Entre ellos puedo mencionar a Guillermo Hawkins: quien en 1530 ataco a Guayana y a Margarita; Amias Preston en 1595 saqueo Caracas; Walter Railergh en 1617 saqueo y quemo a Santo Tome de Guayana; Guillermo Jackson, en 1639 saqueo a Maracaibo; Henry Morgan unos de los más famosos filibusteros que en 1668 saqueo e incendio a la Guaira y Maracaibo siendo casi capturado en el lago de Maracaibo, cuando tuvo que enfrentarse a una flota que lo acosaba, creando una leyenda local donde se cuenta que el tubo que abandonar todo su botín en un lugar de la costa Oriental del Lago (Entre los dos Cerros Con forma de Seno de Mujer cerca del manantial del Mene “Petróleo”) para poder aligerar su barco subir su calado para librar los bancos de arena y poder escapar de sus perseguidores, Henry Morgan siempre estuvo obsesionado con regresar a las aguas del Lago de Maracaibo pero nunca pudo regresar trascendiendo esto como una leyenda contada entre los viejos cronistas de la zona; Francisco Gramont, quien después de saquear en 1770 a Maracaibo se adentró por tierra firme hasta Trujillo, creando otra leyenda local donde este intrépido bucanero tuvo que abandonar parte de su botín en una cueva, que sellaron a su paso, para poder agilizar su huida, con la finalidad de regresar después por él, cosa que nunca se concretó ya que este pirata nunca más pudo regresar a las costas Venezolanas, todavía hoy en día hay personas que se dedican a la búsqueda de estos famosos tesoros escondidos en Venezuela. Y el último pirata que visito a Venezuela fue el inglés Knowles, el cual quiso saquear La guaira, pero fue repelido y rechazado su ataque poniendo fin a la historia de Piratas en Venezuela y dando inicio a las leyendas de tesoros perdidos en nuestras costas y tierra Firme.